A pesar de la pandemia y de la dificultad para llevar a cabo eventos en vivo en inmuebles con gran aforo, la lucha libre mexicana –más especialmente sus luchadores– han tenido que sortear diversas circunstancias para sobrellevar esta situación.

Así, lo que tenemos es un incremento de figuras en las filas independientes, varias de ellas provenientes de las dos empresas más grandes de este deporte –AAA y CMLL–, lo que ha sido aprovechado por promotores para armar carteles atractivos en plazas del país que pueden aprovechar sus reducidas dimensiones para funciones con pequeños públicos.

Asimismo, otra faceta de este dinamismo es el aumento de la presencia de luchadores en redes sociales, por una parte, para mantenerse vigentes ante sus aficionados, como también para poder vender máscaras y hasta cubrebocas para ayudarlos a sobrevivir en esta época de prácticamente cero funciones.

Pero también lo que ha provocado la presencia de un virus que nos ha obligado al encierro, es la revisión de la manera en que algunas empresas conforman la relación de qué luchadores participarán en qué funciones, pues muchos aficionados se quejan de la repetición de gladiadores o encuentros sin mucho atractivo por carecer de rivalidades.

El caso del CMLL es un buen ejemplo de esto, pues en las últimas semanas se han producido varias salidas que obligarán a la empresa más antigua del ramo en el país a una renovación necesaria para seguir manteniéndose en el gusto del público, pues son 88 años de historia a cuestas.