Reformar los artículos 25, 27 y 28 constitucionales, como lo expone la iniciativa, desde 1991 son banderas de las fuerzas nacionalistas, progresistas y de izquierda desde cuando, en el punto más alto del salinismo
“Mito: Historia imaginaria que altera las verdaderas
cualidades de una persona o de una cosa
y les da más valor del que tienen en realidad.”
La propuesta de reforma constitucional en materia de energía eléctrica del Presidente Andrés Manuel López Obrador tiene como objetivo que el Estado mexicano recupere el control de este sector estratégico para el desarrollo del país.
Para la oposición, se trata de una nacionalización disfrazada o una vuelta al pasado. Estas afirmaciones opositoras carecen de sustento, son un mito alimentado desde una visión del mundo que privilegia los principios del liberalismo clásico, ya rebasado por la realidad política y social en Europa y América.
Reformar los artículos 25, 27 y 28 constitucionales, como lo expone la iniciativa, desde 1991 son banderas de las fuerzas nacionalistas, progresistas y de izquierda desde cuando, en el punto más alto del salinismo, el Congreso modificó el artículo 27 constitucional para privatizar el ejido e inició la apertura del sector energético. Vicente Fox no pudo avanzar en la privatización. En 2008, Felipe Calderón realizó una reforma parcial, hasta que en 2013 y 2014, Enrique Peña Nieto, por medio de una alianza del PRI-PAN-PVEM, logró la privatización del sector energético. Reforma que fracasó, no porque lo diga el actual gobierno, sino por la falta de planeación y la corrupción del propio gobierno priísta. Los datos del fracaso de la reforma peñista puede consultarse en publicaciones de organismos empresariales y financieros.
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¿Por qué el sector energético no puede estar sólo en manos de privados? La privatización es un mito que ha demostrado su fracaso en varias partes del Mundo. Dejar el sector eléctrico a las fuerzas salvajes del mercado provoca inmensas ganancias para algunos, energías caras, deficiencias en el servicio, contaminación y desigualdad social. Naciones que emprendieron el camino de la privatización, ahora discuten o han iniciado el camino de retorno. Así ha ocurrido en Argentina, en Bolivia, en naciones con clara vocación neoliberal como Colombia. En Estados Unidos, por ejemplo, Texas plantea mayor intervención de la autoridad en este mercado. En España se debate acaloradamente si el Estado debe crear un ente que controle este sector. El PP y el PESOE se niegan a hacerlo, el resto de fuerzas están por diversas modalidades de regulación. Las reticencias de populares y socialistas se explican en parte por los fuertes compromisos que ex jefes de gobierno y servidores públicos de alto nivel construyeron con las principales empresas de energía de ese país.
En democracia, los procesos históricos son una rueda de la fortuna. El voto ciudadano te sube y el voto ciudadano te baja. Lo importante es no descarrilar la rueda de la democracia. En 2014, la correlación de fuerzas favoreció la apertura y fracasó; ahora el voto popular se inclinó a favor de que el Estado tenga el control del sector energético nacional. En ese sentido, la propuesta del Presidente se quedó corta, es el momento de impulsar una reforma energética integral y de largo plazo. Eso pienso yo, ¿usted que opina? La política es de bronce.