Haití, noticia menor

Mientras las manifestaciones, al grito de “Patria y vida”, de los cubanos contra el gobierno, que no puede satisfacer las necesidades materiales y limita, cuando no niega derechos humanos y libertades, acaparan las noticias y comentarios internacionales, otra noticia, también del Caribe: el asesinato del presidente de Haití, se cuela en los medios.

El tema cubano que acapara, por razones obvias, las “primeras planas” de las noticias internacionales, muestra que Miguel Díaz-Canel, sucesor de la dinastía Castro —Raúl el último— va siendo una mala copia de ellos. Y vemos, igualmente, a Raúl Castro reapareciendo para apoyar a su delfín.

Las redes sociales y los medios también muestran al gran novelista cubano Leonardo Padura, advirtiendo al régimen que las protestas no se deben solo a la crisis económica y sanitaria, sino a una crisis de confianza y perdida de expectativas. Dan cuenta, por último, las noticias, de los pronunciamientos del presidente Biden pidiendo al régimen cubano atender “el grito de libertad” de su pueblo.

Pero nada dice Biden de suspender el embargo —“absurdamente cruel”, dice la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez— impuesto por Estados Unidos a Cuba, desde inicios de los años 60 del pasado siglo. Porque el mandatario demócrata está atado de manos por un amplio sector del partido republicano, en especial Marco Rubio, el senador cubanoestadounidense, por Florida, quien con Ted Cruz y Robert Menendez, también senadores con raíces cubanas, encabeza una suerte de gang que impide la más mínima apertura y negociación con Cuba que facilite su democratización.

Ante el impacto mediático y real de lo que sucede en la llamada “Perla de las Antillas”, las noticias sobre el asesinato del presidente de Haití el 7 de julio y de sus consecuencias, aunque aparecen, pierden relevancia. A pesar de que la situación en esta otra isla del Caribe sea de extrema gravedad ante el magnicidio, ya que las instituciones del Estado haitiano son casi inexistentes: sin Cámara baja, en una confusión constitucional y con un Senado de solo 30 por ciento de los parlamentarios en activo, según informa The New York Times. Padeciendo, además, a no pocos políticos corruptos en rebatinga por el poder.

Todo ello, mientras el pueblo, en extrema pobreza, es víctima de las bandas armadas que controlan los barrios menesterosos de Puerto Príncipe, y del expolio a que lo someten las familias ricas que controlan el negocio de la energía, la telefonía y la banca. De ahí que la endémica situación de Haití, haga afirmar a muchos que es un Estado fallido. Lo que no es válido, en cambio, decirlo de Cuba, como lo hace Biden, aunque, por supuesto, no se justifiquen las graves violaciones de derechos y libertades que comete el régimen de La Habana, ni su torpeza política.

 

El gang de Marco Rubio y Florida

El asesinato de Jovenel Moîse fue perpetrado —debería yo añadir “presumiblemente”, para reconocer la presunción de inocencia que se exige en los sistemas jurídicos civilizados— por una treintena de militares colombianos en retiro, entrenados en países como Estados Unidos e Israel y que fueron contratados en Florida como mercenarios. El grupo fue completado con un par de haitianos, residentes en Estados Unidos, que servirían como intérpretes de los colombianos, hispano hablantes. Hay, asimismo, sospechas fundadas de que la seguridad del mandatario, al menos el jefe de ella, estaría involucrada en el atentado.

El asesinato, quienes lo ejecutaron y quien o quienes pudieron haberlo ordenado, está siendo investigado por la policía y fuerzas de seguridad de Haití, así como por fuerzas de seguridad y servicios de inteligencia —FBI— de Estados Unidos, la Interpol y órganos de seguridad del ejército y civil de Colombia. Los medios, además, han ido publicando resultados de las pesquisas y están realizando su propia investigación.

Las investigaciones involucran tanto a Haití, como a Washington y Bogotá, en virtud de la nacionalidad colombiana de los militares en retiro contratados, de la nacionalidad haitiano estadounidense y residencia en Estados Unidos de los intérpretes; y de que las contrataciones de mercenarios fueron realizadas por empresas de seguridad y personas registradas en la Unión Americana.

Hay que decir, por otro lado, que el presidente asesinado tenía un expediente turbio: en 2018 fue denunciado por corrupción, relacionada con los fondos del programa venezolano de atuda Petrocaribe, y últimamente era objeto de fuertes críticas y de una oposición política feroz porque estaba excediendo, a través de burdas chicanas, el período de su mandato, que debió concluir el 7 de febrero último.

El mismo 7 de febrero, Moïse había denunciado que sus opositores, así como jueces de la corte de casasión y altos mandos de la policía planeaban su asesinato, lo que dio lugar a detenciones, que sin embargo fueron echadas abajo por orden judicial. Esta situación, el hecho de que estuviera gobernando a través de decretos, siendo acusado de “dictador” y sus pleitos—-por el control de los grandes negocios: energía, telefonía, banca, etc.— con la élite del dinero y con las bandas armadas, pudieron estar detrás de su asesinato.

Para volver al tema del homicidio, es importante hacer notar que la contratación de los mercenarios colombianos y estadounidenses que habrían participado en el asesinato del presidente haitiano, fue realizada por una empresa ubicada en Miami: la Counter Terrorism Unit (CTU), propiedad del venezolano Antonio Tony Intriago, también afincado en Florida, que, según su página web proporciona equipo para uso policial y militar y da entrenamiento a fuerzas de seguridad en América Latina.

Esto revela que en Florida hay empresas que entrenan mercenarios, que son contratados a fin de participar en guerras, tan lejanas como Yemen; y “para desestabilizar gobiernos de América Latina”, como informa el profesor en Georgetown Sean McFate y lo comenta Andy Robinson, corresponsal en Miami del diario catalán La Vanguardia.

Las investigaciones sobre el crimen han producido otras revelaciones de verdadero interés, como las que hen hecho analistas de The Washington Post, acerca de una reunión que tuvo lugar en Fort Lauderdale, Florida, el 12 de mayo pasado, para “salvar Haití”, a la que asistieron, entre otros, el mencionado Tony Intriago, Walter Veintimilla, un financiero de Florida, propietario de la empresa Worldwide Investment Development Group, que invierte en proyectos de infraestructura y Christian Emmanuel Sanon, líder evangélico haitiano, residente igualmente en Fort Lauderdale.

En la reunión y similares encuentros de estos y otros personajes, se habló de un proyecto de inversión de 83 mil millones de dólares, que se inyectarían a “la nación más pobre del hemisferio occidental”, dotándola de carreteras, redes eléctricas, puertos marítimos y aeropuertos. Se preveía, asimismo, que hubiera un cambio pacífico en el liderazgo en Haití -¿la deposición de Moïse?- y que Sanon asumiera la presidencia del país.

No parece, sin embargo, que haya, hasta ahora, elementos para afirmar que Sanon y el grupo reunido en Fort Lauderdale o vinculado a los reunidos, hubiera conspirado para asesinar al presidente. Sin embargo, la opacidad de todos estos planes han dado lugar, por lo pronto, a que Sanon haya sido aprehendido por las fuerzas de seguridad haitiana.

Lo que me interesa reiterar es que en Florida principalmente, la presencia, de larga data, de exiliados cubanos, haitianos y venezolanos ha dado lugar a que esas comunidades apoyen todo proyecto hostil al gobierno de sus países, que los expulsó o del cual huyeron. Como sucedió con la frustrada invasión de Bahia de Cochinos, en 1961 en Cuba y con un recentísimo proyecto de incursión a Venezuela, por cierto apoyado por la mencionada empresa de Intriago y en el que se involucró al dirigente venezolano de oposición, Juan Guaidó.

La hostilidad de esos exiliados, de la que fue expresión por excelencia el militante, agresivo, anticastrismo de Jorge Mas Canosa, es aprovechada de manera perversa por personajes como los senadores Marco Rubio, de Florida, Ted Cruz y Robert Menendez, para imponer su sello a la política latinoamericana de Estados Unidos. Con tal eficacia que Trump mismo se sometía a su dictadura -como parece que lo hace también Biden.

 

¿Hay “nuevo amanecer” para Haiti?

Haití a fines del siglo XVII se transformó en la principal colonia francesa y, posiblemente en la más rica colonia del mundo, gracias a la proliferación de plantaciones de azúcar (llegando a representar la mitad del consumo de Europa), café, y otros productos.

En 1804, una revuelta de esclavos liderada por el general Toussaint Louverture lo convirtió, además, en la primera nación independiente de toda América Latina y el Caribe, y la primera en el mundo en abolir la esclavitud. Siguieron, sin embargo, cerca de 100 años de inestabilidad política y el pago de una onerosa indemnización a Francia.

Esos 100 años fueron de calvario, con la ocupación militar de Estados Unidos, entre 1915 y 1934, la llamada Masacre de Perejil, instigada por Rafael Leónidas Trujillo. el dictador de la vecina República Dominicana y la brutal dictadura de François Duvalier —Papá Doc— de 1957 a 1971 y de su hijo Jean-Claude —Baby Doc— 1971 a 1986. Sin hablar del terremoto devastador que sufrió el país en 2010.

Después, hasta hoy, Haití ha transitado por una endeble democracia, que, con el asesinato del presidente Jovenel Moïse, parecería nuevamente perderse, pues el primer ministro en ejercicio, Claude Joseph, que dirige el país desde el asesinato de Moïse, se rehusaba a ceder el poder a Ariel Henry, quien ya había sido nombrado como tal por el presidente fallecido.

Felizmente la política —el arte de negociar— ha funcionado y Claude Joseph reasumirá el ministerio de Relaciones Exteriores, mientras Ariel Henry será el primer ministro. Lo que es positivo porque Henry, cirujano de prestigio, goza de experiencia política y se le considera moderado y conciliador.

Se supone que el nuevo premier tendrá a su cargo los comicios presidencial y legislativo, que se deberían celebrar el 26 de septiembre próximo. Habrá que ver, sin embargo, si la complicada situación política, pendiente de que se aclare el asesinato de Moïse, permite la celebración.

A raíz del asesinato de Moïse, en el desfalleciente gobierno haitiano, en medios políticos y entre la opinión pública, se pidió apoyo económico y político e incluso se solicitó la intervención armada de Estados Unidos. Lo que afortunadamente no fue atendido por Biden.

Existen, sin embargo, otras iniciativas internacionales para contribuir, de alguna manera, a estabilizar al presente gobierno haitiano, en espera de que se celebren las elecciones el 26 de septiembre o en fechas posteriores. Por ejemplo, la OEA -aunque personalmente tengo mis reservas a Luis Almagro, su controvertido secretario general- y también el llamado Core Group, que es una alianza de países amigos de Haití, entre otros Estados Unidos, Canadá, Francia y Brasil.

Quisiera, para concluir estos comentarios, señalar Francia debería ser el país “insignia” de los apoyos políticos que Haití requiere -sin perjuicio de los que puedan ofrecerle los otros integrantes del Core Group. Porque es Francia, antigua metrópoli, que exigió en su momento onerosas compensaciones a la Isla recién independizada, vinculada aún a Francia por su idioma de comunicación con el mundo. Que es el francés, sin perjuicio de que el creole sea su lengua de todos los días.

París, la Francia inmortal, tiene responsabilidades y compromisos históricos no solo con Argelia y el África subsaharina cuyos países fueron colonias francesas, sino también con Haití, país, este país francófono de América Latina y el Caribe.