“Es el honor cristal puro, que se enturbia del aliento”.

Juan Ruíz de Alarcón

 

Pese a su muy merecida fama ante la adversidad, el íntegro General Manuel Mier y Terán decidió quitarse la vida ante su incumplimiento a la orden del presidente Anastasio Bustamante, quien le había encomendado la recuperación de Tampico, puerto sublevado por el general Moctezuma en contra del gobierno nacional.

Mier y Terán, nacido en la Ciudad de México, decidió dar fin a su vida en la misma casa que en 1824 fue habilitada como prisión para resguardar a Iturbide durante el juicio en su contra después de haber sido aprehendido tras su fallido intento de recuperar su repudiado imperio.

La confianza depositada por Bustamante en el avezado militar y político se sustentaba en sus constantes logros y éxitos militares, así como por su intachable congruencia a favor de una república mexicana libre e independiente.

Exalumno del Real Colegio de Minería, el joven capitalino utilizó los conocimientos adquiridos en explosivos y en artillería para combatir a los realistas.  En 1814 los hermanos Juan, Joaquín y Manuel Mier y Terán se enlistaron en las fuerzas comandadas por el Generalísimo Morelos, a cuyas órdenes combatieron en la campaña que le llevó triunfante por el sur del territorio.

El 12 de octubre de 1814 el Congreso de Chilpancingo reconoció el valor de Manuel ascendiéndole al rango de coronel del Ejército del Sur, y como tal fue comisionado para la compleja tarea de disolver dicho colegiado legislativo ante el riesgo táctico que representaba en la escalada bélica liderada por el realista Iturbide en contra del ejército Insurgente.

De manera decidida se adhirió al Plan de Iguala, aunque en el fondo siempre dudó de la autenticidad y honestidad de Iturbide, por ello cuando se le declaró fuera de la Ley al autoerigirse como Emperador no dudó un ápice n combatir al traidor a la Independencia y luchar junto a Bravo, Guerrero y Bustamante.

El presidente Victoria le encomendó tareas relevantes para la construcción de la nueva república, destacando sus aportes militares y marítimos para fortalecer a los cuerpos responsables de salvaguardar la independencia del territorio nacional, convicción que desplegó en su encargo como negociador de límites con Texas así como con los Estados Unidos, cuyo gobierno auspiciaba la incorporación de Texas y la rebelión de Moctezuma para arrebatar a México el territorio tamaulipeco cuyo puerto naval resultaba fundamental a la seguridad náutica tanto al Congreso estadounidense como al gobierno mexicano.

Por todo ello su fracaso le llevó a tomar la letal decisión de darse un tiro, pues sabía que su honor se empañaría con el vaho de la palabra ‘traición’ que, en efecto, a partir de ese momento acudió en su contra en círculos envidiosos de su prestigio e integridad, haciendo de su honor ese cristal puro que el aliento enturbia, como sentenció el autor taxqueño.