Muy pocos políticos del primero mundo, que hayan gobernado durante poco más de tres lustros una nación como la República Federal de Alemania (Bundesrepublik Deutschland) pueden afirmar, al término de su gobierno: “Misión cumplida” (Mission erfullt), como indudablemente lo acaba de hacer Angela Merkel, la primera dama alemana que dirigió el destino de su país desde el año 2005 hasta 2021. En su lugar llega Olaf Scholz, de 63 años de edad, vicecanciller y titular de Finanzas en la última gran coalición inédita con verdes y liberales, quien promete un “nuevo comienzo” para Alemania.

El “día después” para el retiro de Ángela Merkel (AM)  fue el jueves 9 de diciembre del año que está por terminar y por la forma como se le despidió en el Bundestag (Parlamento) tanto por sus ex compañeros legisladores como por los electores, ni duda cabe que la primera mujer que tuvo en sus manos el timón de esta bimilenaria nación europea al llegar a su hogar ese día se sintió más que satisfecha por el trabajo desarrollado. No es común que esto suceda. Ni en Alemania ni en cualquier otro país. Reconforta saber que hay personajes públicos que no son repudiados por los electores y que en el extranjero se les tome como paradigma. Ángela Dorothea Merkel (née Angela Dorothea Kasner, 1954) es una de ellas. Otros deben irse a “la…”

La canciller germana deja en su patria un hito nada fácil de superar. Por lo mismo, desde el momento que anunció su retiro de la política alemana empezaron a correr versiones sobre sus futuras actividades. A ciencia cierta la única que sabe a que dedicará el resto de su vida es la propia Ángela Merkel, y seguramente no será para rascarse la espalda o a “(il) dolce far niente” —(el) placentero no hacer nada”—, pues a lo largo de sus 67 años de vida,  ha demostrado ser una persona que sabe aprovechar su tiempo, sin entramparse en fruslerías como muchos de sus congéneres lo suelen hacer.

Esta disquisición viene a cuento porque pocos días antes de que la canciller dejara el cargo la famosa empresa multinacional fabricante de muebles de calidad, de origen sueco, IKEA —con presencia en 28 países con 328 tiendas en las que emplea a 155,000 trabajadores—, inició una campaña propagandística de cómodos sofás de elegante color azul pálido (con la oferta de venta de 179 euros a 169) en la que una modelo ad hoc simula a una Ángela Merkel (vestida, calzada y con el tradicional corte de pelo a la Merkel), sentada en el mueble, con los codos reposados en ambos brazos del sofá, viendo a una ventana sin mayor preocupación. En la parte superior izquierda de la foto, un letrero dice: “Endlich zu Hause” (“Al fin en casa”). Simplemente genial. Claro está que ese no será el futuro de la señora Merkel —lo que más se le antoja: leer y dormir—,, sino que después de casi 16 años de gobernar Alemania, la ex canciller sí se ganó un buen descanso. Haber sido durante tanto tiempo “la mujer más poderosa del mundo” significó mucho desgaste. Muchos varones quizás no lo hubieran resistido. Esa propaganda pasará a la historia.

Con la seguridad de haber cumplido con su deber, y de entregar al nuevo canciller un país que muchos toman como modelo, Ángela Merkel disfrutó el miércoles 8 de diciembre en el Bundestag los aplausos de un hemiciclo con todos los parlamentarios germanos —de la totalidad de los partidos— de pie, con excepción de los xenófobos del Alternative fur Deutschland (AfD: Alternativa para Alemania). Casi increíble, pero los fríos diputados germanos aplaudieron a la ex canciller durante más de un minuto. Algo de no creer. Sesenta segundos de aplausos de los legisladores alemanes es algo así como el tiempo de palmas que recibió Andrés Manuel López Obrador durante su largo discurso del tercer informa de gobierno en pleno zócalo de la Ciudad de México el pasado 1 de diciembre. Que los “alternativos” de AfD no se unieran al homenaje de Angela Merkel, fue mejor que si lo hubieran hecho. En su momento, la Física y Doctora en Química Cuántica calificó a los herederos de Adolf Hitler —el santo patrón de la AfD—, como los adoradores “del mayor criminal de la historia de la Humanidad”.

Pese a lo gratificante de los aplausos, AG —la nueva leyenda de Alemania—, sale del poder con una preocupación imposible de resolver en lo inmediato: la devastación de la pandemia del Coronavirus. Ni ella ni ningún otro mandatario del momento ha podido vencer al COVID19. Todavía no.

La periodista española Angela Carbajosa, en su biografía “Angela Merkel, crónica de una era”, recién aparecida en septiembre último, advierte: “Cuando en 2018 anunció que dejaba la presidencia del partido y tres años más tarde la política, se talaron unos cuantos árboles para imprimir los sesudos análisis políticos que hablaban de una líder sin poder, un pato cojo. Meses después, aupada a lomos del maldito virus, la figura de Angela Merkel volvía a resurgir con fuerza. “¡Quién mejor que una científica para pilotar una pandemia!”, decían”. Y no estaban mal. Algunos ni el tapabocas usan.

Se explaya Carbajosa: “Pero su rasgo más distintivo y el que probablemente mayores beneficios le ha reportado es su forma de actuar en el día a día político, la manera que tiene de entender y ejercer la política. El método Merkel, el de la escucha, la espera, el compromiso y la razón frente a la pulsión y los fuegos de artificios, la ha mantenido al frente del país más poblado de Europa (poco más de 83 millones de habitantes, último censo), la mayor economía de la Unión Europea y la cuarta del mundo”, durante tres lustros”.

 

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“Merkel —agrega la biógrafa española—, además tiene un rasgo de personalidad que escasea en las altas esferas de la política: su ego, es a menudo invisible. No necesita tener razón y, sobre todo, no se toma nada, nada, de manera personal. Ese célebre teflón le ha proporcionado a lo largo de los años una inestimable respecto a sus rivales políticos. En Alemania, y también en la escena internacional, mandatarios borrachos de ego han tratado de reducir sin éxito a la alemana impasible en la mesa de negociación. Putin le sacó un perro sabiendo que le aterrorizan, Erdogan la llamó nazi y Trump la insultó sin compasión. Mientras ellos pierden el control de sus palabras, ella espera a que se les pase y, después, negocia. Su estoicismo es un arma muy afilada. Merkel ignora al contendiente hasta el extremo de que las agresiones a menudo acaban por tener un efecto búmeran que termina por derribar al atacante. En Alemania, esa facultad es hasta tal punto conocida, que los políticos optan frecuentemente por no agredirla, porque saben que terminarían perdiendo”.

Merkel que superó ampliamente el escollo financiero de 2008, que impidió la sima del euro y que detuvo el populismo antiinmigrante que hizo mella en otras naciones del vIejo continente, como la Gran Bretaña, Hungría o Polonia, se va a casa en medio de un rebrote preocupante de contagios del COVID19 y de fallecimientos por el mismo, sin poder convencer a una parte considerable de los alemanes de la conveniencia de vacunarse para doblegar a la pandemia que ya cumple dos años de “cosecha mortal”.

El martes 7 de diciembre el balance diario de muertes llegó a 257, el número más alto desde el mes de febrero último, con hospitales sobrecargados, restricciones en las tiendas y otras medidas similares.

La situación es tan delicada en la crisis sanitaria del momento, que lo último que AG acordó con su sucesor, Olaf Scholz, es que su partido no se opondrá a la vacunación obligatoria del próximo mes de febrero. La nueva coalición a tres se estrena durante “el peor desafío al que se ha enfrentado el país desde la Segunda Guerra Mundial”, en boca de la propia ex canciller.

El mismo día en que Scholz fue respaldado con el voto de 395 legisladores, el Instituto Robert Koch reportó la cifra más alta de decesos en los últimos diez meses con 527 en sólo 24 horas, mientras el país encara una nueva ola de COVID19 aunada a la aparición de la variante Ómicron, con lo que toma la batuta alemana con más de 104 mil muertos y 6.3 millones de infectados por la pandemia a cuestas.

Ante el reto del nuevo gobierno, el consejo último de Merkel: “Cualquiera que se mude a la Cancillería sabe lo que significa estar en política. Que por la mañana cuando te levantas no sabes lo que va pasar hasta la noche. Que siempre hay que estar atento a los nuevos retos”. La ex canciller animó a Scholz a “trabajar por el bien del país” y le dijo que, encarándolo con ganas, ser canciller “es quizás una de las tareas más bonitas que hay”.

Por su parte, el sucesor no fue menos caballeroso: “Quiero agradecerle mucho su trabajo durante los últimos 16 años. Puede decir con claridad que ha logrado grandes cosas. Usted ha dado forma a este país y esta casa”. Y prometió continuar el legado de Angela Merkel.

Concluyo esta ISAGOGE dedicada al trabajo de Angela Merkel citando unos párrafos del libro de Ana Carbajosa quizás la obra más reciente en español sobre la ex canciller alemana. Son apreciaciones de la periodista española cumpliendo su trabajo de corresponsal en Alemania. Creo que da una visión de primera mano de una mujer que indudablemente ya pertenece a la historia moderna de una antigua nación en el siglo XXI.

Dice Carbajosa: “El suyo es además un liderazgo sobrio, sin grandes aspavientos, que ha marcado un tono político sosegado y sin excesivos sobresaltos. Persigue el compromiso y el consenso casi a cualquier precio, aparcando la confrontación y los temas espinosos. Desde la oposición han llegado a considerarla un somnífero político que promueve la desmovilización. Razón no les falta. Merkel ha gobernado además a un ritmo paquidérmico. Sopesa y consulta a expertos una y notar vez, y se eterniza a la hora de decidir. También en Europa, donde la acusan de que su inacción facilitó que la crisis financiera griega acabara contagiando a otros países, incluida España”.

“No es una gran oradora. Más bien encadena subordinadas sin pasión, pero con abrumadora precisión. Nada de recursos retóricos, nada de brocha gorda.  Lo suyo es descender hasta el detalle más prosaico, huyendo de las generalidades. No hay un gran discurso que se recuerde de la política a la que muchos acusan de ser más una gestora que una líder con visión. Pero en las últimas cuatro legislaturas, los votantes alemanes han demostrado ser pragmáticos. Han preferido la eficiencia y la credibilidad a las grandes visiones o al líder carismático de turno…He comprendido que muchos sentían que con ella estarían a salvo, que los protege y no los expone a peligros. Muti, ‘madrecita’, la llaman a veces con un término sexista que resta seriedad y profesionalidad a su figura, pero que a la vez apela a la virtud de la figura responsable, que no siempre dice lo que quieres oír, pero que crees que lo hace por tu bien. Alguien de quien te fías. Es una política que muchos alemanes creen que les conecta con la realidad, por árida o desagradable que pueda ser, sin necesidad de embellecerla. Sienten que cuando todo se tambalea, Merkel ejerce de tomar tierra, de pilar de estabilidad. A los votantes, Merkel los trata como a los adultos que son y les pide que confíen en ella, en su manera de hacer las cosas, y los alemanes han comprado durante dieciséis años. Con subidas y bajadas a lo largo de ese tiempo, la popularidad de Merkel ha sido un fenómeno político en tiempos de populismos y de rechazo al establishment”. Qué envidia no poder escribir lo mismo del actual presidente de México.

En fin, “el legado feminista de Merkel es muy mejorable, pero, irremediablemente, ser mujer la ha convertido en un referente para una generación de niños y niñas que en Alemania han crecido creyendo que tener una jefa de Gobierno es lo natural. Cualquier alemán de menos de treinta y tres años solo ha conocido a Merkel al frente de su Gobierno desde que tuvo edad para votar”. Ojalá para el 2024, los mexicanos no se vean “obligados” a aceptar la imposición “democrática” femenina del inventor de la Cuarta Transformación. Y luego se asustan de que el mundo esté dividido entre países de primera y de cuarta.

Carbajosa agrega: “Sólo el paso del tiempo permitirá vislumbrar con claridad el legado de Merkel”. Una ha sido la Merkel política, la “personal” es todavía un enigma. “Los alemanes conocen un puñado de anécdotas de su vida privada suministradas con cuentagotas por ella o por sus colaboradores para aplacar la ansiedad colectiva, pero poco más. Es célebre su modo de vida austero, sin que se le conozcan lujos, ni aficiones, ni amistades extravagantes. Vive con su marido en un apartamento en el centro de Berlín y es posible toparse con ella en el supermercado, empujando el carrito de la compra, o en unos grandes almacenes. Le gusta la naturaleza y se escapa siempre que puede a su dacha, en el Uckermark, una zona muy tranquila sembrada de lagos cerca de Berlín, donde planta patatas. Poco más”.

Angela Merkel deja el poder. Y un latinajo: “Sic transit gloria mundi!”. VALE.