“Aunque no quedara ninguno de los veteranos de la República,
su ejemplo de lealtad…  como bandera  invicta del triunfo de la democracia”.

Lázaro Cárdenas

 

Tras la copiosa y nutrida votación registrada a favor de la República en las elecciones municipales españolas del domingo 12 de abril de hace 90 años, la tambaleante monarquía de Alfonso XIII caía inexorablemente en aquella histórica jornada.

Los cómputos en 50 ciudades obligaron al presidente del Consejo de Ministros de la Casa Real, el recién designado almirante Juan Bautista Aznar Cabanas, a responder  a los medios de comunicación con una asombrosa e inusual sinceridad ante la pregunta sobre la irremediable crisis de gobierno que evidenciaba la avalancha republicana: ¿qué más crisis desean ustedes que la de un país que se acuesta monárquico y se despierta republicano?: este tácito reconocimiento público contrastó con la obsesión de la mayoría de los ministros del rey por defender al Borbón, los cuales buscaban afanosamente el diálogo con los integrantes del Comité Revolucionario Republicano para pactar la salida de la familia real.

La solicitud del monarca fue resuelta en una reunión convocada por el Dr. Marañón a petición del Conde Romanones y de Don Niceto Alcalá Zamora y Torres, quien textual le respondió al ministro real: «Señor Conde, mi querido Álvaro -respondió don Niceto-, el tiempo de los pactos ya pasó… Yo solo le puedo decir, en nombre del “Comité Revolucionario” que presido, que si el Rey no se ha marchado antes de que se ponga el sol esta tarde no le podemos asegurar lo que le pase, a él y a su familia».

A lo largo de esa larga madrugada la proclamación de la República se dio en muchas ciudades, siendo Éibar la primera, donde el concejal más joven del ayuntamiento recién electo, Mateo Careaga, izó la bandera republicana y el pueblo renombró aquella plaza como la de la República, destruyendo la placa que hasta entonces la había consagrado a Alfonso XIII.

La tarde del 14 de abril varios edificios públicos de Madrid comenzaron a lucir la bandera de la República, y la estatua de Isabel II fue derribada por la multitud; a las 20.00 horas Miguel Maura y otros miembros de Comité Revolucionario vieron franqueado su acceso al Ministerio de Gobierno a la orden de: «Señores, paso al Gobierno de la República».

En esa primera sesión del Gobierno de la II República se elige a Don Niceto Alcalá-Zamora y Torres como presidente de la misma y se designa el gabinete republicano que le acompañará en el inicio de una transformación surgida por los votos, no por las armas ni revueltas: una república fincada en los anhelos colectivos de igualdad y de justicia; por todo ello el General Cárdenas reconoció desde el primer momento el triunfo en las urnas de ese profundo cambio de régimen que luego, al verse amenazado, provocó en México su respaldo y el reconocimiento de que la II República Española es y será una bandera invicta de la democracia.