Criticada duramente por cinéfilos y subestimada por algunos sectores de la sociedad, la película No mires hacia arriba (Don’t Look Up!), protagonizada por Leonardo DiCaprio (profesor Randall Mindy) y Jennifer Lawrence (Kate Dibiasky), muestra una caricatura de nuestra sociedad en tiempos de pandemia.

Mindy y Dibiasky son dos astrónomos que descubren un cometa que, de acuerdo con los cálculos de su órbita, chocará con la Tierra. Los investigadores acuden a la Casa Blanca para advertir del grave riesgo, pero ni los políticos, empezando por la presidente (Meryl Streep), ni los medios de información toman en cuenta la gravedad de la situación. Incluso un empresario tecnológico subestima la situación y trata de aprovecharse para obtener ganancias. Finalmente se produce el impacto que destruye al planeta, porque todos miran a otro lado, no hacia arriba.

 

Las semejanzas con la realidad

La película, dirigida por Adam McKay, fue concebida como una sátira y advertencia sobre las pocas acciones que realizan los gobiernos para combatir el cambio climático, como se lo expresó David Sirota, comentarista político, quien le refirió que los riesgos del calentamiento global eran semejantes a que si hubiera un cometa que pudiera chocar con la Tierra, porque a nadie la importaría.

A partir de esa idea surgió No mires hacia arriba, que puede ser una sátira sobre el cambio climático, pero que también representa las situaciones que estamos viviendo con la pandemia, porque lamentablemente falta una cultura científica no solamente en México sino en todo el mundo, incluyendo aquellos países europeos que algunos suponen más cultos.

En muchos países, los jefes de gobierno subestimaron el problema o propusieron soluciones descabelladas, como inyectarse dióxido de cloro o escudarse en estampas religiosas (haya sido o no una broma). Asimismo, no reconocer la necesidad del uso de cubrebocas en lugares cerrados u oponerse firmemente al regreso a clases por falsas proyecciones de un aumento de casos.

Ante la evidencia científica se pueden tener dos posiciones: señalar que no está plenamente probado, que solo son estimaciones de los científicos y por lo tanto no se deben tomar medidas preventivas; la otra es exagerada ya que supone un escenario catastrófico porque no se hicieron muchas pruebas de laboratorio (al principio se tenían únicamente las de anticuerpos que solo determinan si se ha tenido la enfermedad); ahora con las de antígenos su abuso lleva a escenas de pánico y desabasto.

 

La negación de la ciencia

En ambos casos hay una negación de la ciencia, porque se considera que solo son hipótesis o teorías (claro, se ignora que la ciencia está en constante evolución y que no se tiene una verdad absoluta pues no es dogmática) o porque se pretenden interpretar las evidencias científicas como una suma de hechos, sin tomar en cuenta otras variables, como la evolución del virus, el comportamiento epidémico y otros fenómenos sociales.

Otra forma de negar la ciencia son las teorías de la conspiración, que van desde suponer que el virus es una patraña de los gobiernos para reducir la población, imponer sus sistemas políticos y económicos o perfeccionar su sistema de espionaje con los chips que introducen en el organismo, con la supuesta vacuna.

Claro también hay que considerar la oposición al uso de cubrebocas, al confinamiento y a la aplicación de la vacuna, como ha ocurrido en los movimientos opositores de Alemania, Francia, España y Estados Unidos.

Asimismo, se observa la ambivalencia de los sectores, según se afecten sus intereses: si hay confinamiento se presiona para que la gente salga pues los comercios están perdiendo utilidades y empleos; pero si se reanudan las actividades, entonces se reclama la necedad y falta de criterio del gobierno por propiciar un mayor contagio.

En los medios se observa lo mismo que en la película: el uso frívolo de los datos y la búsqueda de la nota sensacionalista con declaraciones tomadas fuera de contexto o el uso amañado de los datos epidémicos de contagios y fallecimientos diarios, como si fueran marcas deportivas. A la falta de una cultura médica se suma la falta de compromiso social de los medios.

Por último, como señalan las investigadoras Gale Sinatra y Barbara K. Hofer, autoras del libro Science Denial: Why It Happens and What to Do About It (La negación de la ciencia. ¿Por qué sucede y qué hacer al respecto?): “En una sociedad políticamente polarizada, las personas pueden sentirse presionadas a tomar decisiones basadas en las creencias de su grupo social. En el caso de las creencias sobre la ciencia, esto puede tener consecuencias nefastas, como ha visto el mundo con la pandemia de Covid-19”.

 

@RenAnaya2

f/René Anaya Periodista Científico

 

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