La congruencia, una práctica poco común en la política pero el presidente estadounidense, Joe Biden, parece ser fiel a sus dichos sobre todo en lo que se refiere a cuestiones climáticas donde se ha mostrado como un férreo promotor de las energías limpias y, a diferencia de su predecesor, se ha comprometido públicamente a luchar en contra del calentamiento global y desde los primeros días de su gobierno anunció su compromiso para renovar toda la flota de vehículos oficiales federales por unidades eléctricas, la cifra está por el orden de las 650 mil.

Veremos con el correr del tiempo si el compromiso presidencial es real o como muchos políticos más, se queda en una promesa pública, si en verdad está comprometido con la reducción de emisiones de efecto invernadero para mitigar el calentamiento global que nos afecta a todos. Por lo pronto, en sus primeros meses va en ruta al reincorporar a Estados Unidos al Acuerdo de París, tratado del cual la administración Trump anunció su retirada, lo que quedó sólo en papel ya que el Covid-19, también aquí impactó.

El inquilino de la Casa Blanca lo ha expresado en reuniones privadas, e incluso en algunos discursos públicos, diciendo que retomará las políticas medioambientales de Obama lo que impactó favorablemente a las compañías relacionadas con energías renovables que cotizan en la Bolsa de Valores de Nueva York, incluso vimos en días pasados al mismo presidente en las pruebas de manejo de la nueva pick-up eléctrica de la Ford.

Veremos que tanto avanza el presidente en la ruta del pensar y el actuar en el mismo sentido.

Como candidato, Joe Biden, hizo mención en varias ocasiones a los vehículos eléctricos fabricados en Estados Unidos y manifestó su intención de implantar dicha flota sólo con vehículos eléctricos fabricados en su país…” el gobierno federal posee una enorme flota de vehículos que reemplazaremos con vehículos eléctricos limpios, fabricados aquí por trabajadores estadounidenses creando millones de empleos y contribuyendo al bienestar ambiental”.

Según el último informe publicado por la administración pública, la flota federal estadounidense tiene más de 645.000 vehículos de los cuales: 245.000 son unidades civiles, 173.000 son militares y alrededor de 225.000 trabajan para la Oficina de Correos.

La renovación de una flota de este calibre, (cerca de 650 mil unidades) con características tan particulares no es tarea sencilla, ni mucho menos económica y bueno, por ello el ocupante de la Oficina Oval, sabedor de ello no ha dado plazos definitivos para este remplazo, los más fáciles de sustituir son los vehículos de reparto de la Oficina de Correos, en su mayoría furgonetas de la marca Grumman que en verdad son poco eficientes y con tres décadas o más de antigüedad a las espaldas.

Pero la renovación total sin duda implica tiempo ya que, existen autos con requerimientos especiales, blindajes, carga, espacio, etc. y esto no sólo en autos, sino en camionetas e incluso en camiones y motocicletas. Claro el beneficio ambiental además del ahorro económico a mediano y largo plazo, son una gran motivación.

A 4 meses del nuevo gobierno de los Estados Unidos, la congruencia de su presidente está sólo en el terreno de lo deseable, es muy pronto lo sé, sin embargo, ya hay acciones que nos permiten ver hacia dónde marcha la política ecológica de la nación más poderosa del mundo y una de las más contaminantes también.

El Secretario de Transporte de Joe Biden, Pete Buttigieg, también ha manifestado su deseo de dar un impulso a los vehículos eléctricos asegurando que quieren poner millones de coches eléctricos en las carreteras estadounidenses, pero en política siempre hay que tener presente que, del dicho al hecho, hay gran trecho.

Hay que decirlo, el ambiente que se respira en la Casa Blanca sobre la lucha pro ambiental es muy diferente a la de la administración anterior, Joe Biden firmó el 27 de enero otras órdenes ejecutivas por las que se reducían los subsidios para el sector del petróleo y de otros combustibles fósiles, se pausaban las nuevas concesiones para la explotación petrolera y de gas en tierras y aguas federales y se planeaba dar un giro de 180º con respecto a su predecesor que, también a punta de decretos, deshizo muchos de los avances en materia ambiental que había dejado la presidencia de Obama. Ese es el problema de los decretos que, como ahora lo está haciendo el demócrata, pueden ser revertidos por el siguiente inquilino (o inquilina) de la Casa Blanca.

Aún le queda mucho por hacer en materia ambiental al presidente de los Estados Unidos para que pueda sentirse orgulloso de su papel en la lucha contra el cambio climático, sus acciones iniciales han sido bienvenidas por la comunidad internacional.

Hay que recordar que el 25 y 26 de enero pasado, varios líderes mundiales participaron en la cumbre sobre adaptación climática, un evento virtual organizado por Países Bajos. Esta cumbre fue una de las primeras en centrarse, más que en las causas del cambio climático, en los efectos de éste y cómo adaptarse o mitigar su impacto.

António Guterres, Secretario General de la ONU, pidió, por ejemplo, que la mitad del presupuesto para el clima se dedique a la adaptación. Esto significa, entre muchas otras cosas, invertir más en la construcción de espacios verdes en las ciudades o en la instalación de sistemas de recolección de agua lluvia para evitar inundaciones; tener mejores sistemas de alerta de tormentas o edificios y carreteras más resistentes a éstas. Todas estas medidas podrían ahorrar en daños que, en términos económicos, cuadruplicarían el costo de implementarlas. Hasta el momento el presupuesto es de tan sólo un 5 por ciento del dinero reservado al clima, cifra muy lejana al 50 por ciento que pide la ONU y con la que coinciden los expertos en adaptación climática.

Y bueno el presidente, Joe Biden, va más allá de política, veremos qué tanto avanza, qué tan congruente es en realidad en este complejo mundo del cambio climático.

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