“La traducción es la esencia  de la civilización moderna”.

Isaac Bashevis Singer

 

En contra de todo pronóstico, el proceso de reivindicación de Malinalli Tenepal, (despectivamente identificada como Malinche por una corriente detractora animada por una visión machista y sesgada de su historia), ha adquirido relevancia en el ámbito de la reflexión que la toma de Tenochtitlan provoca a 500 años del suceso.

Una desapasionada revisión del personaje revela la justa dimensión de una mujer sujeta a un machismo compartido entre los hombres oriundos de su tierra y aquellos a la que les fue regalada como objeto de uso y de consumo carnal, del cual poco importaría origen y desenlace, a pesar de los importantes favores que brindó al conquistador en los momentos decisivos de su gloria.

Hija de caciques del asentamiento náhuatl de Painalá, al nombre elegido para la niña se le agregó el de Tenepal para identificarla por su característica de hablante vivaz (elocuente) y dotada para aprender otras lenguas.

La pérdida de su padre constituyó el inicio de sus desventuras, pues su padrastro la vende como esclava y entonces es adquirida por alguno de los señores de Centla, metrópoli comercial ubicada en tierras chontales de Tabasco, donde le es obsequiada a Cortés el 14 de marzo de 1519 como parte del tributo ofrendado al vencedor de la batalla que se registró entre los habitantes de la región y los recién desembarcados.

Desde el primer día, Malinalli mostró sus dotes lingüísticas ante el náufrago Jerónimo de Aguilar, con quien se comunicaba en maya, y a quien traducía al chontal o al náhuatl indistintamente, con lo que se convirtió en un personaje indispensable para una fluida comunicación entre Cortés y los diferentes grupos de nativos a los que fue cautivando —a través de las traducciones de Malinche— o conquistando.

La cotidiana relación entre estos actores del proceso de sometimiento español los llevó a procrear a quien  se considera el primer mestizo de la Nueva España,  Martín Cortés, lo que generó una serie de reconocimientos por parte de los españoles a la madre del menor, a la que Cortés reconoce como Doña Marina, para la que ordena construir una sólida casa en Coyoacán, y a quien obsequia como esposa a Juan de Jaramillo para acallar así las críticas aderezadas en su contra por las acciones antes descritas.

El mejor testimonio del valor que adquirió Malinalli Tenepal para la conquista lo debemos a la pluma de Bernal Díaz, quien la describió como “una excelente mujer y gran cacica, señora de vasallos” merced a los servicios que prestó a la hazaña cortesiana.

Ni duda cabe de que Malintzi actuó más por sobrevivencia en esos mundos dominados por hombres, para los cuales fue siempre instrumento de sus deseos, y donde encontró en su papel de “lengua” (traductora) esa esencia de civilización moderna a la que el Nobel de Literatura 1978, Isaac Bashevis, se refirió al reconocer a la traducción como heraldo de la modernidad.