Temas colaterales          

La agenda internacional tiene temas que hoy pueden ser más graves y de mayor impacto que el de la “guerra intestina” en la Unión Europea. A ellos debería referirme, en lugar de volver, por enésima vez, al tema europeo.

Mis disculpas a quienes me lean y, a manera de compensación, insuficiente, aludo al caso de Taiwán y China, que, en la condición de Estado soberano que aquel ostenta, da ocasión a Xi Jinping de reiterar su decisión de “reunificar” China -incluida la “isla rebelde”. Por ahora, mediante la agresiva exhibición de la fuerza aérea de Pekín (el vuelo de 56 aviones solo en uno de varios días) en el espacio aéreo taiwanés. “Guerra fría” entre China y Estados Unidos, protector de Taiwán, que los analistas no creen que se convierta en guerra caliente -aunque el riesgo existe.

Latinoamérica da también más de un tema de impacto internacional hoy: Por ejemplo, la deriva autoritaria, hacia la dictadura, del presidente salvadoreño Nayib Bukele: reemplazo de jueces y magistrados, el legislativo controlado y un “caudillo” gobernando. Las elecciones presidenciales, del 7 de noviembre en Nicaragua, con la dupla Ortega-Murillo presta a reelegirse por tercera vez, mientras los candidatos de la oposición están en la cárcel.

No omito referirme a Vox, el partido español de ultraderecha, y la ridícula alianza anticomunista que está armando en América Latina, con Eduardo Bolsonaro, el poderoso hijo del presidente brasileño, Keiko Fujimori, excandidata presidencial peruana y el expresidente colombiano Andrés Pastrana, muy vinculado al partido popular español, lo que ha causado malestar en esa formación. Como también lo causó —“un terremoto político”, se dice— en México, cuando la ignorancia y torpeza de legisladores del PAN y del PRI los llevó a apoyar una iniciativa del propio Vox, de la que se desmarcaron de inmediato.

Concluyo esta tournée latinoamericana mencionando que tanto el presidente Guillermo Lasso que recién asumió en Ecuador, como el mandatario chileno saliente, Sebastián Piñera fueron gravemente “contaminados” por los Papeles Pandora, por su presunta evasión de impuestos al participar en empresas ubicadas en paraísos fiscales. Noticia esperanzadora, sin embargo, es la de que el expresidente brasileño Lula da Silva recupera sus derechos políticos y será, previsiblemente, candidato en la elección presidencial de octubre de 2022: contra Bolsonaro y con posibilidades de ganar.

 

Guerra civil en la Unión Europea

Al empezar a redactar, bajo este título “de impacto” sobre los peligros actuales de la Unión Europea, me encontré que la misma pregunta se hacen sobre Estados Unidos los expertos: La prestigiosa Foreign Policy dice que otra guerra civil, que, hasta hace poco parecía imposible en el país, hoy “la insurrección en el Capitolio y el auge del extremismo violento interior han hecho sonar las alarmas”. El Financial Times pregunta, por su parte: “¿Somos Weimar?”, es decir, si como en el caso de la República de Weimar, cuya debilidad encumbró en 1933 a Adolfo Hitler, hoy Estados Unidos encumbraría a Trump, el candidato de la mitad de un país polarizado.

Respecto a la Unión Europea y su “guerra civil”, que es el tema de mi colaboración, retomo información y reflexiones de otros artículos míos. Primero, que, a diferencia de nuestra desunida América Latina, que no debía estarlo porque tenemos orígenes comunes, mestizaje, idioma y cultura comunes, la Europa comunitaria, llena de asimetrías: 27 países, sajones, latinos, eslavos, nórdicos y “mil” etnias más, 24 idiomas oficiales, desarrollo económico desigual, etc., ha logrado, de manera ejemplar alcanzar una “unión de desuniones” —diría Rina Mussali—.

Pero esta unión política admirable, la Unión Europea, enfrenta actualmente situaciones que la dividen y podrían incluso amenazar su supervivencia: la “rebelión de Polonia y de Hungría, emitiendo leyes contra la independencia del poder judicial y la libertad de expresión; y, sobre todo, el pronunciamiento del tribunal constitucional polaco en el sentido de que su constitución nacional es el ordenamiento de mayor jerarquía, por encima del derecho de la Unión Europea. Es decir, que el tribunal supremo europeo ya no es supremo en lo que se refiere a Polonia.

Esta sentencia, del 7 de octubre, dio lugar a un claro y enérgico pronunciamiento de Úrsula von der Leyen, presidenta del Consejo europeo, sobre el dictamen del tribunal constitucional polaco, y todo hacía pensar que un arsenal jurídico de Bruselas aplastaría literalmente a Varsovia. Otorgando previamente, desde luego, la garantía de audiencia al primer ministro Mateusz Morawiecki.

El premier polaco alertó sobre lo que considera una Unión Europea “centralizada”, imponiéndose a “sus provincias”. Una visión, la de Morawiecki, que es contraria a la naturaleza de la Europa comunitaria como entidad supranacional y que la reduce a ser un club de Estados soberanos.

Morawiecki, por cierto, tiene una historia de “mil caras”: católico de derecha, activista anticomunista, autor de un manual de derecho, consejero de la banca, asesor económico del gobierno de Donald Tusk -en realidad, dice el biógrafo de Morawiecki, era “espía” de Kaczynski, el poderoso manipulador que gobierna Polonia. Actualmente el primer ministro es el hombre de confianza de Kaczjnski.

El retrógrado planteamiento del primer ministro polaco, además de provocar la justa indignación de los que admiramos los arduos esfuerzos de quienes han trabajado en la construcción de la Unión Europea, haría esperar que Bruselas empleara no solamente su arsenal jurídico, sino también el arma de los fondos millonarios de recuperación, a fin de que no se liberen para los países que vulneran el Estado de Derecho.

Una noticia de última hora informa que la justicia europea a multado a Polonia con un millón de Euros al día por vulnerar la independencia judicial.

Sin embargo, las cosas están tomando otro cariz, primero, porque no hay una opinión unánime de los 27 miembros del club comunitario: los países del Benelux —Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo— exigen una defensa firme del Estado de Derecho ante el desafío de Varsovia. Mark Rutte, el premier holandés habla de retener los fondos de recuperación que corresponderían a Polonia.

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La Unión Europea y sus talibanes

Hungría, en cambio, defiende airadamente a su país amigo centroeuropeo; y Alemania, todavía con Ángela Merkel como jefe de Gobierno (canciller) propone flexibilidad, advirtiendo que no pocos países de los 27 suscriben la tesis de Varsovia respecto a la primacía de las constituciones nacionales sobre el derecho europeo. Lo que, dice la canciller, produciría “una cascada de disputas legales ante el tribunal de justicia, lo que no va a solucionar el problema”.

Ángela Merkel afirma, por otro lado, que en todo esto hay un problema de fondo “que se resume en una pregunta; ¿cómo ve cada país a la Unión Europea, como una unión cada vez más estrecha o se quieren más estados nación?” Si la respuesta fuera “más estados nación”, yo añado que estaríamos, lamentablemente, volviendo al pasado.

La ácida controversia de Polonia con Bruselas ha dado lugar a un comentario irónico de The Economist sobre el hecho de que, a pesar de esa controversia y de las rabiosas críticas de Morawiecki, Varsovia no tiene en proyecto abandonar la Unión Europea. Nada de “Pole.xit”, porque sería suicida ante la sociedad civil polaca, pro europea en su inmensa mayoría. Pero la permanencia de un “talibán” eurófobo, o por lo menos euroexcéptico, puede ser tóxico para la Europa comunitaria -añade The Economist..

Por otra parte, esta Europa seguirá padeciendo a otros eurófobos, como el húngaro Viktor Orban, cuya última provocación a Bruselas es haber recibido en Budapest, con protocolo presidencial a Marine Le Pen, otra eurófoba de larga tradición.

Sin embargo, para consuelo y esperanza de los magiares pro europeos, ha aparecido en el escenario político un político, Peter Marki-Zay, liberal, que podría enfrentar, con éxito, a Orban en los comicios parlamentarios del año próximo.

Confiemos, por otro lado, en que la izquierda europea, con su triunfo en Alemania y en Italia, se fortalezca, y que también se mantenga fuerte la derecha, así como los Verdes, para bien de la Unión Europea.