“Aunque veas banderas y vigilancia de ambos países en cada límite territorial, la frontera México Estados Unidos, ‘esto es tierra de nadie’, y el negocio de los indocumentados, las drogas, nunca se va a acabar, los intereses son muchos y ni Donald Trump pudo, son fuerzas del poder económico, político y hasta el nuevo orden mundial manda ahí…, la más cruzada legal e ilegalmente en el mundo”, declara enfático Hugo Rolando Briseño, agente veterano de la Border Patrol, –(Patrulla Fronteriza)– detective de ICE y maestro de la academia de Law Enforcemente en Brunswick, Georgia.

En entrevista para Siempre, hace referencia a las palabras del conocido escritor mexicano, Carlos Fuentes, que bien hizo en llamar a la frontera “la herida más grande del mundo” que tiene décadas sangrando violencia, odio, trata, división de familias, de gobiernos, manipulando a mucha gente pobre que busca el sueño americano y que, en muchas ocasiones, se convierte en una pesadilla real de todos.

En el ocaso de su retiro en una pintoresca y apartada playa de la Floria, Briseño advierte que en los últimos 30 años dejó un empleo de vigilancia, de ser guardia fronterizo, “nos volvíamos en pensar con malicia igual que ellos, (refiriéndose a los indocumentados), pues trataban de distraernos con un grupo que pasaba entre los cerros, mientras que en una planicie pasaban cientos de ‘mulas’ cargando los costales llenos de  sofisticadas drogas derivadas de los opioides, ahora más fuertes y con gran demanda en todo el territorio norteamericano”.

“Si piensan que quitarle la droga a los jóvenes norteamericanos es fácil, bien podría ser el fin de este gran país, pues manipulado por la clandestina adicción en la que hasta militares, políticos y mucha gente es arrastrada, por ello medio la controlan, pero no la pueden parar”, asegura categórico al afirmar que paralelo al narcotráfico, la frontera es administrada de acuerdo a la necesidad de mano de obra barata que se genera en EE. UU.

“Luego de años de jubilado como entrenador de la Academia, vendí mis armas y solo conservo mis credenciales de agente federal, por motivos de identificación”, comenta Briseño mostrando ambas credenciales con el logo de ICE en chapado dorado, “viví en esa frontera por décadas desde Eagle Pass hasta Laredo; en ocasiones estudiábamos a los indocumentados para saber quiénes realmente buscaban una vida mejor, y quienes venían a delinquir”, apuntando que en ocasiones los coyotes, conocían el territorio mejor que muchos agentes, especialmente que aquellos que venían de estados del norte de la unión americana.

Hugo Rolando Briseño explica su amarga infancia en Nuevo Laredo, Tamaulipas, “tal como esos chamacos que llegan ahora por decenas de miles a la línea divisoria, sin saber qué les depara el futuro, así anduve yo hasta que me adoptaron una hermosa pareja de lugareños. Ahora que veo las noticias, parece que mi historia personal se repite”, explica con expresión triste y lágrimas en los ojos.

“Santos, la mamá del niño Hugo, en su mente tenía el pensar que los hermanos de su amiga Angelita podrían recoger al niño, que era parte de la familia. Santos ya se había encariñado con el menor. Le pidió a su esposo Zaragoza que vendiera la lechería y se fueran hacia los Estados Unidos ya que él era Ciudadano Americano habiendo nacido en Charlotte, Texas”.

Con tristeza, Zaragoza vendió su negocio que ya tenía establecido en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Dos familias se unieron para comenzar una nueva vida en los Estados Unidos, en un pueblo chico llamado Alice, Texas.  En ese pueblo había varias lecherías donde Zaragoza podía trabajar ya que tenía el conocimiento, experiencia y el cuidado de ganado vacuno. Con dificultad recuerda como en dos camionetas se llevaron sus pertenencias y comenzaron un nuevo capítulo de sus vidas en los Estados Unidos.

Duros tiempos para la familia de Nuevo Laredo al encontrarse ya en el lado tejano, que un siglo atrás había sido México, “sentíamos que la división la imponían los lugareños al hablar en inglés y nosotros, sin saber el idioma, sólo la sabiduría de su trabajo como llave para abrir las puertas del futuro, pero nosotros al igual que decenas de mexicanos que llegaban trabajábamos felizmente en el campo”.

Alice, Texas, era un pueblo de rancheros de ganado y agricultura. Siembras de comida para el ganado aparte de cosechas de vegetables, como el maíz y otros. La familia de Zaragoza, Santos y Huguito y la familia de Arturo y su esposa Inés con sus hijos Roberto, Álvaro y Arturo llegaron a Alice, Texas, consiguiendo trabajo en dos lecherías vecinas y no lejos de cada una. Las familias se visitaban seguido en los días de descanso que eran pocos, el trabajo de las granjas lecheras, eran siete días a la semana.

“Los niños no iban a la escuela en ese tiempo. Las hermanas educaban a sus niños en español, nos enseñaron a leer.  Así aprendí mi español por mi madre que tenía una letra muy bonita. Allí vivieron hasta que los niños necesitaban escuela y empezar a aprender una forma de vivir.  Con esta meta en el pensamiento, regresaron a Laredo, Texas.  Pues la familia no sabía leer ni escribir por la razón que vivían en un rancho lejos de escuelas en esos tiempos.

“Mis padres adoptivos me mandaron a estudiar, los primeros días fueron difíciles por la barrera del idioma, pero me fui adaptando a todo. Hasta llegar a la universidad y de ahí, hacerme oficial de la Fuerza Aérea, donde llega una convocatoria para el Servicio de Inmigración y naturalización, fue cuando decidí enlistarme para vigilar la frontera en la Border Patrol (patrulla fronteriza).

“En un principio los indocumentados eran detenidos para tomarles sus huellas dactilares, fotos y una biografía; ahora la semana pasada, vi en los noticieros que la ola migrante es tan grande, que no hay agentes suficientes para detener y registrar a todos los indocumentados, lo cual considero un error, porque se le esta eliminando el respeto a la normativa legal de respeto a la Border Patrol”, explica un tanto frustrado el agente.

Explica que, aunque a los indocumentados se les deje pasar, tarde o temprano serán detenidos por la carencia de documentos que justifiquen su estadía y tendrán que regresar. Afirma que aún habla con compañeros activos y dicen que el principal problema es que muchos traficantes y carteles mienten a los inmigrantes para engañarlos y hacerlos pasar.

Los mismos criminales, se han presentado como agentes del Servicio de inmigración y Control de Aduana de los Estados Unidos o del conocido como “ICE”.  Es un Acto Criminal Federal y castigado por encarcelamiento y altas multas.

Briseño advierte que los individuos usan esta información y piden dinero o favores sexuales o los hacen de manera obligada que muevan “mercancía” territorio adentro a cambio de estatus migratorio legal, documentos migratorios u otros servicios de inmigración, completamente falsos.

“Como Investigador del Servicio de inmigración jubilado les diré que nunca acepten las propuestas de criminales. Que pidan ayuda, si necesita saber si la persona quien le pide dinero por hacer trámites de inmigración falsas denúncielo a este número 1-866-347-2423. En mis tiempos de agente de Inmigración descubrí a varios licenciados o abogados que cobraban altos precios por el servicio, de $5,000.00 a $10,000 dólares con el cuento que el caso tomaría meses si no es que años para culminar. Un Empleado Federal de ICE nunca le pediría dinero a un miembro del público, un pago de ningún tipo advierte el ex detective pidiendo a la gente que denuncie”.