Con la caída de las redes sociales que dependen del gigante Facebook quedó demostrada nuestra dependencia de estas herramientas de comunicación.

Y es que no fue sólo que la caída de Instagram, Facebook y Whatsapp hubiera sido el tema más comentado en las otras redes, espacios noticiosos y pláticas de sobremesa, tampoco lo que provocó en millones de personas que miraban desconsoladas las pantallas de sus celulares las poco más de 6 horas que duró la suspensión de los servicios o los 70 millones de nuevos usuarios que ganó Telegram en el segmento de mensajería instantánea para buscar sustituir a Whatsapp y seguir en contacto con los demás, sino que se demostró que para millones son elementos indispensables en sus vidas.

Desde los novios que quedaron incomunicados, sin explorar otras alternativas como los SMS u otra aplicación de mensajería, hasta los empleados que se quedaron sin saber que hacer y no pensaron en enviar un correo electrónico para coordinarse en sus labores, la constante en esas horas sin servicio fue la desesperación y la duda en muchos.

Es claro que dependemos de estas herramientas de comunicación para múltiples aspectos de nuestras vidas, que nos cuesta encontrar sustitutos para las redes sociales y que, además, nuestra comunicación con nuestros seres queridos y con nuestro entorno, sea laboral o físico, pasa por estos instrumentos, por lo que quedamos a expensas de un nuevo fallo y olvidamos que la tecnología no tiene palabra de honor.