Apuntes casi anti feministas Tercera parte

Zeus, el Dios supremo griego, sedujo a Semela, hija de Cadmo y Harmonía; esto sucediò en Tebas, de Beocia. La doncella quedó embarazada. A cambio de su virginidad, el Dios le ofreció darle lo que pidiera. Hera, la esposa legítima de Zeus, se enteró de la nueva infidelidad de su esposo y de la promesa; sin que éste se enterara se acercó a Semele, que tenía seis meses de embarazo, le sugirió que pidiera a su amante Zeus se mostrara ante ella tal como se había presentado el día en que  Zeus y ella se casaron. Fue una mala idea. Ningún mortal podía soportar esa visión.

Sabiendo el Dios esa circunstancia se negó insistentemente a acceder a lo que se le pedía. A base de insistir y de exigirle cumpliera su promesa, Semele venció la resistencia de Zeus; el caso es de que Semele, al verlo en toda su grandiosidad, falleció. El Dios extrajo el feto, lo cosió a su pierna y ahí terminó de formarse. Cuando concluyó el plazo de gestación, el bebe fue extraído y confiado a Atamante, rey de Orcómeno, para que él y su esposa lo criaran. El mito es complejo; tiene muchas variantes.

Dioniso, cuando creció, se convirtió en el  Dios del vino y de otras actividades relacionadas con la borrachera; con el tiempo sintió necesidad  de conocer y de estar con su madre Semele; aunque no la conocíó, sentía amor por ella. Tanto era su amor que, con tal de verla, fue capaz de morir; quiso bajar al infra mundo, al Hades, al lugar en donde se hallan las almas de los muertos, para mostrarle su amor; como no conocía el camino para llegar preguntó. Para no inventar, dejo el uso de la palabra a un escritor de la antigüedad:

“Dioniso, en efecto, anhelaba bajar hasta el Hades, pero ignoraba el camino.Un tal Prósimno prometió decírselo, pero no sin recompensa que no era hermosa, aunque sí para el dios. La paga que se le pedía era el favor del amor. La petición le fue agradable al dios y le prometió concedércela si regresaba. Confirmó su promesa con un juramento.

Una vez informado, se alejó. Regresó de nuevo, pero no encontró a Prósimno (pues había muerto). Dioniso ofrece sacrificios expiatorios al amante y se lanza a la tumba lleno de lujuria. Corta una rama de la higuera al azar y, dándole la forma de miembro viril, se une a ella, para cumplir la promesa con el muerto.” (Clemente de Alejandría, Protrético, capítulo II, 34, 3 y 4).

Para aquellos que tengan curiosidad de bajar al Hades, les comento que, según lo afirmaban los griegos, una de las entradas está en la laguna Alciona, cerca de Argos. A través de ella bajó Dioniso; no tiene límite conocidos en cuanto a profundidad; con esto les digo todo: ni Nerón, con todo su poder, pudo medir su alcance. (Pausanias, Descripción de Grecia, libro II,  37, 5). Cerca de a laguna Alciona, está Lerna, en donde Heracles mató a la Hidra y en su sangre, que era muy venenosa, bañó sus flechas para hacerlas mortales por necesidad.

Hay otras entradas al Hades, Infierno u otro mundo.  Una de ellas se halla en Tesprotia, en Épiro; por ahí bajó Ulises a consultar a la sombra de Tiresias, después de que mató a los pretendientes de Penélope. En este lugar lo aconsejable es llevar una víctima, sacrificarla y no dejar que se acerque nadie excepto a quien se desea consultar (Odisea, cantos X XXIII, 251 y 252). El autor de estas líneas ha estado en ese lugar y bajado al lugar de consulta; ahora hay una escalera metálica para descender. No está a gran profundidad; no más de cinco metros.

Otra entrada al Hades se halla al sur de Laconia, en una gruta que está cercana a la población de Giteo, en el Cabo Ténaro, Laconia, en el Peloponeso. He visitado esa entrada al Hades pero, por falta de tiempo, no penetré en ella. Por esa gruta entraron Teseo y su amigo Piritoo. Hades, el rey del lugar, los recibió amablemente, les ofreció un banquete e invitó a sentarse, en el momento en que lo hicieron, quedaron clavados a las sillas por la eternidad. Cuando Heracles bajo el infierno, pudo desprender de la silla a Teseo, pero éste dejó las nalgas en la silla. (Higinio, Mitos, LXXIX).Por esa razón, en tiempos históridos, los descendientes de Teseo se distinguian por ser escasos de nalgas. Hay otra entrada al Hades en Heraclea del Ponto, en Bitinia, hoy Turquía (Hérodoto, Historia, VII, 92). En el Hades “el tiempo se va como agua”, los que se hallan en ese sitió no se dan cuenta de cómo pasan los años.

El Hades tiene varias salidas; una de ellas está en Trecén, por ahí salió Teseo. Otra en el puerto de Acone, en el Mar Negro, Turquía, cerca de Heraclea del Ponto; por esa ella salió Heracles trayendo consigo al Cancerbero. De la espuma que arrojó el perro infernal salió la planta venenosa del acónito. Todavía se ven las huellas que dejó Heracles a su salida (Dionisio de Alejandría, Descripción de la tierra habitada, 790 a 793 y Solino, Colección de hechos memorables, 43, 2).

Según refieren los escritores griegos de la antigüedad fueron varios los que murieron y resucitaron; hay Dioses, héroes y mortales comunes y corrientes: Ceres, Asclepio, Teseo, Protesilao, Laodamia, Alcestis, Hipólito, Orfeo, Dioniso, Adonis, Ulises, Eneas y otros. (Higinio, Mitos, 251).

Asclepio o Esculapio, hijo de Apolo, Dios de la medicina, sabía como resucitar a los muertos; lo hizo varias veces. Utilizaba la sangre que manó del lado derecho de la Gorgona y que le había entregado Palas Atenea. Con ella resucitó a Capaneo, Licurgo, Glauco, Hipólito, hijo de Teseo y otros. Fue fulminado por el rayo de Zeus por hacerlo. (P. Grimal, Diccionario de mitología griega y romana, p. 56).

“… el Reno sirve de comprobación (comprueba a las adúlteras); pues arrojan el niño a él: si es fruto del adulterio perece, pero si no lo es, vive.” Paradoxógrafos griegos. Paradoxógrafo vaticano, 17,  pág.  266.

“Los celtas, cuando surge la esterilidad o la peste, castigan a sus mujeres como las responsables de los males.” Paradoxógrafos griegos. Paradoxógrafo vaticano, 24,  pág.  267.

“Las mujeres de los saurómatas no se casan antes de que hayan dado muerte a un enemigo.” Paradoxógrafos griegos. Paradoxógrafo vaticano, 28,  pág.  267.

Los gálatas: “… cuando deliberan sobre la guerra, se lo hacen saber a las mujeres y lo que las mujeres les aconsejan, eso se impone; y si son derrotados en la guerra, cortan las cabezas de aquellas mujeres que aconsejaron emprender la guerra y las arrojan fuera del país.” Paradoxógrafos griegos. Paradoxógrafo vaticano, 44, pág.  270.

“Los saurómatas se alimentan durante tres días hasta la saciedad. Obedecen en todo a las mujeres y ellos mismos llevan vestidos de mujer.” Paradoxógrafos griegos. Paradoxógrafo vaticano, 48, pág.  270.

“Los licios veneran más a las mujeres que a los hombres y se dan el nombre de la madre y no del padre; y dejan la herencia a las hijas, no a los hijos.“ Paradoxógrafos griegos. Paradoxógrafo vaticano, 50, pág.  271.

“Y alejarás igualmente las fieras después de haber quemado cabellos de mujer y curarás a las mujeres que abortan y aquellas cuya matriz se ha desplazado hacia arriba; éstas en efecto curan sus sufrimientos con el humo producido por la quema de los cabellos.” Paradoxógrafos griegos. Africano, 6, pág. 313.

“Demócrito cuenta que si se arranca la lengua de una rana viva, no dejando que se adhiera ninguna otra parte del cuerpo, y si, después de haber dejado el animal en el agua, se aplica al lugar donde late el corazón de una mujer dormida, ésta responderá con la verdad a todas las preguntas.” Paradoxógrafos griegos. Bolo, 31, pág. 330.

“… la mujer es el único animal que tiene menstruación, cuyos flujos comprobados en no pocos ejemplos son considerados con justicia entre las cosas monstruosas.” Paradoxógrafos griegos. Bolo, 37, pág.  331.

“… estos mismos gusanos perecen, si una mujer que está en la época de la menstruación pasea por tres veces alrededor de cada lecho con sus cabellos sueltos y sus pies descalzos; puesto que después de esto los pequeños gusanos caen al suelo y así perecen.” Paradoxógrafos griegos. Bolo, 43, pág. 332.

“Que una mujer no se ejercite en el hablar, pues eso es terrible.” De Tales a Demócrito. Frag. Presocráticos. Demócrito, 110, pág. 307.

“Verse gobernado por una mujer sería para un hombre la máxima afrenta.” De Tales a Demócrito. Frag. Presocráticos. Demócrito, 111, pág. 307.

“Valiente no es sólo el que vence a los enemigos, sino el que vence a los placeres. Pero algunos son amos de ciudades, pero esclavos de mujeres.” De Tales a Demócrito. Frag. Presocráticos. Demócrito, 214, pág. 316.

“Quien acierta con su yerno, encuentra un hijo; el que fracasa, pierde también una hija.” De Tales a Demócrito. Frag. Presocráticos. Demócrito, 272, pág. 324.

“La mujer es mucho más pronta que el hombre para la extravagancia.” De Tales a Demócrito. Frag. Presocráticos. Demócrito, 273, pág. 324.

“Adorno es en la mujer la poca locuacidad, y algo hermoso es asimismo la simpleza del adorno.” De Tales a Demócrito. Frag. Presocráticos. Demócrito, 274, pág. 324.

Hermes le dice a Prometeo: “… encargado del reparto de las carnes, actuaste con tanta injusticia y engaño, que seleccionaste para tí los mejores trozos y engañaste a Zeus con los huesos, «tras recubrirlos de esplendente grasa»… luego modelaste a los hombres, seres de inmensa astucia y maldad —sobre todo las mujeres—. Para colmo robaste el fuego, el bien más preciado de los dioses, y lo entregaste a los hombres.” Luciano, Obras I, Prometeo, 3.

“Dejad que las mujeres sean un número hasta que tengan hijos, pero apártate de ellas en lo demás, y ojalá me libre de ellas. ¿Qué hombre con sentido común podría soportar desde el amanecer a una mujer que trata de embellecerse con añadidos artificiales, una mujer que es realmente fea por naturaleza, pero cuyos extraños aderezos disfrazan lo poco agraciado de su físico?.” Luciano, Obras III, Amores, 38.

“… si alguien tiene ocasión de ver a las mujeres cuando se levantan por la mañana de su lecho nocturno, pensarán que una mujer es más fea que esos animales cuyo nombre es de mal augurio citar en las primeras horas de la mañana (los monos). Por eso se encierran cuidadosamente en su casa, para que ningún hombre las vea. Están rodeadas de mujeres viejas y de un tropel de muchachas tan feas como ellas, que maquillan sus desgraciados rostros con pomadas diversas. Porque no se lavan el sopor del sueño con agua limpia y se aplican  enseguida a un trabajo serio, sino que muchas mezclas de polvos perfumados dan un tono más alegre al color desagradable de su piel y, como si se tratara de una procesión pública, cada una se encarga de un cometido diferente, con palanganas de plata, aguamaniles, espejos y un montón de cajas, como si fuera la tienda de un droguero, muchos tarros de mucha desgracia, en los que tienen a mano dentífricos y artilugios para ennegrecer los párpados. La mayor parte de su esfuerzo lo consume en el trenzado de sus cabellos. En efecto, por medio de pigmentos que son capaces de enrojecer sus cabellos tanto como el sol de mediodía, tiñen sus rizos de un rubio brillante, lo mismo que tiñen la lana, reprobando a su propia naturaleza. … utilizan instrumentos de hierro calentados en una débil llama para ensortijar a la fuerza sus bucles… una vez que todo su cuerpo ha sido embaucado con la belleza engañosa de un atractivo bastardo, enrojecen sus mejillas impúdicas con pinturas rojas, para que su tinte carmesí pueda dar color a su palidísima y fofa piel.” Luciano, Obras III, Amores, 39 – 41 .

A Prometeo: “… todos los dioses lo odian, porque creó a las mujeres, una raza maldita… Supongamos que un hombre se casa, ¿se casa realmente? A partir de ahí, vienen las pasiones lascivas secretas, complaciéndose en prostituir el lecho conyugal. Envenenamientos y terribles rencores con los que vive toda su vida una mujer.” Luciano, Obras III, Amores, 43.

“… la virtud perfecta donde menos crece es entre las mujeres.” Luciano, Obras III, Amores, 51.

Los cuerpos: “… de las mujeres en cambio son flojos y deslavazados, criados a la sombra, blancos por falta de sangre y ausencia de sol, además de un exceso de humedad. Por ellos están más expuestos que los de los varones y, más propicios a las enfermedades, no aguantan el tratamiento médico, y, sobre todo, tienen mayor tendencia a los ataques de locura.” Luciano, Obras III, El desheredado, 28.

“… las mujeres tienen un temperamento muy irascible, muy frívolo e inestable, y por otra parte poca fuerza física…” Luciano, Obras III, El desheredado, 28.

“Las mujeres nobles que aman a los jóvenes se vuelven duras y muy rencorosas, y se vengan con toda razón de quienes las desdeñan, por considerarlo un escarnio.” Heliodoro, Las etiópicas, libro séptimo, 20, 4.

“Grande es el hechizo que encierran las miradas de una mujer, más aún, de una esposa, para persuadir a los hombres.” Heliodoro, Las etiópicas. libro octavo, 5, 7.