Las expectativas abiertas por el anuncio del nombramiento presidencial de Kenneth Salazar (66 años) como el próximo embajador de Estados Unidos en México tienen que ver con su perfil personal y con el momento actual de la relación bilateral con el vecino del norte, la cual se encuentra en un punto bastante bajo. 

Durante su audiencia de ratificación en el Senado norteamericano el 28 de julio, el Senador Michael Bennet hizo una presentación elogiosa de la trayectoria pública de Salazar (https://youtu.be/LKN4OnufeVU) y recordó que como Fiscal General de Colorado negoció con México dos asuntos fundamentales: varias extradiciones de narcotraficantes y las negociaciones sobre la utilización de las aguas del Río Colorado, cuyo cauce afecta a agricultores ubicados a ambos lados de la frontera.

De hecho, el Senador Bennet no dudó en considerar a Ken Salazar como “la mejor opción” para representar a su país ante México.

Por si fuera poco, el 15 de julio se informó en un medio local de Colorado (https://www.coloradopolitics.com/colorado-in-dc/weiser-bipartisan-coalition-of-ags-call-on-senate-to-confirm-salazar) que Phil Weiser, el actual Fiscal General de ese estado, solicitó al Senador Bob Menéndez, presidente del Comité de Asuntos Exteriores del Senado, con el apoyo de 29 fiscales generales demócratas y republicanos, que la ratificación de Salazar se hiciera “de forma expedita”.

“El próximo embajador americano en México”, decía Weiser en la carta, “debe ser un funcionario experimentado, uno con un conocimiento profundo y duradero de la interdependencia de nuestra nación, el entendimiento de la importancia del comercio entre nuestros mercados y el compromiso para abordar los asuntos de la frontera y la inmigración de una manera inteligente y humana. Ken Salazar está bien equipado para hacer frente a cada uno de estos desafíos”.

En esa misma audiencia senatorial, Salazar presentó una declaración por escrito en la cual describía sus raíces mexicanas, pero reafirmaba que defendería los intereses de su país en suelo mexicano, como para no dejar lugar a dudas:

“Mi historia está hondamente enraizada en México y Estados Unidos. Mis antepasados llegaron de México y España en los años 1600 para establecerse en la rivera del Río Grande del Norte cerca de Santa Fe, Nuevo México… mi padre fue orgullosamente un soldado en la Segunda Guerra Mundial. Mi madre ayudó a inaugurar el Pentágono como servidora pública. Después de la guerra, regresamos a casa. En nuestro hogar, el idioma nativo era el español. Éramos pobres y trabajábamos en los campos junto a nuestros padres.

“Como mis padres, soy orgullosamente americano. Si soy confirmado, yo trabajaré incansablemente para impulsar los intereses de los Estados Unidos y para reforzar los lazos comunes entre Estados Unidos y México. Reconozco las dificultades y los desafíos enormes que enfrentaremos. Yo también soy optimista sobre las oportunidades que vienen para las dos naciones”.

El Senador Menendez, al final de la audiencia, apuntó que Salazar “será un excelente embajador”.

Alguien que lo conoció de cerca, Arturo Sarukhán, ex embajador de México en Estados Unidos, expresó que Salazar podría jugar un papel muy importante en la relación bilateral en vista de su experiencia en las áreas de energía y migración.

“Es un hombre con el que me tocó trabajar muy de cerca”, expresó Sarukhán, “primero como senador en la reforma migratoria, la intentona de reforma migratoria, cuando los senadores Kennedy y McCain buscaron presentar una iniciativa de ley para reformar las políticas migratorias”.

Durante la audiencia en el Senado norteamericano, el sagaz senador republicano Ted Cruz le dijo sin rodeos a Salazar que le preocupaba cada vez más “lo que parece ser una campaña deliberada y sistemática del gobierno mexicano para socavar a las empresas estadounidenses y, especialmente, a las empresas involucradas en materias energéticas”.

Pudo sortear el misil Salazar contestando que “es un tema complicado, pero prometo dar todo lo que tengo para ver cómo podemos trabajar con el gobierno mexicano que es soberano… respeto su soberanía, pero trabajaremos juntos para ver si podemos encontrar alguna solución a este desafío”. Impecable respuesta.

Va a necesitar Salazar todo el apoyo posible desde la Casa Blanca, el Capitolio, el Senado y hasta Colorado para lograr su objetivo: “es tiempo de crear un cambio transformativo en la relación México-Estados Unidos entrando a una nueva era de asociación con nuestro vecino sureño”, una de cuyas metas sería “emprender una transformación global de la sustentabilidad para un planeta viable a la vez que se respeta la soberanía de ambos países”. ¿Parece complicado? Sí lo es.

“Last, but no least”, como dicen los americanos, Ken Salazar llegará a la CDMX cuando todavía está muy fresco en México el recuerdo de dos embajadores anteriores: Roberta Jacobson, demócrata, de perfil analítico y académica, muy querida y apreciada en la opinión pública mexicana. Después de ella, Christopher Landau, republicano, de perfil mediático y con toque diplomático, hizo un gran esfuerzo por conquistar la cercanía y simpatía del pueblo mexicano, utilizó mucho las redes sociales y comió a placer tacos y tamales en mercados y pueblitos; ¿se animará también a comer tacos el embajador Salazar? México lo estará observando: ¡buena fortuna, Mr. Salazar!

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