Viene siendo una tendencia que cada vez parece ganar más espacios en nuestra sociedad, mediante la cual para muchos es negativo saber, tener una preparación académica o poseer un amplio catálogo de conocimientos.

Cómo se ha presentado en distintos ámbitos, los especialistas son desplazados por personajes que apelan más a los sentimientos que a los conocimientos.

La pandemia nos ha regalado varios ejemplos de esto, pues todos hemos conocido como los datos son rechazados, los estudios ignorados o las experiencias de otras naciones omitidas, todo en aras de posturas que concuerdan más con proyectos políticos que con una verdadera política pública que busque preservar vidas.

En redes sociales, cotidianamente somos testigos de cómo se han encumbrado personajes que, antes que nada, exhiben y presumen sus limitaciones, dejando de lado los conocimientos, algo que parece estorbar en sus participaciones.

Así, la preparación y los conocimientos no son bien vistos en amplios sectores sociales, los cuales premian al político que lanza chistes u ocurrencias en sus discursos o debates, en contraste con los que exhiben datos o estudios con los que acompañan sus propuestas.

Pero parece que nos gusta más algún personaje –en la política o en otras áreas de nuestras vidas— que nos muestre sus limitaciones y carencias, algo con lo que simpatizamos, que una verdadera preparación y esfuerzo, pues preferimos ocurrencias que la verdad, de ahí que cobre relevancia la frase “no te pases de listo”.