Lugar donde se aguarda y espera a todas las gentes
y naciones que hay y que vienen a ella
de las cuatro partes del mundo.
Chimalpain

 

En la obra de Miguel León-Portilla “Toltecayótl; aspectos de la cultura náhuatl”, el experto nahuatlato  acredita la relevancia del significado de la preservación de las acciones culturales de los antepasados de los fundadores de México-Tenochtitlán y del compromiso colectivo de fortalecerlos como lo más valioso de su identidad como nación, y “esa conciencia -sustenta el investigador- alcanzó su mejor manifestación en la adopción del término ‘Toltecayótl’” como el conjunto de creaciones del ser humano en sociedad: su arte, sus conceptos urbanísticos, la organización social, los procesos educativos, la escritura pictográfica, las ciencias calendáricas, la tecnología, así como la poesía y las reflexiones acerca de la divinidad y la fragilidad del ser humano y su mundo, siendo estos los componentes de la Toltequidad que mencionan los sabios nahuatlatos que tuvieron los primeros contactos con frailes y que una vez castellanizados comenzaron a recobrar su legado, su identidad cultural y ese afán civilizatorio destruido y desplazado por la espada, pero recuperado por las plumas que amparó la evangelización.

Los aztecas se sabían poseedores de un pasado fraguado aún antes de su salida de la mítica Aztlán, herencia que les permitió asumir como propias las expresiones culturales que se registraron en las costas del Golfo de México, o en la también legendaria Tamoanchan, así como el cúmulo de manifestaciones tecnológicas, científicas y artísticas que descubrieron a su paso por la metrópoli a la que identificaron como Teotihuacán, o la que les brindó Tollan Xicocotitlán, la Tula de Quetzalcóatl; de igual forma integraron a sus saberes las formas y conocimientos adquiridos en los diversos asentamientos del Cem Anáhuac, destacando su destreza chinampera, la que les permitió ampliar sobre el agua el territorio de Tollan México-Tenochtitlan, es decir, la urbe lacustre que los engrandece y los identifica.

Gracias a la fidelidad de aquello que nuestro tiempo ha reconocido como el “derecho a la memoria” ejercido puntualmente por los mexicas,  es que en este 2021 nos resulta posible reconocer que justo hace 700 años vivían refugiados bajo el dominio del Señor de Culhuacán, lugar del cual serían expulsados en 1324, lo que los obliga a retomar nuevamente el férreo espíritu que los lleva a Iztacalco, a Mixhuca y a Temazcaltitlán, escalas previas al hallazgo de los signos predestinados por Huitzilopochtli para fundar, en 1325, la Gran México-Tenochtitlán.

Conjunción de hechos y símbolos que en voz del cronista indígena Chimalpain se reconoce como el legado expresado en la fundación del centro cósmico-político que la capital de los aztecas representa en la vida de sus habitantes, como destino que aguarda a toda gente y nación proveniente de los cuatro puntos cardinales, tal y como les ocurriera a partir de 1521.