Por Fernando Octavio Hernández Sánchez
Durante este año de confinamiento, varios nos hemos cuestionado cómo será el mundo tras la pandemia. Algunos confían que asimilaremos las lecciones brindadas por esta experiencia, procurando ser más atentos con nuestros semejantes y con el medio ambiente. Sin duda, un cambio así sería ideal considerando el grado de individualismo que acusamos y el grave deterioro ambiental. Sin embargo, las evidencias apuntan en sentido contrario: La polarización presente en distintas sociedades hace prever una mayor agudización de los males que agobian al mundo.
En Colombia, los jóvenes e indígenas han salido a las calles a protestar contra la política fiscal del presidente Iván Duque y los excesos de las fuerzas policíacas, expresando su inconformidad contra el modelo neoliberal que ha agudizado la concentración de la riqueza, tal como los jóvenes chilenos ya habían manifestado a su vez en las protestas de 2019. Es menester atender tales expresiones de malestar social pues podrían multiplicarse en otros puntos de Latinoamérica y el mundo si consideramos que la pandemia ha propiciado una mayor concentración de la riqueza: Para los millones de personas que perdieron sus trabajos por la pandemia y que han sorteado estos meses con grandes privaciones, la riqueza exhibida por los potentados es insultante, más si las autoridades no muestran ninguna empatía hacia el dolor y las carencias de los grupos más vulnerables.
En Estados Unidos, las expresiones de odio entre las diferentes comunidades étnicas que integran la población de aquel país no han cesado aun cuando Donald Trump ya no ocupa la Presidencia: al episodio de “la toma del Capitolio” registrado a comienzos de año, se han seguido las diatribas lanzadas por blancos contra negros, inmigrantes, latinos y musulmanes, prefigurando un clima de mayor tensión que podría desgarrar a la sociedad estadounidense mientras no se atiendan las causas profundas que alimentan el resentimiento de los anglos, especialmente sensibles por el efecto agravante del desempleo y las miles de muertes registradas en aquel país durante la pandemia.
En Israel, la violencia registrada en los últimos días tan sólo exhibe otra vez el carácter irreconciliable de la postura manifestada históricamente por los bandos en disputa: mientras los palestinos están hartos de promesas e indignados por las acciones emprendidas por el régimen de Benyamin Netanyahu contra ellos (desde la obstinación de considerar a Jerusalén como la capital israelí a los desalojos inmobiliarios contra palestinos que habitan en barrios de dicha ciudad), el gobierno israelí ha desatado una ofensiva contra Gaza bajo el argumento de estar combatiendo al terrorismo de Hamas: De ser un país ejemplar en el tratamiento a la pandemia, Israel nuevamente se empeña en mostrarse arrogante ante la ley, menospreciando la vida y las propiedades de los palestinos, lo cual tan sólo producirá un mayor resentimiento entre ambas comunidades.
En nuestro país, la violencia no sólo prevalece en varias partes del territorio sino que incluso se ha cebado con los participantes de la campaña electoral en curso: candidatos asesinados, representantes de las instancias electorales impedidos de ingresar a zonas dominadas por el crimen, más un dispendio de materiales electorales cuyo gasto parece injustificado considerando el escenario derivado de la pandemia; mientras tanto, vemos como cada día el discurso proselitista de las diferentes facciones polariza aún más a la sociedad mexicana, justo cuando las prioridades nacionales deberían enfocarse hacia fines más nobles.
Por su parte, la ONU ha advertido que 2021 debe ser el año decisivo para establecer compromisos reales en materia ambiental, mientras muchos gobiernos e individuos se conducen como si aún dispusiéramos de un periodo de gracia en tanto resolvemos otros asuntos más “urgentes”. En fin, el mundo se encamina a un escenario de mayor encono, por lo que es imprescindible hacer un llamado a la tolerancia y la generosidad hacia nuestros semejantes, comenzando por casa y así hasta abrazar al mundo entero, antes de que sea demasiado tarde.
El autor: Coordinador académico en la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México.

