“El éxito, a veces, alimenta a los inteligentes.
Generalmente atonta más a los que ya son tontos,
pero en ambos casos, es efímero”.

Carlos Saavedra Lamas

 

El 8 de octubre de 1821, a escasos días de haber llegado a la Ciudad de México el suscriptor de los Tratados de Córdoba y testigo de honor del Acta de Independencia del Imperio Mexicano, Don Juan O´Donojú y O´Ryan, falleció de pleuresía en los aposentos del Palacio Nacional.

Su deceso, lamentado profundamente por Iturbide y sus seguidores, servirá posteriormente al reino español para desconocer su calidad de Jefe Político de la Provincia de Nueva España, cargo que le fue otorgado a fin de enderezar a una colonia prácticamente perdida por la traición del Ejército Realista.

A la falta de lealtad de la armada se sumaron  las pugnas política que llevaron a destituir al 61° Virrey Juan Ruiz de Apodaca y Eliza, designado en 1816 por la corona, y depuesto por los súbditos novohispanos en 1820 a través de una revuelta impulsada por la Logia a la que pertenecía Iturbide y cuyos integrantes determinaron imponer como 62° Jefe Político de Nueva España a Don Francisco Novella, cuyo trato fino y prudente, así como  su buen talante le permitieron reencauzar la revuelta a favor de la Corona.

El desconocimiento de Novella por parte de la Corona obliga al nombramiento y traslado a tierras novohispanas del noble de origen irlandés O´Donojú, quien atracó en Veracruz el 3 de agosto de 1821; ahí fue enterado de que la Colonia prácticamente estaba en manos del Ejército Trigarante, cuyo jefe, Iturbide, le invitó a parlamentar en la cercana ciudad de Córdoba, sitio en que se firmarían los Tratados que llevan el nombre de esa ciudad.

Entre el 24 de agosto y el 26 de septiembre de ese año, O´Donojú esperó pacientemente los “arreglos internos” convenidos con Iturbide a efecto de trasladarse a la Ciudad de México con la finalidad de asumir formalmente el cargo encomendado por la Corona y así, con dicho título, recibir al Ejército Trigarante ante cuyos jefes entregaría el gobierno de la colonia para su ulterior declaración de independencia.

Las breves horas prestadas por O´Donojú como Jefe Político de la Provincia Novohispana, hicieron de él una autoridad fugaz y claudicante, situación que más tarde sirvió a la Corona para desconocerle como mando válido para signar los Tratados y testimoniar el Acta de Independencia del Imperio Mejicano (sic), a pesar de la histórica frase atribuida al hispano-irlandés por haber “desatado sin romper, los vínculos que unieron a los dos continentes”.

La prematura muerte de O´Donojú acredita la máxima del premio Nobel de la Paz 1936, el argentino Carlos Saavedra, ya que su éxito, si bien le alentó fue por tan pocos días que profundizó en su calidad efímera.

También te puede interesar leer

Imperial y reveladora acta de Independencia