El cacao es uno de los productos más consumidos a nivel mundial, casi como el café. ¿Quién no disfruta de una deliciosa barra de chocolate? México se coloca en el decimotercer lugar en producción a nivel mundial con 28 mil toneladas con una superficie de 60 mil hectáreas, pero necesita cerca 120 mil toneladas para cubrir su demanda interna. Tabasco, aporta el 66.9 por cientoq del volumen de producción nacional con 17 mil 281 toneladas cosechadas en una superficie de 41 mil hectáreas; le sigue Chiapas con el 32.9 por cientoq, en 9 mil 346 toneladas y Guerrero solamente con 236 toneladas, lo que representa el 0.2 por cientoq.

No obstante, México tiene un déficit de producción y consumo de cacao por lo que, para satisfacer la demanda interna importa cacao de Ecuador el Costa de Marfil y de República Dominicana, Colombia y Ghana. En 2018, la industria chocolatera creció 5 por ciento, pero para el primer semestre del 2019 la industria se incrementó apenas uno por ciento. El consumo de cacao per cápita en México es de 0.5 kg, y representa 0.6 por ciento del gasto total realizado en alimentos y bebidas por las familias mexicanas. Para los productores el principal problema que enfrentan son los escasos apoyos que reciben del gobierno y la falta de apoyos para la comercialización.  Claro que no todos viven esa desatención, menos si se apellidan López Beltrán, aunque no sean productores.

En medio de la pandemia, el Sistema Producto Cacao buscaba ajustarse a las nuevas formas y reglas para restablecer sus programas para el desarrollo de toda la cadena productiva; en contraste los hermanos López Beltrán iniciaron la comercialización de la línea Rocío, primero, de manera virtual. Promovían Rocío Chocolates como una empresa familiar dedicada a la transformación del cacao de forma artesanal: “nuestro objetivo es crear un chocolate de alta calidad, capaz de conquistar a los paladares más exigentes y competir con los chocolates más finos del mundo”. Con un proceso “Tree to bar”, es decir que mantienen el control del producto desde el proceso desde la plantación del cacao hasta la elaboración del chocolate. Muy gourmet, todo lo contrario de los gustos de su presidencial paternidad, quien por ciento los promueve con fotos, con recomendaciones… Su primera tienda física la inauguró Claudia Sheinbaum.  ¿Qué proyecto no crece si lleva la bendición presidencial?

Según su publicidad, “Rocío” es el amor de una madre que ya no está físicamente pero que está presente en su formación moral y profesional, pero flaco favor le hace a su recuerdo, porque es precisamente este negocio quién ha develado un claro conflicto de intereses y evidente aprovechamiento del Poder, ese mismo que es para poder. Dicen los productores que “hay iniciativas o emprendimientos que por su propia naturaleza o fin se desarrollan y llegan a ser muy exitosos, habemos quienes estamos esperando que aparezcan recursos económicos para desarrollar un proyecto que se adecue a las reglas de operación con el fin solo de lo económico inmediato, situación que hace que estas iniciativas no lleguen a prosperar o como se dice comúnmente, nazcan maleadas”. O sea, el piso no es parejo.

Para nadie pasa desapercibido la actual vida de lujos y comodidades de los nuevos empresarios tabasqueños hijos de AMLO, sobre todo luego de recordar que nunca destacaron por su desempeño laboral, siguiendo la línea paterna. Incluso, todavía se recuerda el revuelo que causaron las declaraciones del junior José Ramón López Beltrán, cuando una vez conocido el triunfo electoral de AMLO, hace 3 años ya, dijo que no sabía a qué se iba a dedicar, la agricultura no se veía en su panorama. El ahora “exitoso chocolatero” es de profesión abogado y sólo ha ostentados cargos al interior de MORENA, desde donde posiblemente sólo ha cosechado el voto verde. Naturalmente para propios y extraños Rocío es el resultado del tráfico de influencias, opacidad y corrupción, que todo indica, ya es el sino del actuar de los primeros hijos presidenciales. ¡Primero los pobres!

Claro que los aspirantes a chocolateros están acompañados de su amigo empresario, Hugo Chávez Ayala, exportador cacaotero, y quien es beneficiado con el emblemático programa Sembrado Vida, del que fue consultor y ahora aprovecha para presionar a los productores cacaoteros a que le vendan toda su producción. Tráfico de influencias y corrupción en todo su esplendor.

Ya en anteriores entregas, esta columna ha llamado la atención sobre la opacidad y los resultados magros y hasta contraproducentes del programa Sembrando Vida, por obligar a la deforestación, la alineación ideológica de los sembradores, el carácter clientelar del programa y el que nadie sepa dónde queda o quien administra un supuesto fondo producto de quitas a los subsidios que se les dan a los beneficiarios.

Este nuevo escándalo conocido a ras de tierra, pero recientemente puesto en el ojo del huracán por la revista Proceso y Carmen Aristegui en un reportaje de Connectas, además de provocar la cólera presidencial -más para tapar el sol con un dedo- ha puesto en el ojo del huracán el manejo político y económico de un programa fuertemente cuestionado y fuertemente subsidiado con dinero público en beneficio de una sola persona, en el caso del cacao. Pero también evidencia nuevamente la ineficiencia de Sembrando Vida, la corrupción que ha generado y el rotundo olvido al sector agrícola, porque el problema no sólo radica en los aprovechamientos de recursos, el desvío de apoyos, el apoyo a los hijos del presidente o el aprovechamiento de un tercero, sino el daño que le están haciendo al sector, a las familias que trabajan y viven del campo, a un sector económico que le aporta a la nación … el campo cada vez está en más riesgo y lo único que importa es rociar a los López Beltrán.

Para eso sirven sus impuestos querido lector, la fuente de los subsidios que se entregan a través de Sembrando Vida, para enriquecer a unos cuantos, pero a unos cuantos muy cercanos. ¿No era eso lo que López Obrador prometió erradicar, no fue esa la premisa por la que llegó a la Presidencia? Lo dicho, no son iguales, son peores.

Ojo, los aprendices de chocolateros también aprovecharon la ley seca de la pandemia para lanzar la cerveza Rocío, justo cuando la industria no podía vender en muchos estados… ¿Visión empresarial, olfato comercial? No, simplemente aprovechamiento de la nación…

 

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