En alguna antología de poesía insurgente, me sorprendió que la mayoría de las loas estaban dedicadas a Guerrero, ignoraba entonces que era el sobreviviente de una lucha que andaba de capa caída. En el afán desmitificador de ciertos historiadores, Guerrero queda en foto fija mental en el abrazo de Acatempan con Agustín de Iturbide. Se sabe que Iturbide ofreció “mecer en cuna de oro” al Jefe Insurgente y fue rechazado. Se dice que el propio padre de Guerrero, poniendo en la balanza el riesgo que corrían su esposa, hijas y él mismo, le ofreció, a nombre del realista, el indulto y aunque muchos lo habían aceptado al considerar que la Independencia era una causa perdida, Guerrero contestó con la famosa frase: “La patria es primero”. Muchos dudan de la veracidad de este suceso y, sin embargo, aunque no existen documentos que lo prueben, se asegura que ocurrió el encuentro entre Iturbide y Guerrero y en Acatempan.

Se duda, a últimas fechas, que fuera afrodescendiente, no lo pensaron así sus contemporáneos que le dedicaron una retahíla de insultos por esta condición, como señalar que no estaban contentos de que “un negro” llegara a la Presidencia o lo calificaban de zambo, nombre de la casta del que era hijo de indio y negro. Junto a estas descalificaciones, las alusiones clasistas menudearon, como “leperocracia” y entre otras Javier Torres Medina recupera esta perla: “clases ínfimas insolentadas”. Carlos María de Bustamante los llama: “negros despreciables del sur, que ni figura tienen de hombres”. A “la canalla” se oponían, faltaba más, “los hombres de bien”. Como Presidente, Guerrero decreta la abolición de la esclavitud en septiembre de 1829. En diciembre del año siguiente, un levantamiento mercenario terminará por declararlo fuera de la ley y luego de la condena, su fusilamiento.

Otros afrodescendientes ilustres son José María Morelos y Pavón y el guapísimo de Emiliano Zapata. Vicente Riva Palacio es descendiente de Guerrero y en su Libro rojo que escribió al alimón con Manuel Payno, registra la terrible matanza de 33 negros que ocurrió durante la Colonia a causa de una supuesta sublevación investigada por el Santo Oficio. No se puede dejar de lado que Hidalgo y Morelos son los primeros en plantear la abolición de la esclavitud.

Irving A. Leonard en su insuperable libro México barroco sostiene, lo cual es una exageración, que en la ciudad de México existían más negros que blancos. Gonzalo Aguirre Beltrán, quien mejor ha documentado nuestra “tercera raíz”, sostiene números menores, pero el relato de Leonard nos describe a los jovencitos negros como pajes al lado de las carrozas ayudando a bajar a las señoras y a deslumbrantes mujeres que visten trajes coloridos y se cubren los pechos sólo con collares. Sor Juana escribe su colección de poemas negros que son equiparables, sin faltar a la verdad, a los de Nicolás Guillén en 1930, cuando inicia su poesía negrista.

 

La negritud

Picasso abre fuego con las máscaras africanas de Las señoritas de Avignon en 1907 y obliga a Europa a ver hacia el arte del continente negro. El jazz de EU en Francia cava ancha brecha y André Breton pontifica que el mejor poema surrealista es Cuaderno de un retorno al país natal, de Aimé Césaire. El poeta de La Martinica escribe con suma modestia que es el creador de la palabra “negritud”, es decir, del nombre del movimiento anticolonial en Africa, junto al guayanés Léon-Gotram Damas y de Léopold Sédar Senghor, que sería presidente del Senegal. Inician el movimiento con la revista L´Etudiant Noir y lo demás es historia.

Y todo esto, porque el 14 de febrero se cumplieron 190 años del fusilamiento de Vicente Guerrero.