Indiscutiblemente que el mundo no esperaba una pandemia que ha resultado dañina, ha provocado pesadumbre, muertos y contagiados que parece no dar tregua, al inicio de este año las alarmas se han encendido por doquier ante el avance que se ha registrado para alterar de nueva cuenta la vida cotidiana, con todo y los suicidas que de manera temeraria desafían a la Covid constantemente.

A mediados de este el primer mes del 2022 en nuestro país se presume que se habrán de incrementar los contagios como un efecto de resaca de los convivios y movilidad social de las fiestas decembrinas, se advirtieron los riesgos, aunque tal parece se ignoraron los exhortos de quedarse en casa.

Para nadie pasa desapercibido que el mexicano es un pueblo proclive a la fiesta, al jolgorio que está anexado a la idiosincrasia y eso dificulta la sana distancia.

A la desazón que provoca el virus galopante de este tiempo, habría que agregar el grado tóxico que se registra en otros frentes como el político, por ejemplo en el Congreso, en el que la diatriba sustituyó al debate de las ideas, se ha establecido una costumbre por distorsionar los discursos para llenarlos de exabruptos, se ha entronizado un maniqueísmo a ultranza con la evidente ausencia de consensos, lo cual dificulta una auténtica praxis que procure el bien común. La fragmentación social solo mantiene viva la polarización y posterga la unidad.

La democracia no es propiamente la panacea, aunque es un elemento que legitima las discrepancias y la disidencia, sólo que si están ausentes los contenidos de calidad al final se hace de todo menos política y con ello se azolvan los caminos para que los cambios no pasen de ser cosméticos.

En otra razón de ideas, los incrementos de productos básicos son ostensibles y la economía real se pulveriza, digamos que es un asunto cíclico, el deja vú de cada enero, aunque no por ello deja de ser preocupante si adicionamos la inflación y los estragos del desempleo que se incrementa.

Más allá de quienes se aventuran a profetizar una carretada de males para este 2022, lo cierto es que la vida parece que no será la misma luego de la marca que ha dejado la pandemia, hemos visto los contrastes que están conectados a la condición humana, desde la generosidad de la gente involucrada en el sector salud que no han dejado de laborar en favor del prójimo y han reflejado la constancia de su heroicidad, hasta quienes niegan la pandemia basándose en cuestionables teorías de la conspiración nunca probadas.

La realidad es compleja pero aquí está, no debemos abandonar esa esperanza en pro de un futuro mejor aunque tengamos males empoderados como la inseguridad, impunidad y un estado de derecho venido a menos. La migración continúa en nuestro país para exhibir cómo se violentan los derechos humanos, la desigualdad es latente y la pobreza es obvia en diferentes latitudes de nuestro país.

No obstante, la esperanza de mejores tiempos está firme y ese es un buen síntoma que demuestra que no todo está perdido.