“Tenemos amor a nuestras invenciones”.
Marmontel

En la VIII Fiesta de las Culturas Indígenas, la Ciudad se reencontró con la riqueza de nuestra pluriculturalidad expresada a través de las artes populares que se apropiaron del Zócalo capitalino durante esta primera quincena de noviembre.

Más de 1,200 integrantes de las diferentes naciones indígenas afincadas en la capital de la República dieron muestra fehaciente de la creatividad de sus culturas en el marco de un esperado evento que, además de permitir a sus participantes exhibir y ofrecer sus productos, refrenda la extraordinaria variedad de texturas, colores, sabores, olores y acordes musicales manifestados gracias a las laboriosas manos de quienes mantienen vigentes y renovadas todas estas expresiones

Cuando uno constata la extraordinaria variedad de guisos, bebidas, postres y panes que a lo largo de 500 años han refrendado la riqueza de un mestizaje culinario irrepetible en el planeta, nuestro paladar se enorgullece ante tal variedad de sazones.

Qué decir de las renovadas prendas de uso diario y de fiesta, cuyos audaces diseños hacen resaltar más los patrones antiguos de bordados, tejidos y texturas que remiten al origen de la vestimenta característica de las diversas regiones de la República.

Y si nos referimos a los accesorios, ante nuestras sorprendidas pupilas desfilan las destrezas y pasiones cromáticas de un sinfín de objetos de arte popular que adaptan e integran visiones y formas de antaño a necesidades de hoy.

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A todo lo anterior debemos añadir una muy adecuada selección de la presencia musical y de baile, que el propio consejo curatorial de esta Fiesta eligió a fin de visibilizar la permanencia de la tradición característica de cada región y expresada a través de bailables y composiciones musicales que engalanan la atmósfera del Zócalo con gallardía, melancolía y, por supuesto, con la alegría de cada una de las piezas ejecutadas en esta fiesta plural y popular.

Como suele ocurrir, la potente tradición musical de los pueblos oaxaqueños hizo vibrar este anual encuentro, recuperado tras un año de obligado silencio y alejamiento real de nuestros pueblos; la dinámica presencia de las sus orquestas llenó la atmósfera del Centro Histórico con acordes que invitan a retomar los pasos de las danzas tradicionales de las siete regiones que conforman esa imparable potencia cultural que es Oaxaca.

La nación Ñha Ñhu no quedó atrás y ofreció la alegría de su música, cantos y bailes:  generosamente presentaron lo mejor de sus tradiciones festivas junto a sus muy apreciadas muñecas Lelé y otras singulares muestras de su antigua y entrañable laboriosidad.

Toda esta riqueza le da la razón al enciclopedista Marmontel, autor especializado en los Incas, quien ante la creatividad de las civilizaciones afirmó que esta se sustenta en el gran amor que les profesamos a esas invenciones que las mantienen vigentes.