Presidencia de la República compró ocho columnas y espacios en los noticieros para ocultar el fracaso de López Obrador en la ONU. La línea era obvia: decir que el discurso pronunciado en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas había provocado el aplauso mundial, cuando en realidad pasó con mucha pena y poca gloria.

Mucha pena porque se trato de un mini discurso. Más propio de un alcalde de pueblo polvoriento que de un jefe de Estado. López habló como si estuviera en una “mañanera”, utilizó el espacio para burlarse de los oyentes, hacer propaganda de su gobierno y criticar a la ONU.

Pretendió ser una especie de Gandhi hablando a favor de los pobres del mundo, cuando ese taparrabo le queda grande. ¿Por qué?

Porque no tiene autoridad política y moral para decir todo lo que dijo ahí.  Le propuso a las naciones  establecer un “Estado de fraternidad y bienestar” cuando él  se ha dedicado a dividir al país. Cuando es un sembrador de odio y  tempestades y utiliza la ley para vengarse, humillar y perseguir a sus enemigos políticos.

Creyó que los miembros del Consejo de Seguridad son un grupo de ingenuos, ignorantes y desinformados decididos a comprar su receta para combatir la pobreza y la corrupción, cuando el Coneval acaba de anunciar que en México hay más pobres, menos clase media y la calidad de vida va a la baja.

Fue a regañar y a exigirle a los ricos del mundo que aporten el 4 por ciento de sus fortunas para financiar su plan de fraternidad como si eso fuera a resolver la miseria planetaria. Como bien le dijo Rusia y China: eso no funciona porque  su propuesta no tiene ni pies ni cabeza.

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También le fue a dar clases de política social a la ONU, como si la Agenda para el Desarrollo no existiera y el éxito o fracaso de su objetivos no dependiera de lo que hacen o dejan de hacer  gobiernos populista que usan y preservan la pobreza para sobrevivir electoralmente.

Pero de lo que no habló López en el Consejo General de Seguridad fue precisamente de seguridad. No dedicó ni un solo punto o una sola coma al tema porque no le conviene.

¿Acaso no debería de haber abordado, justo en ese espacio, el crecimiento del crimen organizado en el país? ¿No debería haber explicado por qué su partido gana elecciones con ayuda de la delincuencia organizada? ¿Por qué los migrantes son víctimas de traficantes que operan con absoluta impunidad? ¿O por qué no impide el tráfico de armas que alimenta la capacidad de fuego de las bandas delictivas, que por cierto, su administración protege?

Todos y cada uno de esos problemas tienen que ver con la seguridad nacional e internacional. Casos que exigen respuesta, pero que el presidente evadió con toda la cachaza que le caracteriza.

Fue a la ONU a tratar de lucirse. A presentarse como lo que no es y cree ser, un líder mundial. Fue a encerrarse en el edificio de la ONU y a saludar en la calle a mexicanos “sembrados” por la embajada o el consulado. Fue a dar clases de moral, de cómo hacer justicia y sembrar la paz cuando tiene al país convertido en zona de desastre.

En el avión de regreso donde los pasajeros le gritaron “¡fuera!, ¡fuera!” se dio cuenta de su verdadera dimensión. Ahí regresó a la realidad. Era Liliput tratando de tomarle el pelo al orbe.

@PagesBeatriz