“Sé cortés con todos,  pero íntimo, con pocos”.
Washington

Este 19 de junio se conmemora el primer centenario del prematuro fallecimiento de “el poeta del íntimo decoro”, el jerezano Ramón López Velarde y Berumen, ocurrido en una de las viviendas interiores del inmueble marcado con el número 73 de la Avenida Jalisco (hoy Avenida Álvaro Obregón) emblemática vialidad concebida por el arquitecto Lewis Lamm como el paseo arbolado de la moderna colonia Roma.

Es ahí, en esa vivienda interior -a la que el abogado y poeta llegó en 1918, tres años antes de su sentido deceso-, donde fueron concebidos y revisados en la intimidad los últimos escritos del articulista y versificador, y seguramente ahí susurró la “Suave Patria”, obra fundacional y legado literario que ennobleció la primera edición de la revista “El Maestro”, instrumento de vinculación cultural con el magisterio de la naciente Secretaría de Educación Pública fundada por José Vasconcelos.

Pese a la popularidad del poema patrio, la creatividad de López Velarde se consolida en sus múltiples artículos periodístico y en sus diversos poemarios surgidos de una intensa y contrastante vida en el que su lucha interna gravitó entre antagonismos exigentes y culposos fraguados entre una educación religiosa y sus ansias de libertad y ruptura con la estrecha y cuasi feudal sociedad jerezana que padeció en carne propia como primogénito de una familia ante sus parientes cercanos y lejanos, para cuyos miembros el término decoro fue divisa distintiva de su pertenencia gremial y prosapia hacendaria.

Los Berumen, familia materna de Ramón Modesto, forman parte de una de las más ancestrales familias de hacendados de la zona y, como ocurrió durante la Colonia y el siglo XIX, los matrimonios convenidos por las familias generaron una intrincada y estrecha red de lazos afectivos e intereses, como por ejemplo el parentesco existente con Josefa de los Ríos, inmortalizada por el poeta con el evocador nombre de Fuensanta.

La lealtad lopez-velardiana a su provincia y al comportamiento adecuado y respetuoso, es decir al decoro inculcado desde la cuna, distinguieron al poeta jerezano a lo largo de su vida. Sus buenas maneras y su bonhomía le franquearon puertas, admiración y amistades que le permitieron sobrellevar en sus últimos años las tragedias y descalabros que provocaron en el poeta una profunda depresión en el sensible espíritu que le caracterizó y que explayó en cada una de sus creaciones literarias, obras que afloran cual susurrantes e íntimas confesiones que,  aunque se abren a la mitad del foro a la manera del tenor que imita, lograron cortar a su epopeya personal no uno sino infinidad de gajos.

Contradiciendo la máxima usada por George Washington: a través de su literatura Ramón López Velarde fue cortés e íntimo con todos sus lectores.