Los “mil” aniversarios

El 11 de septiembre se cumplieron veinte años del ataque islamista a las Torres gemelas en Nueva York y a instalaciones del Pentágono en Washington. El aniversario ha sido, por razones justificadas: el ataque al “Imperio”, los miles de víctimas inocentes y la repetición de tales atentados, contra países musulmanes y “cristianos”, en los años siguientes, la noticia mundial del momento. Y es, en consecuencia, objeto de información y comentarios que no terminan.

En vista de ello, me limito, primero, a recordar algo de interés para México: que lo sucedido dio al traste con las esperanzas del gobierno de Fox de que dos presidentes, Bush y el nuestro, rancheros que se llevaban bien, acordarían una reforma migratoria de fondo en Estados Unidos, que beneficiaría a los mexicanos. Sin embargo, la “enchilada completa”, según la expresión de Jorge G Castañeda, entonces nuestro canciller, no se dio, porque Bush y los Estados Unidos dieron absoluta prioridad a la “guerra contra el terrorismo”.

La “guerra contra el terrorismo” se tradujo, en la invasión a Irak, en 2003, que Bush exigía que el Consejo de Seguridad de la ONU avalara y el gobierno mexicano, a la sazón miembro no permanente del Consejo, a pesar de la fuerte presión de Estados Unidos -incluida la vergonzosa de Aznar, presidente de gobierno de España- supo resistir. Gracias a la posición, que califico de patriótica, de Adolfo Aguilar Zínser, nuestro representante permanente ante Naciones Unidas, y a la de otros gobiernos, de manera brillante Francia y Chile.

Otro grave acontecimiento, el golpe de Estado militar contra el gobierno democrático de Salvador Allende en Chile, tuvo lugar el 11 de septiembre de 1973, instaurándose la dictadura de Augusto Pinochet, que duraría hasta el 11 de marzo de 1990. Durante ella fueron asesinadas alrededor de 3500 personas, detenidas más de 80,000 y torturadas decenas de miles.

Los militares golpistas contaron con el estímulo, asesoría y apoyo del gobierno de Nixon, a quien su asesor de seguridad nacional, Henry Kissinger insistió en la urgencia de derrocar a Allende, “marxista duro… anti-estadounidense… que pretende establecer un Estado marxista en Chile… y eliminar la influencia de Estados Unidos… estableciendo, en cambio, relaciones estrechas con la Unión Soviética, Cuba y otros países socialistas” -según documentos recientemente desclasificados por el Archivo Nacional de Seguridad (NSA).

La evaluación, de mala fe o no, de Kissinger, era errónea, pues eran obvias

las similitudes entre el proyecto allendista de acceder al socialismo por la vía pacífica y en el respeto a las reglas de la democracia liberal, con el eurocomunismo en Europa, que, al igual que el presidente chileno, aceptaba el modelo democrático pluripartidista como vía hacia el poder, desechando el modelo soviético.

La intervención de Estados Unidos, a través de la CIA e incluso, según información recientísima, ¡del espionaje australiano!, canceló por años la posibilidad de que la izquierda -e incluso las opciones socialdemócratas- llegara al poder, a través de elecciones, en América Latina.

Fue necesaria -y es digna de elogio- la participación de gobiernos latinoamericanos, destacadamente el de México, para acabar con los gorilatos -dictaduras militares- y dar acceso a gobiernos civiles de izquierda. Hay que hacer notar, por cierto, que fue un gobierno considerado de derecha, el de Miguel de La Madrid, el que creó, con Colombia, Panamá y Venezuela, el Grupo de Contadora, que hizo posible el acceso de los sandinistas -quienes proclamaban y practicaban entonces la democracia- al gobierno de Nicaragua, y contribuyó a la paz en Centroamérica.

Quiero referirme a otro aniversario, que recuerda la defensa heroica, el 13 de septiembre de 1847, en Chapultepec, de cadetes del Colegio Militar: los “Niños Héroes”, contra el ejército invasor, de Estados Unidos: al margen de la idealización del hecho, debe rendirse homenaje a los caídos, entre ellos el coronel Felipe Santiago Xicoténcatl, comandante del batallón de San Blas y al entonces cadete Miguel Miramón, quien fue hecho prisionero por los invasores y participaría, con un destino trágico, en la historia de México.

Debe asimismo rendirse homenaje a los soldados irlandeses del batallón de San Patricio y a John O’Reilly, su comandante, quienes llegaron a México con el ejército invasor y, al darse cuenta de que la razón asistía a los mexicanos en esta lucha, optaron por la justicia y pelearon de nuestro lado. Los que llegaron a ser capturados por los americanos sufrieron severos castigos: trabajos forzados y fueron marcados a hierro candente en la mejilla con la “D” de desertores; los que se habían incorporado al ejército mexicano, fueron ahorcados en masa.

 

Aniversarios de la independencia de México y las independencias centroamericanas

La independencia de México, fruto de una larga guerra que se inició el 15 de septiembre de 1810, fue consumada el 27 de septiembre de 1821 por Agustín de Iturbide, en acuerdo con Vicente Guerrero y después de firmarse, el 24 de agosto, los tratados de Córdoba con el virrey Juan O’Donojú. Destaco esta información, de conocimiento popular, para señalar, en primer término, que la fecha de la consumación de la independencia no ha sido celebrada por los gobiernos mexicanos, que intentan borrar a Iturbide como su protagonista.

Sin embargo, Álvaro Obregón sí celebró en 1921 su primer centenario y hoy el presidente López Obrador planea festejar este 27 de septiembre el segundo centenario, revuelto con un acto que, el 28, “ofrece perdón a los pueblos yaquis por la represión que padecieron”. Y ¿qué se dirá de Agustín de Iturbide en este segundo centenario de la consumación de la independencia, con la entrada a la capital del Ejército Trigarante al mando de éste?

Interesa, igualmente, recordar que Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica obtuvieron su independencia el 15 de septiembre de 1821 y quedaron incorporados al Imperio mexicano, cuyas fronteras incluían a California, Nuevo México y Texas, por el norte, y todo el territorio centroamericano hasta Costa Rica, por el sur. Una superficie total de casi 5 millones de kilómetros cuadrados.

Hoy los países centroamericanos, en especial Guatemala, El Salvador y Honduras: el “Triángulo del Norte”, tienen lazos muy fuertes con México tanto en materia económica -inversiones, comercio, empresas conjuntas, etc.- como en aspectos de inmigración, por ser nuestro país el paso terrestre obligado para llegar a Estados Unidos, la tierra de promisión, “el Edén” de los desplazados por la pobreza o la violencia en sus países.

La migración de centroamericanos, decenas de miles, y ahora, además, de haitianos, en cifras igualmente alarmantes -según la más reciente información del Instituto Nacional de Migración (INR) y la Comisión de Ayuda al Refugiado (COMAR)- ha superado las capacidades del gobierno mexicano para organizar tales flujos, ya sea para auxiliarlos en su viaje a la frontera con Estados Unidos, para documentar a quienes pudieran establecerse en México o para devolverlos a su país de origen. Siempre con un estricto respeto a sus derechos humanos.

Sin embargo, la realidad es muy otra, no se respetan los derechos humanos de los inmigrantes y las imágenes que se muestran en los medios, acerca del trato a estos por parte de las autoridades mexicanas, son indignantes; y más indignante aún es la reacción de nuestra sociedad, que reclama airada por el trato que reciben en Estados Unidos nuestros migrantes, indocumentados y no, pero trata peor a los que llegan a las puertas de México.

En este contexto, el llamado Plan de Desarrollo Integral del norte de Centroamérica y del sur – sureste de México constituye una espléndida oportunidad, en el corto plazo, para dar respuesta a la situación económica, de seguridad y política que obligan a los centroamericanos a emigrar; y a largo plazo, para echar a andar, en verdad un plan de desarrollo integral de esta región.

El Plan es del interés –“de la más alta prioridad”- del gobierno de México y cuenta con el apoyo político y económico del gobierno estadounidense, que también le asigna una alta prioridad, disponiendo, en principio de unos 4000 millones de dólares, en un horizonte de cuatro años, para ello y ha encomendado el proyecto a la vicepresidenta Kamala Harris.

El proyecto exige una importante y urgente tarea a la diplomacia mexicana, frente a los corruptos e incompetentes gobiernos centroamericanos del Triángulo del Norte: proporcionar la orientación -y en su caso la presión- que sea necesaria para hacer ajustes y cambios en sus administraciones y desactivar la inmigración. Para ello, requerirá el apoyo de los diplomáticos de carrera, profesionales en lugar de sus actuales improvisados embajadores: un profesor de primaria, un sindicalista y un funcionario del poder judicial.

Al hablar de las independencias centroamericanas, es obligado referirse a Nicaragua, que, liberada en 1979 de la dictadura de Anastasio Somoza, sufre ahora la dictadura de Daniel Ortega, sandinista desvergonzado, y de su esposa, Rosario Murillo. La dupla Ortega – Murillo se propone presentarse a una nueva elección presidencial en noviembre de 2021 -fue presidente entre junio de 1979 y abril de 1990; y lo es actualmente, desde enero de 2007.

Ortega ha metido en prisión a todos aquellos opositores que tuvieran la intención de competir contra él en los comicios de noviembre y trata de acallar la voz crítica de Sergio Ramírez, el laureado escritor que fuera su vicepresidente, acusándolo por supuestos delitos de incitación al odio y lavado de dinero.​ Asimismo, acusó a México de “lacayo de los yanquis”, a raíz de una torpeza diplomática de otro improvisado embajador nuestro, Gustavo Alonso Cabrera Rodríguez.

 

Otras novedades septembrinas

Destaco, de América Latina, el fallecimiento de Abimael Guzmán, creador y líder del grupo marxista-leninista-maoísta peruano “Sendero Luminoso”, que sembró el terror de 1970 a 1992, cuando Guzmán fue capturado y encarcelado. No es exagerado que se le califique de monstruo, habida cuenta de que es responsable del asesinato de 30,000 personas -en una ocasión mandó matar a hachazos a decenas de personas. La desaparición física del personaje es, además, políticamente importante hoy, pues el actual primer ministro peruano se habría referido positivamente a él y a Sendero Luminoso; aunque ya abjuró de todo ello.

Es de destacarse, igualmente, en este septiembre, la catástrofe electoral sufrida por el peronismo -vale decir el kirchnerismo- en las elecciones, primarias, al congreso en Argentina: perdió en los distritos más importantes del país, incluso la provincia de Buenos Aires, considerada bastión de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner- ¿Es la crónica de una derrota, de la “izquierda”, anunciada?

Queda por verse, todavía hablando de América Latina, si las conversaciones entre gobierno y oposición de Venezuela, que se celebran en México, tienen algún resultado.

 

Del ancho mundo

No puedo eximirme de comentar, en forma muy breve, las próximas elecciones, el 26 de septiembre, en Alemania: para juntarme a quienes -legión- expresan su admiración y gratitud a la canciller Ángela Merkel, estadista impar y mujer llena de virtudes. La vamos a extrañar.