Los ataques del 11 de septiembre del 2001 en Washington, provocaron la invasión de Estados Unidos a Afganistán y posteriormente la expulsión de los talibanes del poder en 2001.

«sit caeca futuri mens hominum fati»
Dejad que la mente humana permanezca sin saber su destino futuro.

Lucano

La inestabilidad política, las tensiones geopolíticas y los conflictos milenarios en el Medio Oriente, presagian el estallido de un nuevo y quizá devastador conflicto bélico. El detonador será esta vez la retirada de las tropas estadounidenses del territorio de Afganistán, tras 20 años de permanencia para apoyar la instauración de un régimen “democrático” y la inmediata invasión de los “Talibanes” que tomaron la ciudad de Kabul, capital  del país y haciendo que el presidente Ashraf Ghani huyera el 15 de agosto pasado.

Los ataques del 11 de septiembre del 2001 en Washington, provocaron la invasión de Estados Unidos a Afganistán y posteriormente la expulsión de los talibanes del poder en 2001.  Desde el momento en que Joe Biden anunció la retirada de sus tropas, los talibanes aceleraron su avance y este domingo lograron la caída del gobierno afgano y entrar en la capital, Kabul. Frente a esta situación necesariamente EE.UU., China, Rusia, Irán y Pakistán están involucrados en la lucha por el futuro de ese país.

Afganistán tiene fronteras con seis países como vecinos. Limita con Pakistán; con Turkmenistán; Uzbekistán y Tayikistán; países aliados de Rusia¸ con Irán y al este con China, de entre ellos la tenacidad de Irán de completar su programa de desarrollo nuclear, para la utilización pacífica de la energía y el temor de los países integrantes del exclusivo club nuclear que fabrique la bomba atómica y ponga en riesgo la paz de la región. Es preocupante la perspectiva de Afganistán, con su vecino Pakistán, que posee arsenal nuclear y muchos seguidores al fundamentalismo islámico entre los militares.

Además de Pakistán e India, cuya competencia por influir en Afganistán se cree que le dio origen al Talibán, también existe una intensa rivalidad entre Occidente y Rusia, que en su última etapa se remonta a cuando los soviéticos invadieron el país en 1979.

Según Seth Jones, académico, politólogo y director del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), con sede en Washington, Rusia ha estado ayudando al Talibán, no sólo con su diplomacia, sino también con dinero y posiblemente inteligencia. Uno de sus intereses es simplemente contrarrestar el poderío de Estados Unidos en regiones que considera como dentro de sus esferas de influencia, como Asia del Sur, Medio Oriente y Europa del Este, aseguró el académico. Afganistán está en el centro del juego geopolítico, porque tiene frontera con aliados de Rusia; Tayikistán, Uzbekistán, Turkmenistán.

China que comparte una pequeña frontera con Afganistán, además de sus intereses económicos, le preocupa que, si los talibanes toman el control de todo el país, los grupos islamistas se volverán más fuertes y podrían cruzar su frontera, creando aún más problemas en la provincia de Xinjiang.

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Defendamos al Árbitro

Los talibanes se formaron en 1994 por excombatientes de la resistencia afgana llamados muyahidines, que enfrentaron a los invasores soviéticos en los años 80. Su finalidad era aplicar su interpretación fundamental de la Sharia, Ley Islámica y desaparecer las influencias extranjeras, es especialmente crítica la situación de las mujeres bajo ese régimen fundamentalista de terror.

Con el regreso de los talibanes al poder, las organizaciones terroristas internacionales como al-Qaeda, organización islamista militante de amplia base fundada por Osama bin Laden a fines de la década de 1980, podrían comenzar a operar abiertamente fuera de ese país nuevamente, según dijo el 15 de agosto el  general Mark Milley, del Estado Mayor Conjunto Norteamericano. Los Estados Unidos no pueden evadir su responsabilidad moral por los abusos a los derechos humanos y la violencia que los ciudadanos afganos principalmente hacia las mujeres, que posiblemente sufrirán bajo el gobierno radical de los talibanes.

Este lunes Joe Biden admitió que los sucesos que permitieron a los talibanes derrocar al gobierno afgano y dominar el país ocurrieron más rápido de lo anticipado y culpó a los líderes políticos afganos de la caída del gobierno. “Los estadounidenses no pueden ni deben luchar o morir en una guerra que los afganos no están dispuestos a luchar por sí mismos”.

Este panorama que se antoja sombrío y preocupante, se agrava cuando en la misma región, se observó el desmoronamiento del régimen gubernamental impuesto por los Estados Unidos en Irak, para darle viabilidad al retiro militar de sus tropas, el conflicto en Afganistán y desde luego la guerra civil en Siria, en que parece inminente una intervención militar similar a la de Libia. Lo anterior sin considerar el enfrentamiento siempre presente entre judíos y palestinos.

Resulta, además, indispensable que en el seno de la ONU se condene enérgicamente los atentados terroristas, mismos que siempre han tenido represalias, debiendo evitar que prevalezca la ley del talión. La venganza no puede campear en las relaciones humanas o entre las naciones. Los horrores de las Guerras, no deben borrarse de la memoria de la humanidad.