“spe melioris amíttitur bonum”
Con la esperanza de lo mejor, se pierde lo bueno.
En los últimos días hemos observado de manera muy acentuada cómo el talante presidencial se altera cada vez más conforme se acerca la fecha del 6 de junio. Es un lugar común referir el carácter de “mecha corta” que de suyo le caracteriza, pero a partir de la última semana en diversas ocasiones y en las mañaneras es notorio lo alterado de su estado anímico buscando cada vez más imponer criterios, visiones y lecturas inexistentes o mal hechas.
En este régimen estamos al medio tiempo viviendo lo que, en sexenios pasados, tradicionalmente se vive hasta el quinto año de gobierno cuando el Ejecutivo en turno vive el clímax del ejercicio del poder, pierde el sentido de la realidad, es secuestrado por el primer círculo de sus allegados y naufraga en el absurdo de su megalomanía. Así, vive un mundo irreal, en el cual se siente capaz de trasformar con sus puros deseos la realidad del país, solucionar sus problemas y desde luego trascender históricamente, lo cual conlleva que surja de su interior, en este caso, lo peor de sí mismo.
Esto es lo que estamos observando y viviendo, y no, no es un asunto de percepción, su estado de ánimo, de excitación nerviosa, regañando, vilipendiando, exhortando, criticando, exigiendo, es evidente. Esto es, trasciende su nerviosismo porque se le agota el tiempo y siente que no tiene segura la mayoría absoluta de la próxima Cámara de Diputados.
El trágico acontecimiento en la línea 12 del Metro de la Ciudad de México, que, por negligencia y corrupción tanto en la construcción como con la falta de mantenimiento, al paso del tren se colapsó una trabe de la vía elevada que provocó 26 muertos y alrededor de 85 heridos. Hecho que terminó por sacar de sus casillas al presidente al cuestionarle sobre su falta de preocupación expresada en su ausencia en los hospitales, terminó por mandar a las víctimas “al carajo”. ¿Será que su gobierno está tan bien estructurado como la línea 12 que también empieza a colapsar?
Se agregan los acontecimientos de violencia electoral, en estas elecciones intermedias, calificadas por el INE como “las más grandes de la historia del país”, se han registrado 83 políticos asesinados desde que inició el proceso electoral. El Indicador de Violencia Política de Etellekt Consultores, tiene registrados 563 hechos violentos: homicidios dolosos, amenazas, privaciones ilegales de la libertad, robos, intimidaciones y otros delitos, en contra de políticos y candidatos durante este proceso electoral. El más reciente es el caso del candidato de Movimiento Ciudadano (MC) por la alcaldía del municipio de Cajeme, Sonora; Abel Murrieta Gutiérrez quien fuera brutalmente asesinado mientras realizaba un acto de campaña en Ciudad Obregón, el pasado 13 de mayo. El ejecutivo por supuesto “tiene otras cifras”.
En fin, el presidente debiera revisar el tono y el fondo de su actuación, revisar y evaluar si los secretarios de su Gabinete y los legisladores están haciendo bien su trabajo en materia de vinculación y cabildeo. Pero sobre todo debe entender que los mexicanos estamos viendo un “mandatario” irritable, autoritario y tocado por el síndrome del “solitario de palacio”, además de la falta de congruencia y cordura de sus conferencias diarias de prensa. En caso de no rectificar su actitud, sólo terminará hundiéndose más en las arenas movedizas del descrédito social, que tiene a su partido a un paso de perder el poder debido a las valoraciones negativas de su régimen, y su cada vez decreciente aceptación.

