“Ingenio, mansedumbre y esfuerzo
casi nunca van junto”.

Clodoveo I

 

Este 28 de abril se cumplen cinco centurias de la botadura de los 13 bergantines con los que Cortés iniciaría el asedio naval de las ciudades de México-Tenochtitlan y México-Tlatelolco, ocurrió del 1 de junio al 13 de agosto de 1521.

Detrás de ese relevante hecho histórico se encuentra una proeza tan descomunal como poco difundida: por razones de seguridad las 13 naves se construyeron en Tlaxcala y una vez que el Señor de Texcoco, Ixtlilxóchitl, envió emisarios y ofreció apoyo a Cortés y sus aliados tlaxcaltecas, el conquistador determinó desarmar las embarcaciones y que fueran transportadas por 8 mil hombres, a través de casi 100 kilómetros, hasta Texcoco.

Simplemente la factura de los bergantines encomendados por el castellano a Martín López, quien se auxilió de los carpinteros Andrés Núñez, Ramírez “el viejo”, así como del herrero Hernando de Aguilar, debe reconocerse como un hito, pues se trató de un proceso de transmisión de conocimiento tecnológico implementado por los europeos hacia los más de 12 mil naturales que aprendieron cómo elegir los árboles, desbrozarlos, cortarlos, darles forma, pulirlos, ensamblarlos y fijarlos según la tecnología mediterránea que transmitieron a los tlaxcaltecas únicamente entre mediados de octubre y el 31 de diciembre de 1520.

De igual forma destaca el proceso de desensamblado y transportación que Cortés encomendó a Gonzalo de Sandoval y a ese ejército de “tamemes” a los que los conquistadores escoltaban junto al ejército tlaxcalteca, el cual jugó un relevante papel de protección durante las extenuantes jornadas que los llevaron a Texcoco, ciudad entonces conformada por 30 barrios y más de 120 mil casas cuyos habitantes les recibieron con vítores a favor de Castilla y de Tlaxcala.

Paralelamente, la siguiente revolución tecnológica se debe reconocer en la construcción de un canal que unió la capital texcocana con el asentamiento ribereño de Acachinanco,  donde se habilitó un embarcadero al que desembocaba la primera obra hidráulica de los conquistadores, cuyas dimensiones no fueron cosa menor, pues se trató de un canal en pendiente que diera cabida a cada uno de los 13 bergantines para llevarlos desde el astillero de reensamblaje hasta el embarcadero: su realización requirió 50 días, la extracción de 32,928 metros cúbicos de tierra y la labor constante de 8 mil texcocanos a fin de construir el canal a lo largo de los 5 kilómetros requeridos para lograr botar los bergantines aquel 28 de abril de 1521, y así crear el primer puerto de altura del continente americano.

Ni duda queda de que este vertiginoso proceso de capacitación y aprendizaje de la alianza fincada en acabar con los aztecas utilizando todas las técnicas al alcance es una de las excepciones que confirma la máxima de Clodoveo I, rey de los francos, puesto que tanto el ingenio, como la mansedumbre y el esfuerzo se unieron para lograr la toma de las urbes aztecas en una operación anfibia en la que, para que Cortés consiguiera su cometido, los bergantines jugaron un papel decisivo.