¿En qué terminará este nuevo derramamiento de sangre en el bíblico Oriente Medio? Ojalá que no se cumplan los vaticinios de que Israel y Palestina se encaminan hacia su cuarta guerra. Ya perdí la cuenta de las veces que he escrito sobre estos enfrentamientos y de sus posibles consecuencias. Bien dice Leonardo Núñez González en su columna El Espejo del lunes 17 de mayo: “A pesar de tener profundas raíces históricas, el conflicto entre Israel y Palestina que actualmente está sucediendo es inexorablemente contemporáneo. No se trata de una disputa con orígenes bíblicos ni milenarios, pues responden a las acciones posteriores a la creación del Estado de Israel a mediados del siglo XX…”. A esto hay que agregar que, si bien es cierto que el sionismo incluye cuestiones que habría que erradicar, no menos verdadero es que el anti sionismo no es una doctrina de paz, ni de convivencia pacífica. La historia lo prueba. En esta ocasión el latente conflicto renació hace tres semanas, en pleno Ramadán, las escaramuzas entre palestinos, por una parte, y colonos judíos y fuerzas israelíes, por otra, rebrotaron con fuerza, fueron escalando hasta que todo estalló el 7 de mayo, viernes de rezo para los musulmanes. ¿En dónde?, nada menos que en Jerusalén, la ciudad tres veces sagrada (para el judaísmo, el cristianismo y el islamismo), aunque parece que esa condición la pierde con demasiada frecuencia. La eterna historia, que nunca termina.
Para la madrugada del lunes 17 de mayo, después de una semana de bombardeos sobre Gaza, el número de palestinos muertos en Gaza ya era de 220, incluidos 61 niños y 36 mujeres, y más de 1,400 heridos. Entre estos últimos, 294 infantes. Del lado israelí, han fallecido diez personas, entre ellas dos niños de cinco años de edad, y un soldado, y más de 500 heridos. Esos son los números que seguirán creciendo en tanto no se logre que los bombardeos de Israel y los misiles palestinos cesen. Pese a los costos humanos, esta disposición, de parte y parte, se ve muy lejana.
Desde el inicio de los ataques —de lado y lado—, aproximadamente 40 mil palestinos han abandonado sus hogares, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU. El ambiente que priva en la sociedad civil de los contendientes es similar, no solo en una, sino en ambas, mientras Israel bombardeó importantes calles de edificios residenciales después de la medianoche del domingo pasado, Hamas también continuó sus ataques, usando zonas civiles de Gaza para disparar cohetes contra barrios similares en territorio israelí.
Como siempre, el pueblo llano sufre las consecuencias. Los “daños colaterales” son inevitables. En Gaza, además, los dañados fueron la agencia de noticias AP y otros medios de comunicación extranjeros. Por ello, Sally Buzbee, directiva de la agencia de noticias estadounidense, Associated Press, pidió una investigación independiente del ataque aéreo israelí que derribó el edificio donde se encontraban sus oficinas y de otros medios de comunicación. Aunque no hubo muertos en el ataque, se perdieron archivos y otros importantes aparatos. “El gobierno de Israel debe ofrecer evidencia clara que justifique el ataque que derrumbó una torre de 12 plantas en al-Jalaa”, dijo Bezbee.
A su vez, la ONG de origen francés, Reporteros sin Fronteras (RSF), promovió un procedimiento ante la Corte Penal Internacional (CPI), tras los bombarderos israelíes contra las oficinas de medios de comunicación en Gaza, al considerar que el ataque podría considerarse de un “crimen de guerra”. En su petición, la RSF expuso que “desde hace una semana, las oficinas de 23 medios locales e internacionales han sido destruidos por los bombardeos aéreos israelíes de precisión” que alcanzaron oficinas de palestinos y de extranjeros.
Las partes están empecinadas, como lo han estado desde 1948. Para los comentaristas veteranos, como el firmante, al paso del tiempo es evidente que el conflicto israelí-palestino tiende a simplificarse, lo que conduce al radicalismo de posturas que lastiman tanto a los habitantes de Gaza, como a los de la pequeña nación judía cuyo nacimiento (moderno) fue consensuado por la Organización de Naciones Unidas (ONU), que sustituyó a la desaparecida Sociedad de Naciones al término de la Segunda Guerra Mundial en 1945. El nacimiento de Israel, por si alguien lo olvida o no lo sabe, fue debido, en gran medida, al Holocausto ordenado por el Tercer Reich para borrar de la faz de la Tierra al pueblo judío. Por ningún motivo, la comunidad internacional podía hacer caso omiso de lo que sucedió en la Shoah.
¿Quién tiene mayor derecho sobre el territorio donde se asienten Israel y Palestina? ¿Los israelíes o los palestinos? Todo depende del antecedente histórico que se tome en cuenta para hacerse un juicio al respecto. Delicado asunto que no podríamos “resolver” en un reportaje por mejor escrito que este sea. Esa zona geográfica —el Oriente Medio—, ha sido un polvorín desde antes de que la ONU dispusiera que Israel sería una nueva nación. Muchas cuestiones se podrían debatir en el seno de la propia ONU, menos una: ni la desaparición de Israel ni la de Palestina. Por lo mismo, las características del conflicto entre ambas entidades lo han convertido en un problema con dimensiones bélicas de alto riesgo, no solo para la estabilidad en la región sino para el planeta. No sé cuándo este diferendo termine, pero cuando esto suceda, tanto Israel como Palestina deben seguir existiendo con sus respectivos pueblos, y no será precisamente usando el lenguaje de las armas, sino del diálogo que de momento no está a la vuelta de la esquina.
Como se afirma en el editorial de El Universal del lunes 16 de mayo: “Y para quienes observamos desde la distancia, el mejor consejo es no simplificar en exceso una situación que se incubó por siglos y que si bien ciertamente detonó a partir de la creación del Estado de Israel en 1948, en realidad tiene antecedentes más ancestrales y complejos que una simple confrontación entre buenos y malos”. No es tan simple, como supone el patrocinador de la 4T en México.
Mientras las lentas y escabrosas “negociaciones” en el Consejo de Seguridad de la ONU marchan a paso de tortuga, en busca de un posible cese al fuego, las fuerzas armadas de Israel reportan que su objetivo es terminar con la resistencia y proteger a la población, al cumplirse una semana completa de bombardeos en Gaza, en medio de críticas generalizadas —locales e internacionales—, por las víctimas palestinas. Así, el ejército del Estado que se identifica con la estrella de David, abatió al líder yihadista Hussam Abu Harbid con lo que suman ya 15 objetivos de Hamas muertos y un centenar de combatientes neutralizados.
Jonathan Conricus, portavoz de las fuerzas armadas israelíes, informó que “aviones de combate acabaron con Abu Harbid, de la división norte de la Yihad, comandante de dicha organización durante más de 15 años, encargado de los ataques con proyectiles contra Israel”. Por su parte, el debatido primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ratificó que continuarán la lucha contra los terroristas hasta garantizar la seguridad en Gaza. “Las órdenes son las de seguir atacando objetivos terroristas”, agregó. Mientras que Hamas advirtió que si Israel no frena los ataques lanzarán más cohetes a Tel Aviv.
La Yihad Islámica, la organización islamista que coopera mano a mano con Hamas en la estrategia de militar de las facciones palestinas, confirmó la muerte de Harbid: “el mártir Hussam era un modelo, un líder y un soldado en la ejecución de sus responsabilidades”. La respuesta al golpe no tardó: una intensa salva sobre las ciudades de Ashdod y Beer Sheva, que hirió a tres israelíes.
Dentro de la acostumbrada política israelí de asesinatos selectivos de jefes terroristas palestinos, por lo menos tres altos comandantes de la Yihad Islámica y uno de Hamas ya fueron ejecutados. Al evaluar la situación que priva en estos momentos en la zona, el gobierno de Israel resaltó que con el Operativo Guardián del Muro también ha arremetido contra más de 800 objetivos de Hamas, lanzando 460 cohetes. Al contrario, la ofensiva palestina disparó en el mismo período más de 3,000 misiles, seis veces más que el Ejército israelí, aunque el 90% fue interceptado por el sistema de protección instalado por el Estado judío.
Por si algo faltara en esta nueva crisis, fuentes militares de Israel informaran, el lunes 17 de mayo, que seis proyectiles se dispararon desde varias partes de Líbano, pero no alcanzaron a cruzar la frontera. A su vez, Israel lanzó artillería contra los lugares desde donde se originaron los lanzamientos. Como colofón, tanto el ejército libanés como la misión de paz de la ONU en Líbano rastrean en la zona de lanzamiento y a las milicias atacantes, para localizar a los culpables.
Como ha sucedido en ocasiones anteriores, en el seno de la ONU, específicamente en el Consejo de Seguridad, la presión internacional para lograr un inmediato cese al fuego no es clara, sobre todo porque Joe Biden ha sido lento en aclarar su posición. Fue hasta el lunes 17 cuando finalmente el sucesor del magnate” en la Casa Blanca, el ex vicepresidente con Barack Obama, rompió el silencio y cediendo ante la presión política y la opinión pública tanto dentro como fuera de la Unión Americana, expresó su apoyo por un cese al fuego, mediante una llamada telefónica a Netanyahu. Sin aclarar una “inmediata” suspensión de los bombardeos, sí reiteró su “firme apoyo al derecho de Israel a defenderse”, y al mismo tiempo pidió a Netanyahu hacer todo lo posible para garantizar la protección de civiles. Además, lo cierto es que el jefe de la Casa Blanca enfrenta nuevas voces en el Congreso estadounidense, así como de agrupaciones judías estadounidenses que no comulgan con el consenso casi completo de apoyo a Jerusalén, que ha prevalecido en Washington durante muchas décadas.
Voces como las del senador Bernie Sanders, o la de la diputada federal Rashida Tlaib, que hace pocos días, ante el pleno camaral, dijo: “soy ahora la única integrante palestina-estadounidense del Congreso…y soy un recuerdo a mis colegas de que los palestinos de verdad existen, que somos humanos, que se nos tiene que permitir soñar”… “Tenemos que condicionar la asistencia a Israel para obligar que se cumpla con los derechos humanos internacionales y se ponga fin al apartheid”.
Entre otros parlamentarios y otras voces de la Unión Americana, sobresale la organización judía J. Street U, de carácter liberal pro Israel en Washington, que exige a Joe Biden declare un cese al fuego inmediato para “proteger a todos los civiles israelíes y palestinos”. Sobre el particular, algunos críticos del otro lado del Río Bravo señalan que el gobierno de Joseph Robinette Biden, el 46o presidente de USA, proclamó en su campaña electoral que los derechos humanos estarían en el centro de su política exterior, y, dado que Israel en sus políticas contra el pueblo palestino, pone en tela en tela de juicio ese compromiso. ¡Ojalá y no! VALE.