Editorial

No juguemos con los juguetes de López Obrador. No caigamos en la tentación de caer en las trampas que tiende a los medios y a la opinión pública para distraernos del fracaso de su gobierno.

Ahora recurre a la sucesión presidencial, uno de los deportes favorito de los mexicanos, para ponernos a hacer futurismo y hacer olvidar los videos donde sus hermanos reciben costales de dinero.

Con tal de esconder la corrupción familiar, lanza al aire una lista de posibles candidatos a la presidencia para que empiecen a disparar sobre ellos y dejen tranquilos a la dinastía de Palacio. Lo que menos le importa es que maten políticamente a sus “corcholatas”. Él impondrá, —cuando quiera y como quiera— a su sucesor o sucesora en 2024.

El presidente juega perversamente con las ambiciones de sus colaboradores igual que los Césares más sanguinarios. Los intriga y arroja a la arena de la competencia política para que se destrocen entre ellos y,  al final,  él, —que es el pueblo—, elige un “caballo negro”.

Adelantar tres años y medio el calendario sucesorio logró que el video donde aparece Martín Jesús López Obrador recibiendo 150 mil pesos tuviera corta vida. Sin embargo, eso da pie para recordar el “modus vivendi” de la familia presidencial.

Los mexicanos siempre hemos tenido que cargar con la parentela de los mandatarios. Con los gustos caros y frívolos de las esposas. Las infidelidades de los presidentes. Los lujos y excesos de sus hijos. Pero la corrupción de la familia lopezobradrista se “sale de caja”.

López Obrador es el mayor de siete hermanos y de los siete a tres, — cuando menos—, les gusta el dinero fácil, empezando por quien hoy gobierna el país. Además de Martín, vimos también a su hermano Pío recibiendo sobres de dinero en Chiapas. Si los secretarios de Estado son “corcholatas”, los hermanos del presidente son “recogedores” de billetes.

El presidente siempre ha declarado que no tiene cuenta bancaria. Ni tarjeta, ni chequera. La pregunta es: ¿No la tiene para evitar dejar huella del dinero que recibe o no la tiene porque su negocio sólo funciona con efectivo?

Desde su juventud López Obrador logró convertir el activismo político en una industria. En una empresa donde utiliza el chantaje, la amenaza y la victimización para obtener dinero de manera ilegal y clandestina. Los videos de sus hermanos Pío y Martín retratan una práctica jinetera que les permite vivir parasitariamente de lo que sacan a otros.

Una cultura mafiosa que ha trasladado de lo personal al ámbito de gobierno y que ahora vemos reflejada en el juego de la sucesión presidencial. Hoy pone a prueba la lealtad de su “corcholatas” para ver quién le garantiza el maximato. Es decir, mantener el poder y seguir viviendo del erario.

Esa es la razón por la que no incluyó a Ricardo Monreal en la lista de favoritos. Sabe que, de llegar a la presidencia, el ex gobernador de Zacatecas se negaría a compartir el poder.  Con Monreal llegaría a su fin la Cuarta Transformación y el obradorismo. AMLO no confía en el coordinador de Morena en el Senado. Lo sabe superior en astucia y habilidad política.

En México, la presidencia de la república siempre ha sido vista como un negocio.  Hoy la ocupa una familia tan ambiciosa como las otras. No hay diferencia, salvo una: el uso de la extorsión para obtener dinero. Práctica que está —como lo enseña el maestro— en cada rincón del gobierno.

 

@PagesBeatriz