El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el primer ministro británico, Boris Johnson, acordaron convocar a una cumbre virtual de líderes del G7 la próxima semana, el tema no podía ser otro que la emergencia en Afganistán tras la toma de Kabul por parte de los talibanes. Autoridades de la Casa Blanca me confirmaron que Biden conversó por teléfono con Johnson y que coincidieron en la urgencia de un trabajo conjunto en favor de ese país asiático.

El Reino Unido, que ostenta la presidencia de turno del G7 (que agrupa a los países más ricos del mundo) ya había anunciado que Johnson planeaba organizar una reunión virtual de ese grupo para evaluar la situación en el país centroasiático tras el triunfo de los insurgentes, pero como siempre Biden levantó primero la mano. En su llamada Biden y Johnson “abordaron la necesidad de seguir con una coordinación cercana entre aliados y socios democráticos sobre su política hacia Afganistán de ahora en adelante”, trascendió desde la Casa Blanca.

En concreto, estudiaron cómo “la comunidad global puede proporcionar más asistencia humanitaria y apoyo a los refugiados y otros afganos vulnerables”, agregó.

Ambos líderes hicieron una serie de declaraciones públicas en las que destacaron la valentía y preparación de su personal militar y civil que trabajan juntos en Kabul para evacuar” a los ciudadanos de ambos países y “a los afganos que ayudaron” a sus respectivas tropas durante la intervención aliada en Afganistán.

La llamada se produjo poco después de que el asesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan, reconociera en una rueda de prensa que el presidente estadounidense no había llamado a ningún líder de otro país para comentar la situación en Afganistán a pesar de los múltiples contactos que se han producido entre dirigentes europeos.

Estados Unidos ha evacuado de Afganistán a poco más de 4 mil personas, un número que el Gobierno espera aumentar en los próximos días, según me comentaron. Las evacuaciones se dieron después de que reanudara el lunes pasado los vuelos militares en el aeropuerto de Kabul tras interrumpirlos por el caos desatado en las horas anteriores por la irrupción de centenares de afganos en las pistas en un intento de encaramarse a los vuelos destinados a evacuar a estadounidenses y sus aliados.

Entre los evacuados hay gente del servicio exterior, prestadores de servicios, ciudadanos que por diversas circunstancias decidieron trasladarse a esa región y un primer grupo de afganos, sobre todo mujeres y niños en cerca de 20 aviones militares en circunstancias complejas, desorden e inseguridad.

Autoridades de Seguridad Nacional y del Departamento de Estado han mencionado que se busca que cada hora salga un avión militar del aeropuerto, Hamid Karzai en Kabul y para ello el gobierno envió 6 mil elementos militares por un espacio inicial de 10 días. Incluso el Pentágono se aventuró a decir que podría sacar entre 5 mil y 9 mil personas por día entre estadounidenses y personal de su embajada, así como sus colaboradores afganos.

Hasta ahora, unos 2 mil colaboradores afganos han conseguido ser trasladados a territorio estadounidenses con un visado especial conocido como SIV, creado por el Congreso estadounidense para dar refugio a aquellos ciudadanos extranjeros que enfrentan amenazas por haber trabajado para Washington. La vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki, ha dicho que actualmente en Afganistán hay unas 11,000 personas que se identifican como “ciudadanos estadounidenses.

El futuro en ese país asiático está perdido en una serie de circunscritas nuevas, en ideologías que según dicen los mismos Talibanes se han actualizado, lo cierto es que la incertidumbre flota en la región y nadie se atreve a pronosticar más allá de lo que pueda suceder en un par de horas.

En verdad que la geopolítica hace extraños compañeros de viaje y tras la retirada de las tropas estadounidenses China ha lanzado una ofensiva para aliarse con los Talibanes aún a riesgos y beneficios.

“China respeta el derecho del pueblo de Afganistán a determinar de manera autónoma su propio destino y (…) desea una transición tranquila”, ha dicho la portavoz del ministerio de Exteriores, Hua Chunying, esta declaración se da no obstante que China no ha llegado a reconocer de manera explícita a los talibanes como nuevos líderes del país pero esta amabilidad no es nueva: el gigante asiático ya mantuvo relaciones cordiales con el Emirato Islámico desde su establecimiento en 1996, hasta la intervención de Estados Unidos en 2001, sabe y conoce de ese árido país de sus riquezas y pobrezas y quiere volver a posicionarse.

Y para muestra hay que ver que mientras muchos países occidentales desocupan sus embajadas en Kabul, la de China “sigue funcionando con normalidad”, según ha informado la portavoz. En un documento oficial publicado el domingo, la misión diplomática aseguraba haber pedido a varias facciones en Afganistán que garantizaran la seguridad de ciudadanos, instituciones e intereses chinos. Hua Chunying, ha detallado que la mayoría de sus compatriotas sobre el terreno habían sido evacuados en los días previos.

La buena sintonía se hizo patente en un encuentro celebrado hace unas semanas en la ciudad de Tianjin. A un lado el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, y al otro una comitiva de nueve talibanes encabezados por el mulá, Abdul Ghani Baradar, uno de los miembros fundadores. Entre corbatas y turbantes, el único elemento común eran las mascarillas que todos portaban por igual. Mediante este simbólico recibimiento, el gigante asiático reconocía a la guerrilla fundamentalista como interlocutor legítimo. Y bueno cabe mencionar que el ministro chino había departido en esa misma sala con la número 2 del departamento de Estado estadounidense, Wendy Sherman. Amigos, socios o intervencionistas.

@lalocampos03