Reforma y su historia
Esta avenida es testimonio de las diferentes etapas de gobierno –incluida la actual—, así como una plataforma de la representación de sus cambios ideológicos o políticos y su manera de acercarse a la historia del país. El Paseo de la Reforma, originalmente llamado el Paseo del Emperador, se comienza a construir hacia 1864, con el régimen de Maximiliano y Carlota de Habsburgo, quienes fueron llamados por La Legación Mexicana (facción conservadora) para gobernar México, que aún era un país recién surgido y que evidentemente perdería su soberanía por la instauración del Imperio. Este paseo comunicó física y simbólicamente la residencia de los emperadores, que entonces era el Castillo de Chapultepec, con el centro de la Ciudad de México, específicamente con la escultura del rey Carlos IV, último emperador de la casa Borbón. Esta estatua, entonces se encontraba en la Glorieta que hoy ocupa “El caballito” del escultor Sebastián. Maximiliano buscó ampliar la ciudad, favorecer la vialidad de coches y transeúntes, además de darle una apariencia civilizada al incluir mobiliario como bancas de piedra, pero es evidente que todas estas acciones tuvieron incidencia pública y política. Cualquier obra urbana de esta envergadura, ayer y hoy, determinan la imagen de la ciudad y, evidentemente, inciden en la legitimación del poder.
En 1887, Francisco Sosa propone a Porfirio Díaz que se modifique la avenida y, para empezar, se le cambie el nombre por Paseo de la Reforma. No es la primera vez que se cambia nombre a una avenida, de hecho es muy común en los gobiernos para exponer sus posturas ideológicas. La intención de Sosa era erigir esculturas que hablaran de la historia de México, no solamente de la capital, sino de todo el país. Se efectuaron concursos por cada estado (que no eran las mismos 32 entidades que hay hoy, eran menos). Cada uno debía aportar dos esculturas de quienes consideraran los próceres más destacados de la historia de sus regiones. Esto también implicaba deshacer la idea del centralismo y afianzar una república federal en la que participaran todas las entidades. Ya existía entonces una escultura de Cristóbal Colón y la de Cuauhtémoc.
Históricamente, es crucial tener en cuenta que este Paseo también ha sido una vía de la población para manifestarse y que, durante estos actos, las esculturas han recibido ataques debido al significado que se les ha dado, que no siempre coincide con el asignado en su origen. La escultura pública siempre es asociada a las políticas de los gobiernos en turno, aunque no hayan sido ellos quienes las erigieron.
Para elevarse una escultura pública, siempre es necesaria una validación y la destinación de recursos por parte de la administración pública, y esto no puede separarse de las políticas gubernamentales. El simbolismo tiene que ver con la legitimación del poder y su ideología o los mensajes proselitistas que se pretenden dar. La selección del personaje o tema a representar es la más evidente muestra de esta relación.
Retirar, destruir, cambiar o resignificar
Expreso mi desacuerdo con el retiro del conjunto escultórico de Charles Cordier. Cualquier cosa que podamos decir al respecto es fácilmente encasillable dentro de alguna facción política. Espero no se me catalogue de un bando de otro, pues está es mi opinión como historiadora del arte. La escultura del Colón en Reforma fue emplazada ahí por una razón y un contexto histórico. Entonces, si se le quita de ahí, va a perder parte de su de su sentido original. Entiendo que haya polémica por el personaje y es digno de comparar que, en el siglo XIX, Colón representaba el personaje neutro de la historia. No era ni de los centralistas, ni de los federalistas, ni de los imperialistas. No había un consenso entre ellos sobre quiénes podían considerarse héroes. A principios del siglo XIX, fue muy difícil el desarrollo de la escultura pública por las diferentes concepciones de la historia y fue hasta el último tercio del mismo siglo que se logró gracias a la relativa estabilidad política, social y económica del Porfiriato.
Afortunadamente, hoy la población tiene más herramientas para analizar su historia y expresar su opinión. Hoy se ha cuestionado mucho más el colonialismo, el imperialismo, los roles de género, el respeto a las minorías, entre otros temas. Sin embargo, parece presentarse una crisis en la recepción del significado de las esculturas y su importancia histórica y artística. El conocimiento de los mensajes que en su momento se les quiso dar, fomentaría la reflexión de la historia y del arte de una manera más completa y no a través de filtros políticos. Estas esculturas, más que cambiarlas, podrían detonar programas de reflexión de los temas que interesan a la población.
Así pues, la participación de estos personajes respondió a un proceso que en su momento era congruente a un contexto particular, que no es la justificación de los abusos. Estas cuestiones son delicadas y ,más que llegar a un consenso o una sola opinión, podríamos dar nueva vida a estas esculturas de Reforma y comprender mejor su simbolismo, en relación con nuestra actualidad. Entiendo que están en riesgo las esculturas a causa de las propuestas de colectivos de retirarlas debido a representar un régimen colonialista, sin embargo, no sólo simbolizan eso. Hace falta mayor conocimiento tanto para los que protegen las esculturas como de quienes las quieren tirar. Ciertamente, no faltan profesionales que puedan aportar información sobre esto, por medio de exposiciones en museos, clases, coloquios, cápsulas en el metro, en fin, de mil maneras.
La sustitución de Colón por la escultura de una mujer indígena me parece un acto puro de proselitismo político que mal entiende la integración de la lucha feminista y la integración de la población indígena. Se dijo que ésta escultura era “el mejor homenaje que se le podía hacer a la mujer indígena”. El mejor homenaje es respetar a la mujer, no solo a la indígena. Respetar y eliminar tantos machismos como los que vivimos día a día por parte de muchos y que han sido perpetuados tanto por mujeres como por hombres. En cuanto a la población indígena en general, se les quiere solamente cuando tienen gran historia, cuando usan penachos, pero no cuando están en la calle pidiendo dinero o luchan por sus derechos, como el contar con el agua o servicios de salud. El mejor homenaje es atender sus necesidades y no hacerles esculturas. Por otro lado, debo expresar que considero que la escultura de la mujer indígena se trata de una alegoría, no de un personaje específico.
La lucha feminista y de las poblaciones indígenas exigen respeto. No porque sea una mujer no se va a hacer vandalismo de esa escultura. Hay que poner mucha atención sobre los símbolos, su manejo y sus mensajes. Actualmente, hay dos representaciones femeninas en el Paseo de la Reforma, la Diana y la figura principal de Columna de la Independencia. Ambas son alegorías, como también será Tlali. ¿Quién es Tlali? No es un personaje. Tlali significa Tierra. Pareciera que no existen mujeres con nombre dignas de ser representadas. Alguien me preguntó si esta escultura será la representación de Malitzin. No es así. Es interesante la pregunta porque pareciera que ella es la única mujer indígena conocida de la historia.
Pueden ser contadas, tal vez ni con una mano, las representaciones de Malitzin. Una de ellas la hizo Manuel Vilar, el mismo que hizo el Colón de la época del Paseo de Buenavista, el mismo que educó a la mayoría de los escultores del siglo XIX en México a partir de 1846. Se basó en los cánones de la escuela Purista o Nazarena, es decir, bajo una óptica de revisión de la historia para encontrar los orígenes de cada pueblo y de su mismo autor. Vilar tomó como referencia “La historia antigua de México y de su conquista” del jesuita Francisco Javier Clavijero. De ahí obtuvo texto e imágenes para su representación, a la que añadió lo aprendido en la Academia de San Lucas de Roma. Así, esta escultura tiene afinidad con la escultura clásic, es bastante idealizada, pero Vilar intentó dar fidelidad al personaje por medio del texto de Clavijero.
El resto de las esculturas de mujeres indígenas también son muy pocas. No son mujeres con un nombre. Todas son genéricas, anónimas y son esta mujer sumisa, esta que apoya al hombre, o sea, siempre en un segundo lugar. Así es como se ha representado a la mujer indígena en la escultura mexicana. Son pocas las mujeres indígenas y tan bien pocas las mujeres en general.
Finalmente, si bien cualquier gobierno puede hacer las esculturas que quiera, el erario para hacerlas es el público y por ello los mensajes que ellos quieran dar tendrían que ser consultado por la población. Sería muy interesante que se estudiaran las próceres femeninas mexicanas, sean indígenas o no. Cerrando el tema de la posible representación de Malitzin, a ella se le ha visto como una villana, una traidora, se le juzga sin contar con información de su participación histórica. Me parecería rarísimo que este gobierno le erigiera una escultura, pues sabemos que, en más de una ocasión, AMLO ha pedido al Papa y al rey de España que se disculpen por la colonización. Con poner una escultura de este personaje, tal vez quisiera dar a entender que se intenta mejorar las relaciones entre México y España, pero esto es sólo una suposición.
Como ciudadana que paga impuestos prefiero ver programas culturales para evitar que se destruya el patrimonio cultural y natural indígena, que nos ayuden a eliminar la violencia de género, que se destinen recursos a dar vida digna a la población indígena, que se respeten nuestros derechos.


