En estas elecciones, los partidos políticos optaron por la construcción de alianzas pragmáticas. Morena se alió con el PT y PVEM, para crear una nueva versión de Juntos Haremos Historia, que obtuvo el triunfo hace tres años. PAN, PRI y PRD unieron fuerzas en muchos distritos, municipios y algunos estados en Va por México, con el propósito de quitarle al Presidente López Obrador la mayoría en la Cámara de Diputados. El resto de los partidos fueron solos.
Dichas alianzas no han hecho más interesantes, ni mejores las campañas. Hay una mescolanza de lemas, logotipos y colores. Más cuando en algún estado, hay alianza para gobernador, pero no para diputado federal, local o presidente municipal. El voto en varias entidades o distritos electorales será necesariamente diferenciado o bien sólo uno de los partidos coaligados será beneficiado.
Los resultados darán cuenta del éxito o fracaso de dichas estrategias, a quién benefició y a quién perjudicó. Lo más importante, a partir de septiembre, se comprobará su verdadera utilidad en el trabajo legislativo. Cuando rechinen los fierros y se aprieten las tuercas, la ciudadanía sabrá si fueron alianzas para ganar votos únicamente o se construyeron bloques en torno a propuestas, agendas e ideologías.
En 2018 hubo alianzas totalmente electoreras. Morena se alío con el PT y con el PES, éste último de orientación abiertamente evangélica y conservadora. El PES ganó diputados, pero perdió el registro. Ahora compite con las mismas siglas, pero con distinto nombre. El PAN se alió con el PRD con resultados catastróficos para los revolucionarios democráticos. El PRD se desfondó. En masa sus militantes y dirigentes se fueron con Morena, lo que lo llevó al borde de perder el registro. Ya en el Congreso, la mitad de sus legisladores dejaron sus grupos parlamentarios.
En estas elecciones, la incógnita es saber como funcionará la alianza PRI-PAN. Supuestamente el PRI tiene mejores operadores, empezando por sus gobernadores, que saben como producir y reproducir los votos; pero el PAN ha construido una percepción de mayor oposición al Gobierno de López Obrador y por tanto ganar el voto de castigo. En un escenario de derrumbe electoral de Morena, ambos partidos saldrían fortalecidos. Pero en un escenario de empate o de derrota opositora, uno de éstos perderá más que el otro y terminará dándose de topes contra la pared. El PRD que se dé por bien servido si conserva su registro. De hecho puede obtener varios diputados, pero dejar de ser partido nacional.
Movimiento Ciudadano (MC) hizo cosas interesantes. Desechó participar en alguna coalición y desplegó un estrategia de candidaturas más cercanas a los distintos grupos sociales, postulando a personajes con fuerza propia. A días de la elección, en las encuestas MC disputa dos gubernaturas y está arriba de los diez puntos porcentuales.
El pragmatismo es una amalgama muy débil para construir sobre ella la democracia y un sistema de partidos sano. Tampoco es tiempo del puritanismo político, la flexibilización en los dogmas ideológicos abrió la puerta a la pluralidad. Las coaliciones y alianzas deben servir para impulsar agendas y proyectos, no únicamente para intentar ganar votos.
@onelortiz

