Por Claudio R. Delgado

 

La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a través de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, ha tenido a bien, hacerme llegar los primeros tres tomos de Historia de las literaturas en México, los cuales corresponden a los siglos XX y XXI, así como el primer tomo dedicado al siglo XIX y coordinado por el Instituto de Investigaciones Bibliográficas titulado: Dimensiones de la cultura literaria en México (1800-1850).

Dicho trabajo editorial fue compartido entre el Instituto de Investigaciones Filológicas (IIF), la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) y el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional.

Es fundamental para nuestra historia literaria que sea la misma UNAM la que se encargue de realizar este tipo de estudios no sólo con el fin de preservar nuestra memoria literaria, sino revalorar y poner en su justo medio, los aportes que durante ya más de 200 años actores cruciales de nuestras letras han hecho a la literatura nacional.

La nueva colección (que apareció a principios del año pasado y por motivos de pandemia hasta hoy da a conocer la UNAM) es una especie de resumen de nuestra historia literaria que va desde la Nueva España hasta las primeras dos décadas del actual siglo XXI; se incluyen por ejemplo en la Historia de las Literaturas en México (la cual abarca hasta 2012), temas sobre la literatura creada en la frontera norte, algo sobre las letras en el sureste del país; también habla de literatura indígena, del teatro de finales del siglo pasado, así como de narrativa policiaca, algo de poesía, de literatura infantil y un poco de ciencia ficción y narrativa gráfica.

Es decir, estamos ablando de un trabajo caleidoscópico, si bien de interés y utilidad para especialistas, también puede resultar un trabajo de consulta para estudiantes o interesados en temas de literatura, que sin embargo, en algunas de su partes resulta omiso y parcial, lo cual puede ser “peligroso” para aquellos que por vez primera intentan acercarse a la historia literaria de México, lo señalo de esta forma, por las imprecisiones en la que incurre dicho trabajo editorial.

Al revisar los cuatro volúmenes, hemos encontrado ausencias, exageraciones e inexactitudes, particularmente a partir del segundo volumen, el cual en varias de sus partes se refiere a temas como la revista Taller poético (1936-1938) y Taller (1938-1941), las cuales nacen gracias a su fundador, director y editor Rafael Solana.

El investigador Alberto Vital, al referirse a la participación de Octavio Paz en dichas publicaciones, se equivoca al señalar en la página 22 del segundo volumen a Octavio Paz como director de la revista Taller: “(sic) desde 1937”.

Es de justicia poética aclarar al señor investigador que la revista Taller vivió dos etapas distintas, la primera fue de 1936 a 1938 cuando Solana solo, funda y dirige Taller Poético y de 1938 a 1941 Taller.

Para 1938, la generación de escritores que había comenzado a darse a conocer aún con cierta inseguridad en las revistas Barandal (1931-1932) y Cuadernos del Valle de México (1933-1934), fundadas estas dos por Octavio Paz, Salvador Toscano, José Alvarado, Enrique Ramírez y Ramírez, Rafael López Mayol, entre otros y Taller poético se concentra en torno a la revista Taller.

Taller Poético tuvo una vida muy corta, sólo logró cuatro números. El primer número de la revista fue editado en mayo de 1936; el segundo en el mes de noviembre del mismo año. En marzo de 1937 se editó el número tres; en junio de 1938 apareció el cuarto y último número de Taller Poético, y en ninguno de esos cuatro números aparece en el directorio el nombre de Octavio Paz.

El primer Taller apareció en diciembre de 1938, y fue Rafael Solana quien lo publicó solo. Él se encargó de dibujar la cabeza tipográfica de la revista hasta su formación en la imprenta. El segundo número de Taller apareció en abril de 1939. En los números tres y cuatro Solana aún figura como director, y (los cito en el orden en el que aparecen en la revista) Octavio Paz, el mismo Rafael Solana, Efraín Huerta y Alberto Quintero Álvarez como miembros del consejo. Para entonces Solana tuvo que hacer un viaje a Italia, el cual se prolongó varios meses, lo que lo obligó a separarse por completo de la dirección de su revista.

Los cuatro primeros números de Taller fueron dirigidos por Rafael Solana, mientras que los ocho restantes se publicaron bajo la responsabilidad de Paz. En el número seis ya podemos ver que ha desaparecido del directorio el consejo integrado por los cuatro responsables de la publicación, quienes son sustituidos por el director Octavio Paz y por un secretario, el español Juan Gil Albert. La revista sólo alcanzó 12 números en total.          

Otro vacío encontrado en la colección que comentamos, tiene que ver con la novela “urbana” del siglo XX, para la cual se ha tomado como “principal” o “único exponente” a Carlos Fuentes con su novela La región más transparente (1958), y se hacen de lado otras obras narrativas de capital importancia en esa época: Casi el paraíso (1956) de Luis Spota y El sol de octubre de Rafael Solana (1959).

Tampoco se mencionan novelas posteriores como Gazapo (1965) de Gustavo Sáinz, De perfil (1966) de José Agustín, Pasto Verde (1968) de Parménides García Saldaña hasta llegar a Chin Chin el Teporocho (1972) de Armando Ramírez, etc.      

Nuestra narrativa nacional siempre ha tenido como escenario a la Ciudad de México, tan sólo recordemos el Periquillo Sarniento (1816) de Joaquín Fernández de Lizardi. Más tarde, escritores como Manuel Payno o el mismo Guillermo Prieto o Vicente Riva Palacio, etc. tomarían a la Ciudad de México también como marco de sus novelas.

La colección es una gran síntesis que abarca desde la Nueva España hasta algunas manifestaciones literarias recientes en castellano y otras lenguas mexicanas; está expuesta en más de tres mil páginas, agrupadas en seis volúmenes, la cual fue creada y coordinada, respectivamente, por los indagadores, Alberto Vital Díaz del IIF y director del Centro de Estudios para Extranjeros y Mónica Quijano Velasco de la FFyL.

Debo agradecer a Marisol G. Martínez Fernández de Comunicación y Mercadotecnia de Publicaciones y Fomento Editorial, a la Mtra. Hilda Domínguez del Instituto de Investigaciones Bibliográficas por su apoyo para poder obtener los ejemplares.