Ahora toca hablar mal de Alejandro Magno. Fue aficionado al vino, pero mal borracho; los que se animaban a beber con él sabían que corrían mucho peligro. Era agresivo.
La afición por el vino la heredó Alejandro de su padre y de su madre; no tenía salvación; estuvieron de por medio sus dos ancestros. Ya hemos visto que Demóstenes censuró a Filipo de Macedonia por su afición al vino (Plutarco, Vidas paralelas, Demóstenes, XVI). “Mas también Filipo el padre de Alejandro era aficionado a la bebida, según cuenta Teopompo en el libro XXVI de sus Historias. Y en otro pasaje de la obra escribe: ‘Filipo era alocado e impetuoso en el momento de peligro, en parte por naturaleza y en parte por la acción del vino. Era, en efecto, un gran bebedor, y con frecuencia acudía en auxilio de sus tropas borracho’.” (Ateneo, Banquete de los eruditos, libro X, 435 A y B).
Su madre Olimpia. “… estaba iniciada en los misterios Órficos y en las orgías de Baco, … llevaba en las juntas báquicas unas serpientes grandes domesticadas por ella, las que, saliéndose muchas veces de la hiedra y de la zaranda mística, y enroscándose en los tirsos y en las coronas, asustaban a los concurrentes. (Plutarco Vidas paralelas, Alejandro, II).
El viaje de Alejandro a Oriente fue de conquista, borrachera, banquetes y fiestas: “Repuso allí sus tropas y marchó en continua fiesta unos siete días por la Carmania. … banqueteando continuamente de día y noche. … Había mucha música de flauta y chirimías, y todo resonaba con versos, canciones y con algazara de mujeres poseídas de Baco; y a este desorden y confusión de camino seguía el juego de la báquica descompostura, como si el mismo dios se hallara presente y concurriera a aquel gozoso desfile.” (Plutarco, ob. cit. LXVII).
“Vuelto Alejandro de la hoguera, convidó a muchos de sus amigos y de los oficiales a un banquete, en el que propuso un certamen de intemperancia en el beber y corona para el que más se desmandase. Prómaco, que fue el que bebió más, llegó hasta cuatro medidas, y recibiendo la corona de la victoria, estimada en un talento, sobrevivió tres días. De los demás dice Cares que cuarenta y uno murieron en el acto de beber, habiéndoles acometido un frío violento enseguida de la embriaguez.” (Plutarco, ob. cit., LXX).
“…Alejandro pidió en cierta ocasión una copa de dos congios (casi 6,5 litros), bebió, y se la brindó a Proteas. Éste la cogió y, tras cantar largamente las loas del rey, se la bebió, de modo que fue aplaudido por todos. Al poco rato fue Proteas quien pidió la misma copa, tomó y la apuró valerosamente, pero no pudo sostenerla, sino que la dejó caer de las manos y se dobló sobre la almohada. Y después de esto enfermó y murió debido a que Dioniso, afirma (Efipo), se había encolerizado con él por haber sitiado su patria Tebas. No obstante, Alejandro bebía muchísimo, hasta el punto de dormir después de una borrachera dos días y dos noches sin interrupción. (Ateneo, Banquete de los eruditos, libro X, 434 A y B).
“Durante la celebración de la fiesta estuvo bebiendo durante largo rato (y es que Alejandro ya había adquirido por entonces el hábito de beber a la usanza bárbara) y, en el curso de la charla y mientras se seguía bebiendo, se suscitó el tema de los Dioscuros, y como la paternidad de éstos se le había asignado a Zeus en detrimento de Tindareo.
… Clito ya se había mostrado desde hacía tiempo molesto por estas desviaciones de Alejandro hacía las costumbres bárbaras, así como por la presencia de estos aduladores que con sus palabras le lisonjeaban. Pero fue en este momento, cuando, estimulado por el vino, manifestó que no estaba dispuesto a permitir insolencias contra la divinidad, ni a que las hazañas de los antiguos héroes quedaran preteridas para atribuir a Alejandro honores inmerecidos, ….
Fueron, desde luego, palabras que ya no pudo aprobar, pues considero que cuando se está bebido es conveniente que cada cual sepa guardar silencio y no sumarse a lo que otros dicen por adulación.
… Bajo el influjo del vino Clito denostaba por todo a Alejandro, espetándole que él mismo le había salvado la vida en cierta ocasión, … Alejandro ya no aguantó más la borracha insolencia de Clito, y se lanzó sobre él en un ataque de ira, pero fue interceptado por los compañeros de fiesta. Clito no cesaba de comportarse insolentemente, … Los Compañeros se vieron entonces incapaces de contenerle, ya que, según dicen algunos, dio un gran salto y arrebató a uno de los de su guardia personal su lanza, y golpeó con ella a Clito hasta matarlo, según otros fue con una sarisa de uno de la guardia.” (Arriano, Anábasis de Alejandro Magno, libro IV, 8, 2 a 8).
Arriano censuró que Alejandro se haya dejado dominar por dos vicios: la cólera y la bebida. Una vez que Alejandro asesinó a su fiel amigo bajo los efectos del vino intentó darse muerte. (Arriano, Anábasis de Alejandro Magno, libro IV, 8, 2, 4, 6 a 8 y 9, 1 y 2).
Al final de su vida, Alejandro, a pesar de estar gravemente enfermó, siguió bebiendo vino; lo hizo toda la noche antes de caer en cama para no levantarse más (Plutarco, ob. cit. LXXV).
Respecto de la afición de Alejandro por la bebida ver también Arriano, libro IV, 12, 3; libro VII, 24, 7; 25, 1; 27, 2). En alguna parte el mismo autor refiere: “… acaeció que Alejandro estuvo bebiendo aquella noche hasta el amanecer (libro IV, 13, 5). A pesar de lo anterior, Arriano, al hacer el retrato de Alejandro, afirma: “Incluso los festines los prolongaba Alejandro, según dice Aristobulo, no por beber, ya que Alejandro no fue un gran bebedor, sino por su espíritu de camaradería con los Compañeros.” (ob. cit. 29, 4).
Tenía buena prensa. De él se decía: “Poseyó una hermosura sobrehumana y excelsa, el cuello erguido, los ojos radiantes, las mejillas graciosamente sonrosadas, y el resto de su cuerpo no carecía de una cierta belleza majestuosa. Venció a todos, pero fue vencido por el vino y la cólera: y terminó sus días en Babilonia enfermo de embriaguez y reducido a un estado más humilde que el que conoció en vida.” (Solino, Colección de hechos memorables o el erudito, 9, 20). En las comedias era objeto de burlas: “«Has bebido más que el rey Alejandro».” Menandro, Comedias. El Adulador, Fr. 3.
“… la noche y el vino extravían el juicio sobre la belleza.” Ovidio, El arte de Amar, libro 1, pág. 59.
“Quiero darte la medida a que te atengas en el beber: es aquella que no impide al seso ni a los pies cumplir el oficio. Evita en primer término, las reyertas que provoca el vino y los puños demasiado prontos a repartir golpes.” Ovidio, El arte de amar, libro 1, pág. 70.
“Entre el vino y los manjares sólo ha de reinar la alegría.” Ovidio, El arte de amar, libro 1, pág. 70.
“La embriaguez verdadera perjudica, y cuando es fingida puede ser útil.” Ovidio, El arte de amar, libro 1, pág. 70.
“El vino predispone el ánimo del placer, si no se apura con abundancia; más la embriaguez entorpece nuestros ardientes deseos.” Ovidio, El remedio del amor, pág. 158.
“O no te embriaguez o, si lo hicieres, sea tan grande la borrachera que te libre de todos los cuidados: en tal alternativa el justo medio es siempre dañoso.” Ovidio, El remedio del amor, pág. 157.
“Y el vino, dicen, fue descubierto por él (Osiris) cerca de Nisa, y… fue el primero en beber vino y mostrar a la humanidad la cultura de la viña y el uso del vino, así como la manera de cosechar la uva y almacenar el vino.” Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica 1, libro 1, 15.
Cuando se sirve vino sin mezclar en una comida se agradece diciendo “Al Buen Dios”; y cuando se pasa la copa de vino diluido con agua, después de una comida, dicen “A Zeus Salvador”. Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica, II, libro IV, 3.
El beber vino sin mezclar produce un estado de locura; pero cuando se diluye con la lluvia de Zeus, el gusto y el placer continúan y no se presenta el efecto de la locura. Diodoro de Sicilia, ob. cit., II, libro IV, 3.
“¡Ay, maldito quien descubrió el vino puro y el primero que contaminó el agua clara con néctar! Propercio, Elegías, libro II, 33B, 25 y sigs.
“Con el vino se aja la belleza, con el vino se marchita la juventud, con el vino a menudo la amante no reconoce a su amado.” Propercio, Elegías, libro II, 33B, 30 y sigs.
“… en tu vino se encuentra el remedio a las cuitas de amor.” Propercio, Elegías, libro III. 17, 1 y sigs.
“Pues una noche sin vino atormenta sin cesar a los amantes solitarios …” Propercio, Elegías, libro III, 17, 10 y sigs.
Al casamiento de Pirítoo con Deidamía: “… también fueron convidados al banquete los Centauros, los cuáles insolentándose en demasía, como después, ya acalorados con el vino, se desmandasen con las mujeres, los Lapitas se movieron a defenderlas…” Plutarco, Vidas Paralelas, Teseo, XXX.
Los galos de origen céltico: “… habiendo llegado, aunque tarde, a probar el vino, traído entonces por la primera vez de Italia, de tal manera se maravillaron de aquella bebida, y hasta tal punto los sacó a todos de juicio su dulzura, que tomando las armas y llevando consigo a sus familias corrieron arrebatadamente a los Alpes, en busca de la tierra que tal fruto producía, teniendo todos los demás países por estériles y silvestres.” Plutarco, Vidas Paralelas, Camilo, XV.
A la mujer la juzgaban los parientes del marido: “… cuando había adulterio y, lo que parecería a los griegos una falta mínima, si se descubría que una mujer había bebido vino. Rómulo permitió castigar estas dos faltas con la muerte, como los más graves de los delitos femeninos, por considerar el adulterio principio de locura temeraria, y a la borrachera de adulterio.” Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma, libro II, 25, 6.
“Los pobres se vuelven ricos, los ricos ven crecer su felicidad cuando son dominados por los dardos del dios de la vida (el vino) …” Píndaro, Odas. Frags. de género desconocido, 81, pág. 135.
“Bebamos, pues, bebamos. – La lámpara luciente – ¿a qué fin esperamos? – El día va volando brevemente, – y el vino ya en las tazas derramado, – formando mil colores, – brinda y convida al paladar cansado. – El vino delicado, – cuyos dulces favores – debidos son al hijo de Semele – y Jove soberano, – que de los males bárbaros se duele – y al olvido los da con franca mano, – derrama, pues, derrama: – colma este vaso; aquel al punto llena – que el uno al otro llama, – y haz una mezcla buena – a dos de vino ardiente – juntando uno de agua solamente.” Píndaro, Odas. Alceo, Oda V, pág. 148 – 149.
“Yo mucho más, amado Baco, bebo – que Cíclope sañudo, – cuando beodo, del humano cebo – llenó su vientre crudo. – Bebo, gran Baco, y ojalá pudiera – del enemigo airado – cortar la testa: entonces yo bebiera – de Filipo malvado – en el cráneo feroz vino sabroso. – Filipo, que la muerte – gustó en el vaso amigo, venenoso – con merecida suerte.” Píndaro, Odas, Alceo, oda VII, pág. 149.
“Venga el vino sabroso, – que no hay mejor remedio a los dolores – que beodo y gozoso – disfrutar sus favores.” Píndaro, Odas, Alceo, oda VIII, pág. 150.
“Bebe, querido amigo, – bebe unido conmigo: – la dulce pubertad conmigo pasa, – conmigo te corona; – y si de seso mi cabeza escasa – loquea, tú me abona. – Y si gozo de juicio, – de juicioso también haz el oficio.” Píndaro, Odas, Alceo, oda X, pág. 150.
“Cuando me asalta Baco no hay cuidado que vele, ni al mismo Creso estimo con todos sus haberes. Luego la dulce Musa me coge de repente, y me fabrica versos para cantar alegre. Tras esto, con la hiedra ceñidas ambas sienes, las cosas todas huello, por más que se veneren. Corra el otro a las armas cargado de paveses, que yo tan solo al vino correré diligente. Por eso tú, muchacho, echa vino y sé breve, que más quiero asomarme que morir de repente.” Píndaro, Odas, Anacreonte, Del Vino, pág. 175.
“… Cuando bebo el suave vino, rociado con ungüentos y abrazado con mi dama, de la Venus canto en verso…” Píndaro, Odas, Anacreonte, De sí mismo, pág. 177.
Diógenes le dijo a un joven: “… que había sido visto en una taberna y había huido hacia su interior: «cuanto más adentro huyas, más te hallarás en la taberna»”. Plutarco, Moralia I, 82D, p. 292.
“Pues a los demás hombres es la bebida la que los empuja a cantar y a bailar. Pero entre vosotros, sin embargo, ocurre lo contrario: el canto es lo que os lleva a la bebida y la locura. En efecto, la naturaleza del vino, hace que no se pueda actuar con discreción, sino que obliga, a los que usan de él torpemente y sin moderación, a hacer muchas inconveniencias.” Dión de Prusia, Discursos. XXXII, 55, p. 386.
“Dícese que más bien eran desenvueltas y varoniles, aun con los mismos hombres, y en casa mandaban con todo imperio; y que además en los negocios públicos daban dictamen con desembarazo, aun en los de mayor importancia. Mas Numa, aunque a las casadas les guardó en la relación con sus maridos todo el decoro y honor que obsequiadas con motivo del robo tuvieron en el reinado de Rómulo, les impuso, sin embargo, mucho pudor; les quitó el ser bulliciosas, las enseñó a ser sobrias y las acostumbró al silencio; así es que absolutamente no probaban el vino, y no estando presentes sus maridos, no hablaban ni de lo muy preciso.” Plutarco. Vidas Paralelas 3. Comparación de Licurgo y Numa, III.