Las tentaciones resistidas

Cuando pensaba en el tema de este artículo tuve la tentación de dedicarlo a la farsa electoral de Nicaragua, que regaló un cuarto período presidencial a la dupla Daniel Ortega-Rosario Murillo, traidores al ideal sandinista, tan dictadores y asesinos como Anastasio Somoza, ridículos, esperpentos que bien podría haber inventado Valle Inclán y emparentado con su Tirano Banderas. Pero seguro que el suceso será abordado por varios comentaristas —ya se publicó un artículo en esta, nuestra revista.

Aunque hoy comentar esta farsa me permitiría señalar que Putin, no contento con su asedio permanente a Ucrania, está presente en Nicaragua, con apoyo económico y militar, y ahora el Kremlin se felicita por el “buen desarrollo de las elecciones”. Mientras otros países latinoamericanos —no Cuba, Venezuela y Bolivia— condenan el fraude electoral y el gobierno peruano de Pedro Castillo, de izquierda, dijo, incluso, que los comicios “no respetaron los criterios mínimos de elecciones libres, justas y transparentes”.

He tenido, asimismo, la tentación, a la que no sucumbí, de referirme a un proceso más de endiosamiento de Xi Jinping, con vistas a su reelección en el congreso del partido comunista de otoño de 2022, que lo confirmará como prócer, al lado de Mao Zedong y Deng Xiaoping. O sea, un dictador en China, la potencia que disputa la hegemonía mundial a Estados Unidos en un escenario que hoy es ya bipolar.

También omito escribir sobre el “fuego amigo” que debe resistir Biden en sus esfuerzos por echar a andar su plan de modernización del país, que constituye una de las mayores inversiones públicas desde la Gran Depresión. De su promesa de cambios radicales a la política migratoria, detenida en el congreso. Y sobre Trump, presente en el escenario político, adueñado del partido republicano y amenazando la estabilidad de Estados Unidos.

En fin, tentaciones respecto a lo que acontece en Europa, de la que me he ocupado abundantemente en mis recientes artículos. Así que no me ocupo de los avatares de la Unión Europea y del Reino Unido y anexas. Tampoco me ocuparé del G20, de la cumbre de Glasgow sobre el cambio climático, ni del inicio de la presidencia mexicana en el consejo de seguridad de la ONU, con la intervención del presidente López Obrador.

Finalmente, por ser noticia, que requeriría de mayor contenido, omito comentar la relativa a la invitación que hace el presidente Biden a López Obrador y a Justin Trudeau para reunirse en Washington el 18 de noviembre.

Resistidas estas y otras tentaciones, me lanzo al tema de África, continente de mis afectos desde que fui embajador, entre 1995 y 2001, en Marruecos, Mali, Senegal, Côte d’Ivoire, Ghana y Gabón. Por ello, a partir de 2007, que inicié mis comentarios en la radio y la prensa sobre el escenario internacional, reservo espacios al “África de nuestra ignorancia”, de la que poco se sabe y sobre la que abundan los prejuicios en México.

 

El Magreb, entre rencores, dictadura y violencia

El Magreb, cuyos Estados miembros: Argelia, Libia, Marruecos, Mauritania y Túnez, crearon en 1989 la Unión del Magreb Árabe, un acuerdo de interacción comercial, con vocación de concertar políticas y hasta de integración de los cinco países, según me comentó un talentoso e influyente embajador marroquí, no ha podido avanzar en su ambicioso proyecto. El motivo principal es el grave desacuerdo económico y político entre Rabat y Argel —destacadamente sobre el Sahara Occidental—.

Hoy estos desacuerdos siguen envenenando la relación de los “hermanos enemigos”: Argelia incluso ha roto las relaciones diplomáticas con su vecino. Por otro lado, los fantasmas de la guerra de independencia argelina y la cólera y odios del colonizado han reaparecido, cuando el presidente Macron pidió perdón a su excolonia por la brutalidad y crímenes de Francia en la guerra, pero acusó al sistema “político militar” argelino de “hacerse rentista de una historia oficial falsa”, y se preguntó, además, si había una “nación argelina” antes de la colonización francesa.

En este Magreb, Túnez, cuna de la Primavera Árabe, se encuentra hoy “secuestrada” por el presidente de la república, Kais Said, quien borró jurídicamente y en la realidad al legislativo, al judicial y a la oposición. Solo ha nombrado a Najla Buden, profesionista en el ámbito de la ingeniería, “inteligente, dinámica y muy ambiciosa”, pero de hecho sin atribuciones.

Respecto a Libia, el país, carente de tradición democrática, ha vivido después del derrocamiento y asesinato en 2011 de Muamar Gadafi, que lo gobernó durante 42 años, en una condición de estado fallido, con dos gobiernos, uno de ellos apoyado por Naciones Unidas. Terreno de contrabando de armas, de mercenarios de distintos países al servicio de señores de la guerra y territorio en el que se hacinan y son explotados inmigrantes que tratan de llegar a Europa, por fin, después de arduas negociaciones con el apoyo de la ONU, de países europeos y de otros gobiernos, celebrará el 24 de diciembre elecciones presidenciales y parlamentarias.

Los posibles candidatos son muchos, entre los que está el mariscal Jalifa Haftr, un ex miembro de la cúpula golpista y hombre fuerte del país y Said al Islam Gadafi, hijo del dictador, aunque sobre él pesa la acusación por supuestos delitos de lesa humanidad.

También podrían presentar sus candidaturas en los próximos días el actual primer ministro interino, Abdelhamid al Debeibah —enfrentado con el líder del Consejo Presidencial transitorio, Mohamad al Menfi—. Solo Mauritania, el restante miembro de este tormentoso Magreb, no es, para bien o para mal, noticia.

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El culto y poderoso imperio que ya no es

En África, cuna de la humanidad, aparecieron las primeras universidades del mundo: Ez-Zitouna, de Túnez, en el año 737, y Qarawiyyin, de Fez, Marruecos, en 859. Asimismo, la universidad de Sankore en Tombuctú, Malí, que data de 1270 -la primera universidad europea -recuérdese- fue la de Bolonia, fundada en 1088 como agrupación de estudiantes y que adquirió el estatuto de universidad en 1317.

En otras palabras, el interés y la pasión por el saber crearon universidades en Europa y en África que fueron contemporáneas y la Qarawlyyin de Fez albergó en sus aulas al musulmán Averroes y al judío Maimónides, quienes rescataron para Occidente a Aristóteles; y Tomás de Aquino y el pensamiento del Medioevo se beneficiaron de las reflexiones de ambos sobre el estagirita.

Me interesa comentar que la Universidad de Sankoré, en Tombuctú, fue refugio, después de la caída de Granada, en 1492, de intelectuales andalusíes —y que, como testimonio de su pasada grandeza, Tombuctú conserva aún más de 700,000 manuscritos de la Universidad—.

La ciudad santa de Tombuctú y su universidad pertenecían al imperio de Malí, un Estado aparecido en 1235, que emergía como el primero de los estados federados del oeste de África, con leyes que uniformaban un área del tamaño de Europa occidental. Duró hasta 1546.

Ahora ya no hay imperio y Mali se desgarra, víctima de corrupción, golpes de Estado y del yijadismo, que no pudo erradicar o al menos controlar la alianza de las fuerzas armadas de Francia, Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger: el Proyecto Barkhane, hoy Coalición Sahel.

Hay que mencionar, por otro lado, el apoyo que están dando a Mali la MINUSMA (Misión multidimensional integrada de las Naciones Unidas para la estabilización de Mali) y la Misión EUTM, de la Unión Europea para la formación de las fuerzas armadas de Mali.

Mientras los militares golpistas tratan de negociar un modus vivendi con el yijadismo, el Consejo de Seguridad de la ONU visita Mali, para presionar a Bamako a fin de que retorne al gobierno civil, después de dos golpes militares en nueve meses -agosto de 2020 y mayo de 2021.

Hago notar que hoy México preside el Consejo de Seguridad —el presidente López Obrador pronunció una conferencia e hizo propuestas al inaugurar esta presidencia—y como tal, habrá de liderar en el seno del mencionado órgano, el Comité de sanciones sobre Mali.

 

El África de la esperanza

A diferencia de Mali, lo que sucede en otro de los países en los que fui Embajador: Côte d’Ivoire, me llena de satisfacción, porque los viejos enemigos, Laurent Gbagbo y Alassane Ouattara, cuyo enfrentamiento en las elecciones de 2011 dio lugar a una suerte de guerra civil, se han reencontrado con toda cordialidad. Gbagbo, que se rehusó a ceder el poder a Ouattara, vencedor en los comicios y que enfrentaría un juicio ante la Corte Penal Internacional -del que fue absuelto- pudo retornar al país, ser saludado por sus partidarios y rearmar su partido político.

Ambos líderes, junto al decano de los mandatarios, Henri Konan Bedie, siguen siendo los referentes políticos en el país, aunque los expertos y en la sociedad civil piensan que ellos deberán retirarse y dejar que políticos de generaciones más jóvenes sean los protagonistas en el año electoral de 2025.

País asiento de más de 60 etnias y de diversas religiones, Costa de Marfil ha vivido en armonía, salvo en la década infame que inició en 2011 y hoy queda en el olvido. Cuenta con buenas infraestructuras, hospitales y universidades —por cierto, es el país africano con más estudiantes de español y el séptimo del mundo en esa condición— y Abiyán, su capital económica y financiera, es la sede del Banco Africano de Desarrollo; y es, además, el segundo puerto más importante de África.

El país es, por otra parte, una economía pujante, creciendo durante esta última década al 7% anual, aunque el covid19 lo haya frenado, pero crecerá al 6%. Es una de las economías más sólidas y de ahí que el banco británico Standard Chartered la considere como la de mayor potencial en el mundo —también considera a Kenia como la tres y a Ghana como la trece—.

Lamentablemente no tuve suerte con el embajador marfileño en México, Djerou Robert Ly, a quien propuse, con mi amigo, el excelente editor Alejandro Zenker, echar a andar una colección de literatura de su país, traducida al español. Que daría a conocer al publico de habla española —América Latina, España— a un país de enorme importancia, pero poco conocido en nuestros espacios, como es Costa de Marfil.

 

Comentario final

Sin desconocer situaciones graves, como lo que sucede en Etiopía y Sudán, el continente puede seguir presumiendo, justificadamente, de sucesos que tienen lugar en otros países del continente, como es el caso de Sudáfrica, donde un mandatario corrupto, Jacob Zuma, ha sido encarcelado, el pueblo castigó con su voto al partido de Zuma, ¡que es también el de Mandela! Y este partido busca redimirse de la mano de otro político honesto y carismático: Cyril Ramaphosa, artesano de la liberación de Madiba (Mandela).

Además, África puede presumir el premio Booker otorgado al sudafricano Damon Galgui por su libro The Promise y del Goncourt -el galardón más importante de la lengua francesa- que ganó el senegalés Mohamed Mbougar Sarr con su novela La Plus Secrète Mémoire des hommes.

¡Y qué decir del proyecto de producción de hidrógeno verde, que el presidente de Namibia, Hage Geingob, anunció en la conferencia de Glasgow sobre cambio climático, que echará a andar en su país!