“Las páginas que siguen albergan una reflexión a partir de lo que, en el lapso próximo a la mitad del gobierno del presidente López Obrador, dejan ver sus decisiones, sus acciones, sus políticas y realizaciones, y sus consecuencias, en el marco de los problemas y desafíos del acto de gobernar, como del enorme reto que ha planteado la pandemia que asola al mundo en términos sanitarios, económicos y sociales”.

Estas palabras escritas para la introducción de un libro de reciente circulación, sintetizan el objetivo de la obra, una que podría pensarse se suma a la evaluación que se hace de uno de los políticos más polémicos que ha tenido el país, pero que cobran relevancia especial por el autor.

Tabasqueño como el presidente, rival político tanto en el ámbito local de la entidad del sureste mexicano, como también en el plano nacional, forjado al igual que el ahora principal inquilino de Palacio Nacional en el partido que vio nacer a buena parte de la clase política que ahora gobierna –sin importar las siglas actuales de su militancia–, se trata de Roberto Madrazo Pintado.

Excandidato presidencial, exgobernador y alguien quien conoce como pocos al sistema político mexicano, ahora estrena un nuevo texto. Su nuevo libro titulado México, la Historia Interminable, no es sólo una crítica hacia el actual presidente, sino que busca ir más allá y revisar lo que se ha hecho en el pasado y lo que se ha presentado en el presente.

El pasado

Interesado, a partir de tantas referencias que en las conferencias mañaneras se hace al pasado, Madrazo Pintado empieza en el primer capítulo del libro a abordar, precisamente, el tema del pasado, tratando de encontrar la razón por la cual cautiva tanto al actual mandatario.

“…no era la felicidad lo que buscábamos los mexicanos regresando al pasado; más bien, no progresamos, porque, eso sí, el pasado nos pesa como una losa: hablamos de futuro, pero mirando el pasado”.

Relacionado con lo anterior, también repasa el gusto por los símbolos que tanto utiliza –y ha utilizado en sus largas campañas– su paisano.

“Hoy se dice que el presidente López Obrador maneja como pocos los símbolos. Es cierto, y a la vez es inquietante. porque se le resta importancia a la realidad presente si se le observa en función de una repetición del pasado. Un tiempo ya ido, al que se considera grandioso, digno de ser repetido. En ese sentido llama la atención el emblema oficial de la 4T: un mosaico de figuras del pasado, con un hueco a ser llenado por su par, el actual presidente. Tal vez él mismo no se reconoce como de este tiempo, en tanto se ve o se asume como imitación o repetición de una figura simbólica, preciada, llena de valor”.

Otro aspecto que resalta el autor, es la manera en que se busca que el pasado reemplace al presente y, por si no fuera poco, al futuro, con base en el enaltecimiento de ciertas tradiciones, pero a la manera del actual presidente.

“No. No ha cesado la disputa cultural y la polarización. A tal grado persiste, que el Gobierno del presidente López Obrador prácticamente inició su mandato republicano colocando en el centro justamente la polarización cultural”.

Además de que “hay en esta historia no solo ceguera política y un resentimiento profundo. A la postre dañino. Tanto que a quienes más daño ha causado y causa es a las comunidades herederas de las culturas originarias, comunidades que han resultado víctimas, cuando menos, de una doble circunstancia. De su explicable resistencia en defensa propia, que las ha mantenido aferradas con razón legítima a sus y costumbres, y del precio ante su marginación del progreso, fenómeno este, el progreso, cuya fuerza no reconoce ni respeta fronteras culturales, tradiciones, costumbres, valores”.

El presente

Roberto Madrazo contesta una pregunta que muchos nos hemos hecho, ¿cómo gobierna López Obrador? En su intento por responder, termina describiendo a un titular del ejecutivo federal con más carencias que certezas.

“Ahora se suma algo más: se gobierna desde las «mañaneras», día a día, cada 24 horas. Gobernar es una tarea que se cumple o ejecuta al tanteo. Como dijo un día el actual presidente: «Gobernar en México no tiene ciencia». Resulta, sin embargo, indispensable pensar, interrogarse a sí mismo, cara a cara al término de cada jornada. Requiere discernimiento. ¡Qué palabra esta, discernimiento! Saber si algo es qué o qué. Y volver a las preguntas, una crucial del gobernante: ¿Por qué estoy haciendo lo que hago, por qué? ¿Qué me motiva en realidad? Se trata de un diálogo inusual que, en un gobernante, del que pende la vida de millones, es indispensable. El diálogo íntimo del presidente con el interlocutor cruel que debe y tiene que existir en él. Tiene que… Pues, si no lo tiene, debe convocarlo. Se trata de una pregunta que, ante el interlocutor insobornable, adquiere el significado de un acto de humildad, una admirable confesión de ignorancia, una señal de respeto hacia quienes, sin deberla ni temerla, cargarán las consecuencias”.

Repasando las renuncias que se han dado en el gabinete actual, el autor recuerda que se trata de muestras que reflejan que no se ha corregido del todo algunos de los males que tanto se han denunciado y ayudaron a ganar la campaña de 2018, pero también recuerda el episodio en el que la Suprema Corte de Justicia de la Nación se doblegó ante el presidente y su insistencia de hacer una consulta para juzgar a los expresidentes, en lugar de aplicar la ley y ya.

Y de esto extrae una primera conclusión en las primeras páginas del libro, algo que caracteriza al actual presidente:

“Voluntarismo puro. A dos décadas del experimento seguimos en lo mismo: ha habido alternancia, pero cojea la democracia, al grado de que con Andrés Manuel López Obrador ahora en la presidencia México ha iniciado la restauración del autoritarismo o del país de un solo hombre. Un regreso a lo más nefasto de la «dictadura perfecta»”.

El futuro

Para Roberto Madrazo, en algo que se refleja en distintas páginas a lo largo de su libro, es que el futuro es incierto ante un político que lleva las riendas del país sin saber que rumbo tomar, aunque en su discurso asegure saber el camino.

“En esas seguimos. Dando o pretendiendo dar una imagen de transformación y voluntad política de cambio democrático cuando en los hechos cada mañana vuelve a las pantallas de la televisión el gesticulador de Usigli anunciando con cada nueva ocurrencia una regresión a lo más grotesco y superado de la «dictadura perfecta»”.

“Un estilo patológico oculta (hasta cierto punto) la historia interminable. Un estilo que no es del diálogo, sino del monólogo, donde el presidente habla un día sí y otro también consigo mismo. Ahora también sabemos a qué aspira el monólogo desde Palacio Nacional: a la obediencia ciega y a la subordinación impúdica”.

Es en este sentido que, como refleja el titulo de la obra, el futuro no es más que una vuelta al pasado, pero no al mejor, sino a un ideal que no existió en realidad.

“A una sociedad como la nuestra le ha costado batallar para afrontar el futuro. Por tradición cultural los mexicanos no tenemos tanto afecto por el futuro como por el pasado. De hecho, cuando pensamos el futuro, lo hacemos con las visiones y herramientas que guardamos en la memoria. Por eso batallamos con lo nuevo. Tanto que el planteamiento mismo nos divide y hasta nos polariza”.

Es hasta las páginas finales del libro en donde surge un elemento que muchos analistas han pedido a la clase política actual: autocrítica. Para el exgobernador de Tabasco, aunque sea mínima, es necesario dedicar unas cuantas palabras a esto.

“Mientras desarrollaba estas reflexiones, pronto me di cuenta de que la mayor parte de cuanto escribía se parecía mucho a una narrativa histórica. Y me preguntaba qué sentido podía tener si en México contamos con tantas obras históricas y tantos autores. No me costó trabajo convencerme de que, como actor político, al cabo de tantos años en esa arena, podía sacar tal vez algunas lecciones, aprender sería la palabra correcta, y más allá recordar lo que hemos hecho, y con ese material aportar a la discusión con ánimo de corregir. Sin duda nos hemos equivocado muchas veces, hemos tomado decisiones que le han costado sufrimiento a millones de mexicanos. Una de ellas, cerrarnos en lugar de abrirnos. Ignorar la democracia, otra. Legislar sin tener a la mano el rostro afligido de la gente.

“Nuestra democracia es representativa, pero como diputados o senadores no fuimos representantes. Una vez en el Congreso nos convertimos en soldados del poder dominante. En fin…

“Hoy estamos ante un parteaguas en términos de civilización. Para México el reto no es menor. Nos pegarán con más fuerza los errores y sus consecuencias: el atraso. lo que dejamos pasar. las oportunidades perdidas… la patología presidencial… lo que pudimos haber hecho y no hicimos… Haber jugado a ser dioses, particularmente desde la Presidencia de la República. Y por supuesto hemos fallado. Obviamente. Ha sido una falla moral, cuyas consecuencias las han pagado los más pobres. A pesar de la prédica, esa historia se nos vendrá encima. Y no habrá guía moral que nos ampare”.

@AReyesVigueras