“La violencia es el miedo a los ideales de los demás”.
Gandhi

 

A medio siglo de los aciagos sucesos conocidos como “Jueves de Corpus” o “Halconazo”, este 10 de junio la Capital Cultural de América rememorará uno de los pasajes más sombríos de su historia moderna.

Con un importante número de actividades, la mayor parte de ellas histórico-reflexivas, las generaciones que vivimos esos lamentables sucesos traeremos a la memoria los alcances y niveles de represión y simulación que el gobierno del “Arriba y Adelante”, encabezado por el ahora centenario Luis Echeverría Álvarez, operó en torno a la matanza de más de 120 jóvenes idealistas: estudiantes que acudieron a la convocatoria del CoCo (Comité Coordinador), para expresar sus exigencias de respeto a la autonomía educativa y por la democratización tanto de la enseñanza como de la vida pública del país.

Para la memoria colectiva del estudiantado, la sangre derramada en la Plaza de las Tres Culturas aún estaba fresca, y las acciones represivas del diazordacismo se contaban en cada uno de los presos políticos, reconocidos o anónimos, que se acinaban en Lecumberri y en otras penitenciarias del país.

Pese al esfuerzo publicitario desplegado en una campaña presidencial “triunfalista y nacionalista” con la que se evidenció la represión, adustez y elitismo exhibido por el saliente presidente Díaz Ordaz; las imágenes de lo ocurrido mantuvieron su nitidez en el imaginario colectivo del estudiantado mexicano y en la conciencia de esos jóvenes que al llegar a los 18 años por vez primera votaríamos merced a una reforma constitucional que nos ubicó en la adultez no por otorgarnos derechos sino para enviarnos a las cárceles en vez de a los correccionales de menores.

En consonancia con las formas y ritos transexenales, también los discursos cambiaron, los escenarios fueron modificados, pero los fondos siguieron siendo los mismos: tras el camuflaje folklorista con el que se pretendía ocultar  la represión, la contradicción afloró en Nuevo León cuando se tomó la decisión de anular el movimiento democratizador que el estudiantado universitario culminó con la elección del Rector Héctor Ulises Leal Flores, hecho que provocó -como respuesta oficial- la reducción a niveles de infamia de los recursos públicos destinados a la Universidad Autónoma de Nuevo León y la aprobación de la reforma legislativa que suprimió  la autonomía de esa casa de estudios.

Fueron estos actos represivos los que pesaron al organizar la Marcha del 10 de junio en aquel 1971, convocada desde el Casco Politécnico de Santo Tomás, cuyo fatídico trayecto y desenlace desenmascaró el autoritarismo de Echeverría y su proverbial endose de cuentas sobre sus correligionarios incómodos, tal y como lo dio a entender el regente Alfonso Martínez Domínguez, quien se sintió obligado a dimitir ante el abandono de su jefe político y administrativo.

Nadie mejor que Gandhi al encontrar las palabras justas para explicar la arbitrariedad de quienes transforman en violencia su miedo a los ideales de los demás.