“La Muerte no desposee del alma”.
Fray Pedro de la Vega

 

Tras 19 meses de pandemia, este 28 de octubre la capital de la República informó que más del 96 por ciento de sus habitantes adultos había cubierto su esquema de vacunación contra la Covid-19, dando ejemplo de recuperación y confianza en la coordinación de acciones de gobierno a favor de la salud, del bienestar y, por lo tanto, de la vida.

Si durante casi dos años la pandemia dejó una estela de dolor por la partida de un  poco más de 50 mil capitalinos, esta tasa de mortalidad es una de las más bajas entre las capitales del mundo; eso fue posible gracias al decidió apoyo a las iniciativas públicas y privadas coordinadas a favor de un solo y vital objetivo: prevenir, atender y vacunar al 100 por ciento de los habitantes de una ciudad que actualmente conmemora más de 700 años de su fundación, 500 de resistencia indígena y 200 de independencia.

Pese a la evidencia, ensimismados en sus agendas revanchistas, un grupo de políticos y ciudadanos se empecinan en inocular repulsión y odio a una de las más profundas transformaciones sociales de los últimos tiempos: su interesada y miope visión les impide ver el proceso de cambio que garantizó que todo el mundo decididamente apoyara una política integral de prevención y atención médica universal y gratuita, que una autodisciplina social aminorara los contagios, y que gracias a la unidad de esfuerzos en aras de reconstruir el entramado socioeconómico y cultural, el conjunto de todos estos cambios fuera el que hoy plenamente nos está permitiendo Celebrar la Vida en Día de Muertos.

En tanto, al más puro estilo fascista, el vocero de la oligarquía, Claudio X. González, ha llamado a los suyos a elaborar “listas” ¿de exterminio? en donde se incluya a quienes apostamos a la trasformación del país a favor de la honestidad, la democracia y su memoria histórica: la mayoría de los candidatos a formar parte de este padrón elaborado por una desquiciada ultraderecha, hemos decidido festejar la vida y a nuestros muertos en el más puro espíritu del sincretismo que nos caracteriza y ennoblece.

Por ello, el naranja del cempasúchil hoy se mira más brillante en toda la ciudad y hace de sus avenidas alegres “caminos de ánimas benditas” por donde transcurrirán las festividades encarnadas en miles de mexicanas y mexicanos que, ataviados de catrinas y catrines, llenaremos las calles y los camposantos, así como nuestras plazas y avenidas en una fraternal fiesta que nos une a vivos y a muertos merced a nuestra dinámica y transformadora cultura antigua, expresión comunitaria profundamente arraigada y cuya vigencia ha quedado demostrada ante esta terrible pandemia de la que muchos de nuestros detractores, juntos hemos salido, nosotros no para enfrentarnos sino todo lo contrario: pobres de aquellos que han perdido su alma por su inquina, pues su amargura perdurará eternamente, según reza la sentencia del jerónimo castellano Fray Pedro de la Vega, para quien la Parca no nos despoja del alma… solo la libera.

 

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