El presidente Andrés Manuel López Obrador anunció los temas de sus propuestas de reformas constitucionales para los siguientes tres años. Uno de éstos, la reforma a la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Nadie sabe a ciencia cierta de que se trata. Puede ser un buscapié para seguir sacando de sus casillas a sus opositores o un parche a la legislación vigente. Mientras son peras o son manzanas, pongamos sobre la mesa la transformación a fondo de esta empresa.
La CFE debe desaparecer. En su lugar debe crearse la Comisión Nacional de Energía (CFE 2.0), mismas siglas pero mayores alcances, la cual debería ser parte de una estrategia integral de energía del Estado Mexicano para los siguientes ochenta años.
El 14 de agosto de 1937, el presidente Lázaro Cárdenas decretó la creación de la CFE para organizar y dirigir un sistema eléctrico nacional de generación, transmisión y distribución de energía eléctrica. En el momento de su creación, la CFE tenía el enorme reto de electrificar al país. Se decía que un pueblo progresaba cuando la luz eléctrica llegaba y cuando se construía una carretera pavimentada que lo comunicaba con el resto del municipio o del Estado. Ahora, la misión de la CFE es prestar el servicio público de energía eléctrica con criterios de suficiencia, competitividad y sustentabilidad, comprometidos con la satisfacción de los clientes, con el desarrollo del país y con la preservación del medio ambiente. Una misión aceptable, pero que sólo será una realidad si se cumplen cuatro aspectos y la CFE se transforma en la CFE2.0.
El primero, control estatal, pero con participación social. Indudablemente la CFE 2.0 debería continuar como una empresa de participación mayoritaria del Estado, pero debe abrirse a la participación social. Existen varios ejemplos exitosos de este modelo. No sólo para allegarse de recursos, sino para que los ciudadanos que así lo consideren puedan invertir en una de las empresas más importantes de México.
El Segundo, apostar por las energías limpias. Si bien la CFE 2.0 daría buen uso a los recursos existentes, es tiempo de una definición clara a favor de las energías limpias. La transferencia energética llevará tiempo, pero se deben dar pasos fundamentales en ese aspecto. Ya vamos tarde hacia esa transformación, México no puede quedar anclado en el pasado.
El tercero, la CFE 2.0 debería participar en condiciones de equidad en el mercado de la energía nacional e internacional. Las reformas estructurales del sexenio anterior son desfavorables, tienen que cambiarse para una competencia justa. Sin privilegios, pero sí equitativa.
El cuarto, eliminar la corrupción, el despilfarro y cualquier aspecto que entorpezca su desarrollo como una empresa de carácter mundial como ella misma se presenta. Debe mejorarse su administración, su modelo de funcionamiento y sus mecanismos de financiamiento.
El debate de esta reforma debe incluir a la sociedad, no únicamente en el modelo de parlamento abierto, que ya se agotó, sino discutiendo las propuestas, la que enviará el presidente y las que puedan surgir de otras fuerzas políticas, las universidades y los propios ciudadanos. Eso digo yo. ¿Usted que opina?
@onelortiz