Sí se sabe que con el retorno a clase aumentarán los casos de Covid-19 por el desplazamiento de alumnos, familiares, profesores, personal de apoyo y personas no vacunadas, pero ese riesgo ya existe en centros comerciales, restaurantes, cines, parques y jardines, entre otros.

Por supuesto, quienes se oponen al regreso a clases privilegian la actividad comercial y el retorno a los centros laborales, como si esos sitios fueran inmunes al SARS-Cov2.

 

La clase de educación latinoamericana

Al contrario de otras partes del mundo, en América Latina los centros escolares fueron los primeros en cerrar y los últimos en abrir, advirtió Jean Gogh, directora regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) para América Latina y el Caribe.

Este cierre prolongado evidenció aún más la gran desigualdad social de la región, en comparación con otras e incluso entre zonas del mismo país, como es el caso de México, en el que conviven poblaciones de escasos recursos con una minoría de quienes acumulan la riqueza.

De acuerdo con los resultados de la Encuesta de Seguimiento de los Efectos de la COVID-19 en hogares con niñas y niños (Encovid19 Infancia) realizada por la Unicef de mayo a julio del año pasado en México, 41.8 por ciento de los hogares con población infantil reportaron una caída de 30 por ciento o más en su ingreso familiar; uno de cada tres hogares con niños experimentó inseguridad alimentaria moderada o grave, es decir que pasaron hambre por falta de dinero o recursos.

En cuanto a las clases a distancia, aparentemente la situación fue mejor, 89.1 por ciento de los entrevistados reportó que niños y adolescentes tomaron clases a distancia, pero únicamente 84.8 por ciento de clase baja, 90 por ciento de clase media y 95.1 por ciento de la clase alta participaron en Aprende en Casa I. Además, solamente 39.5 por ciento tenía conexión fija a internet, 34 por ciento tenía al menos una computadora y 49.1 por ciento contaba con dos o más celulares.

Ese cierre prolongado de las escuelas ha causado el abandono escolar por dos razones principales: el aumento del rezago educativo y desigualdades en el aprendizaje y la necesidad de incorporar a adolescentes al mercado laboral para compensar la reducción del ingreso familiar.

 

Los daños colaterales

Estos no son los únicos problemas del cierre de escuelas, la Unicef señala entre los más importantes el rezago en el desarrollo infantil, especialmente de niños preescolares, que disminuyen sus posibilidades de adquisición de más habilidades y de socialización.

La violencia contra niños y adolescentes es otro problema, ya que desde antes del confinamiento se sabía que el hogar es el lugar más peligroso para niños y mujeres. Seis de cada diez niños y adolescentes de 1 a 14 años de edad han sufrido alguna medida de disciplina violenta. Durante el largo confinamiento es probable que el problema haya aumentado, pues fue mayor su permanencia en el hogar. En la escuela pueden recibir apoyo informal de profesores u otros adultos en quienes pueden confiar si viven una situación violenta en sus casas, lo cual permite identificar a quienes necesitan más protección.

La violencia en línea ha aumentado ya que se han incrementado las horas que se pasan en internet y muchas veces sin la supervisión de un adulto, en agosto del año pasado se recibieron 120 mil reportes, según la Dirección Científica de la Guardia Nacional.

Aunque las raciones de los Desayunos escolares y comidas del Programa de Escuelas de Tiempo Completo se siguieron repartiendo, se supone que se distribuyeron entre los miembros de la familia, sin lograr el aporte nutricional adecuado para el beneficiario directo.

Por último, disminuyó el bienestar físico y psicoemocional en niños y adolescentes, porque la falta de actividad física aumentó el riesgo de obesidad, se modificó el ciclo de sueño-vigilia y hubo más irritabilidad, ansiedad y la falta de concentración. El confinamiento impidió o detuvo la socialización e independencia, fundamentales en la adolescencia para su desarrollo.

Por todas estas razones y tal vez más, el regreso a clases, con todas las medidas sanitarias de seguridad, y con abastecimiento de agua y jabón en las escuelas, es indispensable para disminuir o atenuar los graves problemas académicos y de desarrollo de niños y adolescentes.

Claro que siempre habrá un riesgo de contagio, el mismo que actualmente existe en quienes no respetan la sana distancia, el uso de cubrebocas en lugares cerrados y el aseo continuo de manos y, lo más importante, en mayores de 18 años que rehusaron vacunarse.

Pero las campañas de sensibilización del gobierno federal se estrellan con la información sensacionalista en redes sociales y medios, que se empeñan en infundir temor entre alumnos y padres de familia, presagiando un aumento de contagios, que aparentemente no se presenta en restaurantes, centros comerciales, cines, parques, jardines y vía pública.

@RenAnaya2

f/René Anaya Periodista Científico

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