A lo largo de los años, la esperanza ha sido un estandarte que insufló revoluciones, genocidios y colapsó países. Para conseguir la esperanza necesitamos: A) tener algo a que aspirar, B) creer que controlamos nuestro destino lo suficiente para lograr ese algo y C) encontrar una comunidad para lograrlo a nuestro lado. Es así como algunos políticos llegan a obtener el poder; creando conflictos entre grupos opuestos a ellos y éstos deben existir porque mantienen el significado y el propósito de la gente dentro del grupo. Por lo tanto, lo que mantiene la esperanza es el conflicto.
“Lo entendimos al revés: que todo esté roto no requiere de esperanza, sino que la esperanza precisa de que todo este roto.”
El próximo 6 de junio se puede perder la esperanza; pero la de Andrés, al verse el declive electoral obtenido por los comicios más grandes de la historia en nuestro país. Tras dos años al frente del gobierno, la palabrería, promesas, descalificaciones, entre otras herramientas que utiliza a diario en sus conferencias mañaneras, el presidente no puede sostener con resultados las mismas. Es claro que ha perdido apoyo, simpatía y el beneficio de la duda que muchas mexicanas y mexicanos le brindaron en 2018.
La única forma de generar un borrón y cuenta nueva es que los resultados de los comicios sean similares a los obtenidos cuando se eligió presidente. Esto significa que debe ganar la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, la mayoría de las gubernaturas en juego, así como la mayoría de los congresos locales y más del 50 por ciento de los votos para su partido político: Morena, que dejo de ser un movimiento.
Sin duda, aún conserva muchos votantes debido a los “programas sociales” (en realidad: dádivas electorales) y su injerencia política diaria en contra de sus adversarios. Pero realmente no se vivirá el mismo temblor con los resultados apabullantes del 2018 y este 2021 será más una réplica; aún así, necesitamos que la democracia se imponga al autoritarismo.