A pesar de los avances tecnológicos que se han dado en los últimos años, como se refleja en la velocidad de transmisión de datos para nuestros teléfonos celulares, hay quienes siguen anclados a ideas de hace siglos, pero no porque sean mejores o se halla demostrado su validez, sino porque así sienten que son originales y se rebelan ante una imposición.
Así, luego de que la humanidad logró enviar a Marte un vehículo que recorrerá su superficie con todo y un dron que será el primer vehículo aéreo no tripulado que vuele en los cielos de otro planeta, cuando volteamos a nuestro alrededor encontramos a quienes insisten en que la Tierra es plana, como en tiempos de Cristóbal Colón, a quien advirtieron que de viajar en línea recta caería al borde del mundo, aunque en realidad llegó a un nuevo continente.
Esta forma de aferrarse a una idea que no tiene sustento en la realidad –ya no se diga en cuanto a conocimiento científico–, ha llamado la atención de especialistas quienes se siguen preguntando que motivación hay detrás para que un grupo reniegue del avance científico y niegue cualquier evidencia que contradiga lo que es una creencia más cercana a la religión que al conocimiento.
Pero así somos los humanos, creemos en una versión de la realidad sólo porque nos gusta y de esta manera repetimos que el ser humano no llegó a la Luna, que la tecnología 5G transmite enfermedades, que las vacunas nos inocularán un chip para controlarnos o que hay un gobierno mundial en el que participan no sólo los más ricos, sino hasta seres siniestros que vienen de otras dimensiones o planetas.
Y no se ría, porque es algo que dicen con total seriedad.