Es el 25 de enero, son las siete de la tarde y la noche se cierne sobre la Ciudad. Estoy en el  café La Habana, a unas cuadras de la Secretaría de Gobernación, un lugar de tradición, de líderes opositores, de activistas sociales y de muchos periodistas. ¿Cuántos pliegos petitorios y planes de acción de la oposición y de movimientos sociales se han redactado en alguna de sus mesas?  En mis años de activismo estudiantil, cuando desde la UNAM y las calles nos oponíamos al neoliberalismo y  a la privatización de la educación superior, no teníamos ni un centavo para hacer una conferencia de prensa. Cuando teníamos que informar algo, convocábamos a los periodistas en este café, literalmente por horas sólo pedíamos café y agua. Algunos medios acudían, menos publicaban nuestras notas, pero teníamos la solidaridad de los reporteros. En más de una ocasión, reporteros me salvaron de una “madriza” de policías o granaderos.

Son las ocho de la noche, camino a Gobernación, recuerdo a Francisco Zarco, a José Pagés, a Manuel Buendía, a Julio Scherer. Me da gusto ver a las viejas plumas, las que conocieron las redacciones movidas al ritmo de las maquinas de escribir y de las rotativas; pero son más los jóvenes, los que informan desde sus redes sociales. Ahí están las fotos de los caídos con sus veladoras que rasgan la oscuridad de la noche. Los reunidos distamos mucho de ser una muchedumbre, pero la demanda es clara y los motivos justos.

En lo que va de enero, tres periodistas han sido asesinados. La solidaridad y la demanda de justicia se extiende por muchas ciudades del país. No debemos callarnos, no podemos permitir que gane la impunidad, la apatía o el olvido. Nada traerá de vuelta a los caídos, pero la violencia hacia periodistas y comunicadores debe parar. No hacerlo será un grave error para la democracia, para el derecho y las libertades de nuestra sociedad.

La demanda es clara: justicia y garantías para el ejercicio periodístico, particularmente en los estados, donde la violencia y el crimen organizado han rebasado a las autoridades. Que nadie vea en las demandas de los periodistas una oposición gubernamental, simplemente solicitamos al gobierno que garantice el derecho a la libre expresión.

El presidente Andrés Manuel López Obrador declaró que investigará a fondo el asesinato de Lourdes Maldonado y del resto de los colegas asesinados, ojalá así sea. El gobierno federal debe mostrar mayor empatía con el gremio periodístico, nadie está en contra del Presidente, simplemente el Estado debe dar garantías para los comunicadores sin importar el medio o la línea editorial. México debe cuidar a sus periodistas.

Es un oficio de valientes. El periodista es el sabueso que, con olfato y persistencia, busca la verdad, si se excede existe el derecho de replica. El periodismo incomoda al poder, a los acaparadores y a los bandidos. Una democracia es tan desarrollada como es su libertad de expresión.

La política es de bronce.

@onelortiz

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