Alexander Boris de Pfeffel Johnson, político y periodista británico plebeyamente conocido como Boris Johnson (19 de junio de 1964, Upper East Side, New York City, EUA), líder  del Partido Conservador y desde el 24 de julio de 2019 primer ministro del Reino Unido –ex alcalde de Londres de 2008 al 2016–, esperaba que si bien al pueblo (bueno y sabio), se le prohibió ver a sus seres queridos en Navidad y en Noche Vieja de 2021, estaba bien para él y sus amigos organizar una fiesta con alcohol en Downing Street Núm. 10 en las mismas fiestas. Tremenda equivocación que le puede costar su carrera política para siempre. El émulo de Donald Trump olvidó que en la Gran Bretaña se vive una democracia real, donde los funcionarios son castigados si cometen algún delito, por grande o pequeño que sea. Más allá de liderazgo, influencia o rango. No importa que Boris sea el primer ministro, o el mayor extravagante del biggest Kingdom of the World.  Mucho menos que haya nacido en la Big Apple y que gozara de doble  nacionalidad hasta que renunció a la estadounidense una vez que decidió hacer política en UK.

La crónica de los hechos que envuelve el escándalo que puede terminar con la debatida gestión de Boris Johnson presenta a un personaje de contrastadas facetas.

Gustavo Mohar, director del Grupo Atalaya –institución mexicana especializada en identificar, prevenir y mitigar los riesgos en temas de violencia, delincuencia, política, corrupción, gobernabilidad e impacto social–, dio a conocer interesantes datos biográficos del primer ministro en su colaboración dominical de Excélsior: “Fue popular alcalde de Londres durante ocho años hasta 2019 cuando se impuso a la nomenclatura del Partido Conservador que no tuvo otro remedio que sumarse a su campaña caracterizada por su heterodoxia. Es legendaria su melena desaliñada, sus bromas irreverentes, su desparpajo  frente a la “flema británica”…”Tiene seis hijos de tres relaciones, goza de un agudo sentido del humor y una especie de irreverencia frente a las formalidades sociales y políticas de la sociedad inglesa”…”Goza de una formación intelectual sólida, educado en las prestigiada Universidad de Oxford, hizo un doctorado en “estudios clásicos”, donde aprendió latín y destacó por su habilidad deliberativa. Nadie niega su alto coeficiente mental, así como su prodigiosa memoria, habla francés, alemán, italiano y español”…”En sus primeros años laboró como corresponsal del popular periódico Daily Telegraph en Bruselas y reportero en el periódico The Times, de donde fue despedido por inventar una cita para un artículo”…”Fue promotor de una de las decisiones más relevantes en la historia de su país al retirarse de la Unión Europea”. El Brexit, cuyo colofón está en etrusco.

Con tales atributos no es fácil explicar el grave problema que enfrenta Boris Johnson. Su crucigrama es de alta escuela. Y el guión de una película de cine negro. La primera escena es inolvidable: la imagen fotográfica de la reina Elizabeth II, de 95 años de edad, sentada sola en la capilla de San Jorge durante los funerales de su marido, el príncipe Felipe el 17 de abril pasado recorrió el mundo. La monarca británica se despedía del cónyuge que había estado a su lado durante más de siete décadas. En la soledad, respetando así la distancia social que imperaba en ese momento por la pandemia del COVID19. El severo protocolo real así lo imponía. Pero, no todos cumplían su parte. En el número 10 de la famosa Downing Street –el histórico domicilio oficial del primer ministro británico–, a la misma hora de la ceremonia de difuntos, apenas se empezaban a recoger todas las botellas de alcohol consumidas la noche anterior en dos grandes saraos. Las reuniones para despedir al ex vocero gubernamental, James Stack, que pasaba a formar parte de la redacción del diario The Sun, y al fotógrafo personal del primer ministro, se prepararon para un día antes, viernes 16 de abril de 2021, y los convocados se dieron cita en los bien cuidados jardines de la legendaria casona oficial, los brindis siguieron mucho después de la medianoche. Ni parecía que el lábaro británico, a media asta, marcara el luto por la muerte del duque de Edimburgo. Los asistentes ignoraron el duelo y las reglas Covid impuestas por la pandemia.

Aunque parece que Boris Johnson no participó de las reuniones que dio cuenta The Telegraph, eso poco importa ya en el escándalo “Partygate”. El viernes 14 de enero el Gobierno se disculpó ante la reina Elizabeth. Un vocero oficial manifestó: “Es muy lamentable que esto tuviera lugar en un momento de duelo nacional”. Parece que la disculpa llegó demasiado tarde. El temporal no amaina, sobre todo cuando se fueron conociendo detalles de los jolgorios: como que los convidados salieron de la residencia oficial en busca de más alcohol a un cercano supermercado con una maleta para ocultar las botellas.

Así las cosas, Keir Starmer, líder del Partido Laborista británico, el sábado 15 de enero repitió su petición de renuncia al primer ministro Boris Johnson, por su “incapacidad para liderar” y por “interés nacional”, ante el escándalo por la celebración de fiestas en la sede del gobierno, en pleno confinamiento por la pandemia de COVID19. Esto no es todo. Desde la bancada del Partido Conservador, del propio Johnson, se hizo un llamamiento para que se retire, como lo hizo el diputado Tobías Ellwood: “Necesitamos liderazgo. Lidere o hágase a un lado”.

Starmer agregó que la sanidad pública quedó desprestigiada porque “está demasiado ocupada en defender las infracciones” del primer ministro, a quien calificó de ” no apto para el cargo”. Además, abundó: “Mientras la mayoría de la población británica obedecías las leyes oficiales, el gobierno y el primer ministro estaban de fiesta en Downing Street”.

Y para el diputado conservador, el mismo Tobías Ellwood, el futuro del primer ministro Boris Johnson es “insostenible por su patrón de comportamiento. Su círculo podría hacer lo que quisiera en tanto que el resto teníamos que cumplir la norma de confinamiento”.

Aparte de las informaciones del periódico The Daily Telegraph, otro cotidiano, The Daily Mirror afirmó que el personal de Downing Street 10 celebraba semanalmente los “Wine-time Fridays”: “los vinos del viernes”. Costumbre que no interrumpió el confinamiento. El reportaje agrega que el primer ministro estaba al tanto de estos convivios. “Pensar que no lo sabía no tiene ningún sentido”, declaró un testigo no identificado. Es más, incluye el periódico citado las invitaciones y la recomendación de “traigan sus propias bebidas” a las reuniones se dirigían desde el correo de Martín Reynolds, secretario particular de Boris.

Parece que la buena suerte de Boris Johnson terminó; a lo largo de su carrera siempre conseguía salir victorioso de las circunstancias más conflictivas. En esta ocasión su posición es muy complicada. Los escándalos del “Partygate” le han quitado la popularidad callejera, la autoridad en gran parte de sus propias filas y el apoyo de la prensa más afín. A priori no es un buen escenario que le garantice la supervivencia de ningún líder, pero Johnson sigue aferrado al poder. Pese a su humillante disculpa en la Cámara de los Comunes el miércoles pasado se niega a aceptar la responsabilidad de la crisis y en las reuniones privadas con su equipo se lamenta de “que no los habían protegido”.

El barco se hunde. En la desesperación buscando la supervivencia política, Johnson ideó un “plan” que consta de dos partes. Primero, la denominada “Operación salvar al gran perro” –poco original–, que consiste en culpar a sus asesores de todos sus males y hacer una limpia dentro de Downing Street. De acuerdo a The Sunday Times, Martín Reynolds, el secretario particular del “premier” tendría ya las horas contadas. Tan simple solución se ha bautizado como “Marty Party”, con invitación, botellas a gusto de los participantes incluidos, en tanto que la ciudadanía en general tenía que cumplir con las restricciones impuestas por la pandemia. Remedio casi infantil.

No solo Reynolds debería quedar sin empleo. También el jefe de Personal, Dan Rosenfield, que en su momento afirmó que “no hubo fiestas”, y posiblemente la jefa de Operaciones, Shelley Williams, conocida con el sobrenombre de DJSWW, tras poner la música en la reunión celebrada el 16 de abril de 2021, la víspera de los funerales del príncipe Felipe de Edimburgo.

Según el propio Sunday, la segunda parte del brillante plan de Johnson se realizaría con la “Operación carne roja”, con la que se anunciarán en los siguientes días una serie de medidas populistas muy a lo Boris. Entre otras, prohibir el consumo de alcohol en Downing Street –el burro hablando de orejas–, congelar durante dos años la tasa que se cobra a los ciudadanos para financiar a la British Broadcasting Corporation (BBC); poner al Ejército al frente de la lucha contra la inmigración irregular en el Canal de la Mancha; agilizar lo atascos en la sanidad pública; y levantar las actuales restricciones contra la Covid el 26 de enero.

De tal manera pretende el todavía primer ministro británico paliar las conclusiones de la investigación interna del Gabinete que se realiza sobre el “Partygate” y que podría conocerse antes de que termine la semana en curso. Sue Gray, la funcionaria al frente de la investigación, tiene fama de mujer dura e insobornable, pero cualquier conclusión que no apunte directamente a Johnson podría servirle para difuminar responsabilidades. Por su parte, la Policía ha manifestado que no aclarará si se han cometido delitos mientras no se tenga el resultado de la investigación, aunque la oposición laborista no tiene la menor duda de que sí se ha violado la ley.

A su vez, Keir Starmer, líder laborista –ex director de la Fiscalía–, reiteró el domingo 16 que, a su juicio, las “fiestas a escala industrial” en Downing Street infringieron las normas vigentes contra COVID19: “¡Creo que la gente ya se ha formado una idea. Los hechos hablan por sí mismos. Creo que el primer ministro infringió la ley y después mintió sobre lo que había sucedido!”, dijo en la BBC Starmer, a quien los sondeos otorgan ya amplia ventaja en unas posibles elecciones generales.

Por el momento en la Gran Bretaña el tiro al blanco está de moda. Por todos lados se oyen tiros. Y la mayor amenaza para el admirador del ex presidente Donald Trump proviene de sus propias filas, que en los últimos días han tenido que lidiar en sus propias circunscripciones con una catarata de quejas por parte de sus electores y que ven en peligro sus escaños. El llamado Comité 1922, que reúne a los diputados conservadores sin cartera, puede hacer una moción de censura contra Johnson si recibe 54 cartas. Por el momento se ignora cuántas ya ha recibido el presidente del comité, Graham Brady. La especulación puede terminar en cualquier momento.

Y en la calle, la popularidad del primer ministro anda en las mismas: caída en picada. Su posición es similar a la de Theresa May en sus últimos días. El 64 por ciento desaprueba su gestión, el mismo porcentaje cree que no dice la verdad y el 76 por ciento opina que violó las reglas del confinamiento, según un sondeo de Opinium para The Observer. En fin, el 63 por ciento de los encuestados opina que el primer ministro debería renunciar, incluido el 53 por ciento de los militantes “tories” de acuerdo con Conservative Home, que encabeza este tipo de trabajos en la Gran Bretaña.

El “Gran Perro” no la tiene segura. VALE.

 

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