Latinoamérica esta siendo este mes escenario de elecciones: Argentina de comicios legislativos, Chile, Nicaragua y Honduras para elegir presidente y Venezuela de elecciones regionales. El año próximo, además, tendrá lugar la elección en Colombia -mayo de 2022- y Brasil, en octubre. Los comicios en Paraguay serán en 2023 y los que debían celebrarse este 2021 en Haití están aplazados sine die debido a la grave crisis política, económica, de seguridad y humanitaria que padece el país.

 

Vergüenza en el istmo

Centroamérica, específicamente los países del llamado Triángulo del Norte: Guatemala, El Salvador y Honduras, que han sido y son prioridad de la política exterior de México, corroídos por la corrupción y la pobreza y rehenes del crimen organizado, están siendo escenario de elecciones trampeadas que otorgan el poder a gobernantes de espanto. Y hasta quien resultó electo democráticamente, está en camino de convertirse en dictador.

En efecto, el salvadoreño Nayib Bukele, quien abandonó el izquierdista, exrebelde Frente Farabundo Martí, que gobernaba el país, creo un partido nuevo y fue electo presidente de la república en 2019, está sucumbiendo a la tentación dictatorial: en febrero de 2020 escoltado por militares, irrumpió en la asamblea legislativa exigiendo fondos para un proyecto, a mediados de año destituyó a los magistrados de la sala constitucionales e impulsó una reforma constitucional para reelegirse, así como la militarización del país, aparte de otros proyectos de corte dictatorial.

Millenials —nació en 1981— se presenta como un eficaz ejecutivo: a través de maniobras lucidoras pareció controlar a las maras -pandillas de jóvenes delincuentes que han controlado el tráfico de drogas y la migración mediante la violencia- pero el control resultó efímero. “Gran modernizador” su última ocurrencia ha sido implantar el bitcom a título de moneda nacional, lo que es repudiado por la inmensa mayoría de los salvadoreños.

Enemigo rabioso de las críticas, prepara una “Ley de Agentes Extranjeros”, para “garantizar la seguridad, la soberanía nacional y la estabilidad social y política del país”, que es un atentado contra la libertad de prensa -igual que en la Nicaragua de Ortega, cuyo régimen ¡condena el salvadoreño! La ley de Bukele, ya provocó un grave enfriamiento de sus relaciones con Estados Unidos: la encargada de negocios estadounidense anunció que saldrá del país ante las “decisiones antidemocráticas que constituyen un ataque a la libertad de prensa y muestran el total desinterés del mandatario” por mejorar sus relaciones con Washington.

Vecinos de Bukele y de El Salvador —que “no es tu finca”, lo increpan sus cada vez más numerosos opositores— Guatemala y Honduras también son víctimas de la corrupción y de políticos corruptos encaramados en el poder. Honduras, además, es calificado de narco estado por The Washington Post, y de traficantes de droga, al más alto nivel, tanto el presidente Juan Orlando Hernández como su hermano, Tony Hernández, condenado a cadena perpetua en Nueva York, por tal delito.

Honduras celebra elecciones presidenciales este 28 de noviembre, las que han tenido escasa cobertura mediática ante el impacto escandaloso de los comicios de la vecina Nicaragua, los de Chile y las elecciones regionales de Venezuela. Sin mencionar lo que está sucediendo en Cuba.

Participan en los comicios hondureños con posibilidad de triunfar, el Partido Nacional (conservador, actual gobierno) que postula a Nasry Asfura y Libertad y Refundación, cuya candidata Xiomara Castro, es la esposa del expresidente izquierdista Manuel Zelaya, que fue derrocó en 2009 un golpe de Estado -por cierto, el presidente derechista Felipe Calderón, de acuerdo con nuestra política exterior, recibió entonces a Zelaya con honores de jefe de Estado. Según las encuestas, ganaría Xiomara Castro, aunque hay quienes temen un fraude que mantenga a la “mafia del narco estado” en el poder.

En estas circunstancias, la periodista hondureña, analista del Post dice que es preocupante la indiferencia del gobierno de Estados Unidos respecto a Honduras, que contrasta con las críticas y condenas de Washington al autoritarismo de los presidentes del resto de los países del Triángulo del Norte y sobre su situación política.

Respecto a Nicaragua, otro país del istmo, las elecciones celebradas el 7 de noviembre sí han sido objeto de una amplia cobertura mediática, incluyendo la que les dio la persecución del gobierno de Daniel Ortega a Sergio Ramírez, sandinista de enorme prestigio, así como famoso escritor, que no puede casar con el sandinismo mediocre y antidemocrático instaurado por Ortega y su pareja y vicepresidenta Rosario Murillo.

La farsa de elección que otorgó un quinto mandato —cuarto consecutivo— con el 75 por ciento de apoyo, a la esperpéntica pareja, con los candidatos presidenciales en la cárcel -y otros 150 presos políticos- todos “hijos de perra de los imperialistas yanquis”, como los llama Ortega, ha dado lugar a una amplia condena internacional: Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y la OEA, con 25 votos a favor, uno, el de Nicaragua, en contra y 7 abstenciones, entre ellas la muy lamentable de México. Asimismo, 40 ex cancilleres latinoamericanos, entre ellos nuestros compatriotas Jorge Castañeda Gutman y Bernardo Sepúlveda, calificaron al proceso electoral de ilegítimo y amañado.

Cierto que el espurio régimen podrá aún contar con la complicidad y apoyo de algunos empresarios, pero no con Venezuela y sus millonarias subvenciones, ni con Rusia, China o Cuba, más allá de declaraciones de defensa.

Enfrenta, en cambio, fuertes sanciones de parte de los Estados Unidos: El presidente Joe Biden firmó la entrada en vigor de la conocida como Ley Renacer, que permite torpedear los préstamos de las instituciones financieras o revisar el Tratado de Libre Comercio con América Central. Está, además, emitiendo una prohibición general a los miembros del gobierno nicaragüense de ingresar a Estados Unidos

Según noticias y comentarios extranjeros del tema nicaragüense, Canadá y el Reino Unido se sumarían a las sanciones de Washington, prohibiendo a sus empresas hacer negocios con el país centroamericano. Otros críticos expresan su esperanza de que otras naciones, como España adopten sanciones similares.

Indigna en este recorrido por Centroamérica, que el sátrapa nicaragüense se esté convirtiendo en réplica de Somoza y su sangrienta dictadura contra la que lucharon los sandinistas de la primera hora, a los que apoyaron varios gobiernos, destacadamente el de México.

Invita, por otro lado, al escepticismo pensar que la iniciativa del presidente Biden sobre desarrollo del Triángulo del Norte, coincidente con la de López Obrador, que incorpora al sureste de México -con la que en principio estoy de acuerdo- depende del apoyo de los gobiernos centroamericanos. Corruptos, como lo estamos viendo.

Por lo pronto, una de las iniciativas de Biden y los demócratas prevé una inversión de cuatro mil millones de dólares, en un período de 4 años, en México y los países del Triángulo del Norte, condicionada a la lucha contra la corrupción y a la concertación de acuerdos bilaterales para la devolución de migrantes a sus países de origen —según explica Tiziano Breda, del International Crisis Group—.

Jorge Castañeda, recién iniciado el gobierno del presidente López Obrador, cuando se planteó por primera vez este proyecto de “desarrollo del sureste y de los países del Triángulo del Norte”, dijo que correspondería a la diplomacia mexicana y a sus embajadores en Guatemala, El Salvador y Honduras, presionar a “los gobiernos corruptos” del Istmo, a fin de depurarse lo indispensable y cumplir con los requerimientos de Washington. Lo que, de acuerdo con mi experiencia, sería posible si los embajadores mexicanos en esos países fueran diplomáticos de carrera. Pero lamentablemente no es así.

 

Entre escepticismo y esperanzas las elecciones de Venezuela

La vecina Venezuela, de estos países, celebró elecciones regionales el domingo 21 de noviembre, en una mezcla de escepticismo y de leves esperanzas. Los escépticos aseguraban que el chavismo independientemente de las simpatías con las que cuente, acarrearía votantes y no vacilaría en falsear los resultados. Otros, sin embargo, decían que era imperativo participar y recuperar algo de lo perdido por haberse retirado de la competencia electoral —desde 2015— pues estaban esperanzados en que Juan Guaidó, una suerte de” presidente legítimo”, reconocido por gobiernos europeos, Estados Unidos y latinoamericanos, se fortalecería. Lo que no tuvo lugar.

Lo que sucedió es que el chavismo arrasó -ganó 18 gobernaciones, la alcaldía de Caracas y la mayoría de los alcaldes, mientras la oposición solo triunfó en 3 estados- en parte porque esta no participó unida, enfrentados —de nuevo— los egos de sus líderes, y sin un discurso que conectara con la población. Como es obvio, Maduro festejó los resultados.

Independientemente de los errores y responsabilidad de la oposición, que he señalado, el gobierno de Estados Unidos lanzó duras críticas al régimen de Maduro, afirmando que manipuló el proceso a su favor; y el secretario de Estado Anthony Blinken, informó que Washington sigue reconociendo a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela.

La misión de observadores de la Unión Europea ha presentado, en cambio, un informe en el que, sin ahorrar críticas a “deficiencias estructurales, la nula independencia judicial, el uso de recursos del estado en las campañas electorales y el desigual acceso a los medios de comunicación”, concluye que la participación de la oposición, “clave para reconstruir la vida política” y otros avances permiten ser optimistas.

No creo que haya lugar al optimismo, aunque sí a exigir a la oposición enterrar la egolatría de los líderes, concertar acuerdos entre ellos y, con el apoyo de gobiernos —“facilitadores” se les llama— negociar, en posición de fuerza, con el poder. Como se estaba haciendo en México, con la “facilitación” de Noruega.

 

Elección en Chile: ¿resurrección de los enemigos?

Rescatada de casi dos décadas de la dictadura de Pinochet —1973 a 1990— la democracia chilena resurgió fresca y joven, y experimentada en el manejo de los recursos de los regímenes democráticos para convivir pacífica y armónicamente entre opositores. Esta democracia, los partidos revividos, de izquierda, centro izquierda y centro, crearon la llamada Concertación e hicieron posible la existencia y recambio de gobiernos, en armonía, desde marzo de 1990 hasta 2010, con los gobiernos democristianos de Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz-Tagle y con los socialistas Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. Sin embargo, en 2010 la Concertación entró en crisis y la elección fue ganada por el derechista Sebastián Piñera, a quien habría de suceder en 2014 Michelle Bachelet, y esta entregaría el poder, en 2018, ¡a Sebastián Piñera!

Hoy los días de la Vie en rose de la Concertación, del primer gobierno de Piñera y del segundo de Bachelet ya no existen. El que ejerce actualmente el derechista Piñera está manchado por las evidencias lacerantes de la desigualdad social, los enfrentamientos, así sean verbales, de los constituyentes que redactan un nuevo texto constitucional y los Papeles Pandora cuyas revelaciones ensucian al propio Piñera, quien estuvo a punto de ser defenestrado.

Por otra parte, como resultado de la elección presidencial del domingo 21, contenderán el 19 de diciembre en segunda vuelta, el derechista radical, admirador de Pinochet, José Antonio Kast y el izquierdista Gabriel Boric. Diríase que el presente enfrentará al dictador con Salvador Allende, el presidente socialista de trágico final. Aunque Kast, que apenas alcanzó el 27 por ciento de los votos y su contrincante Boric el 25.8 por ciento tendrán que esforzarse mucho para conseguir más votos en la próxima cita electoral, aparte de que, por lo fragmentado que está el congreso, quien sea electo presidente enfrentará a un legislativo adverso.

En síntesis, el próximo presidente en Chile tendrá que negociar mucho, con formaciones políticas de diversa índole y diversos tamaños; y, por si fuera poco, debe conseguir que se apruebe la nueva Constitución, que ha enfrentado posiciones de toda índole: justas, de legítimas reivindicaciones, pero también extremistas y desmesuradas. Ojalá que la ejemplar democracia chilena siga gozando de buena salud.

 

Cuba la elección que no ha podido ser

Las protestas en Cuba, que han tenido lugar, intermitentemente, desde hace meses, el 11 de julio entre otras, provocaron un impacto mundial cuando el 15 de noviembre miles de manifestantes, particularmente jóvenes, salieron en La Habana y otras ciudades.

La manifestación para la que había solicitado permiso a las autoridades uno de sus organizadores, Yunior García Aguilera, líder del grupo cívico llamado Archipiélago, “para exigir que se respeten todos los derechos para todos los cubanos, por la liberación de los presos políticos y por la solución de nuestras diferencias a través de vías democráticas y pacíficas”, no fue autorizada y los manifestantes fueron reprimidos.

Las reacciones en los países de Occidente —y en otros— han sido de crítica al régimen cubano y, lo más importante, que alguien del prestigio y respetabilidad de Leonardo Padura, escritor cubano que ha sido muy prudente en sus comentarios sobre el régimen de la Isla -aunque sus novelas retratan las difíciles situaciones de sus compatriotas- se pronunciara contra la represión del pensamiento libre y contra la intimidación del otro. El gobierno estadounidense condenó la represión, mientras que la Unión Europea y el papa Francisco piden al gobierno cubano, a Diaz-Canel que lo preside, un diálogo franco con la disidencia.

Una vía de solución de lo que en muchos aspectos es una larga agonía de Cuba, sería que Biden retomara el proyecto de Obama —que Trump hizo abortar— de renovar lazos diplomáticos y el diálogo con la Isla, forzando y facilitando a su gobierno un proceso de apertura, democratización y acceso a la economía de mercado. La abrogación del embargo comercial sería una señal positiva.

Pero hoy Biden está atado de manos, con parte de sus acciones de gobierno cuestionadas, la amenaza permanente de la mafia política de Florida que encabeza el senador cubano estadounidense Marco Rubio y las vísperas de la elección de mitad de mandato en 2022. Ya vendrán tiempos mejores.

 

El futuro inmediato

Otras elecciones en América Latina, de las que destaco en 2022 la de Brasil, que presumiblemente enfrentará a Bolsonaro con Lula, quien ha declarado: “Tengo que volver para recuperar el prestigio de Brasil y que el pueblo coma tres veces al día”. Lula, “el socialdemócrata latinoamericano”, como es saludado en Europa.