Elizabeth Alexandra Mary de Windsor, conocida en todo el mundo como la reina Elizabeth II del Reino Unido de la Gran Bretaña (Londres, 21 de abril de 1926), es hija del rey George VI y de la reina Madre Elizabeth (Bowes-Lyon). Desde el 6 de febrero de 1952 se convirtió en la monarca del Reino Unido y de otros 15 países; catorce Primeros Ministros han despachado con ella cada semana a lo largo de estas siete décadas. Audiencias privadas en las que la confidencialidad siempre ha sido estricta. Para los ajenos a los asuntos oficiales de la Reina y de los ocupantes de la residencia —el famoso número 10 de Downing Street en Londres—  del Jefe de Gobierno británico es prácticamente imposible conocer el pensamiento de la Soberana sobre cualquier tema político. Aseguran los especialistas del gobierno británico que Elizabeth II, desde que ascendió al trono a los 25 años de edad, entendió la importancia del silencio, de no expresar sus opiniones. Por lo mismo, los que la conocen bien (muy pocos) aseguran que nunca da un paso en falso. De ahí que muchos la consideren una mujer fría, dura, incluso con sus hijos y otros familiares. Quizás ese sea parte de su secreto  para celebrar su jubileo de platino.

Aunque en fechas recientes ha crecido el número de británicos que no apoyan a la monarquía, también es cierto que Elizabeth II ha cumplido la palabra que un día, cuando todavía era una mujer joven, le dio a su pueblo: “Declaro ante vosotros, que mi vida entera, ya sea larga o corta, estará dedicada a vuestro servicio”. Sin duda, la vida de Elizabeth II está siendo larga, para bien de la Gran Bretaña que se mantiene como uno de los países más poderosos e influyentes en el panorama internacional, amén de ocupar el quinto lugar como economía mundial. Repasar la vida de Elizabeth II es adentrarse en la historia reciente del mundo. Nada más, nada menos.

Seguramente podría parecer intrascendente el dichoso jubileo de platino, pero resulta que la historia de Elizabeth II rebasa, con mucho, simples crónicas periodísticas de cotilleo o de cuestiones baladíes de una aristocracia ñoña. Los antecedentes familiares de la soberana británica van de la mano con la historia de Occidente, aunque algunos estudiosos vaticinan su desaparición a mediano plazo. Puede ser, pero no se puede ignorar que los hitos de Elizabeth II no son marcas deportivas. Su tatarabuela paterna, la reina Victoria completó 63 años y siete meses en el trono, algo nada despreciable hasta para los británicos. Pero su tataranieta, la reina Elizabeth II, que celebró su jubileo de zafiro el 6 de febrero de 2017, la superó, al cumplir 65 años en el trono. En la historia, creo que solo ha habido un rey más longevo: Luis XIV, de Francia, de 1643 a 1715: 72 años.

Se cuenta que su padre, el rey George VI le dio dos consejos que han regido su largo reinado: “Sé neutral, serás la reina de todos, no eres una política”, y “háblale a la gente directamente, ellos quieren escucharte”. Cierto o no, no parecen recomendaciones disparatadas.

Durante su reinado, el Reino Unido “ha conocido la revolución digital; ha entrado y salido de la Unión Europea”, aunque el Brexit todavía está en proceso. Por tanto, los cambios en la Gran Bretaña  son definitivos y lo bueno para los británicos es que la reina ha podido sortearlos sin traicionarse”, opina Ignacio Peyró, el director del Instituto Cervantes en Londres.

Desde temprana edad, Elizabeth II captó la esencia del espectáculo en el que estaría destinada para desempeñar el papel principal: “No nos tomemos demasiado en serio” declaró en su transmisión de Navidad de 1991: “Ninguno de nosotros tiene el monopolio de la sabiduría”, agregó. Pero desde pequeña estaba consciente de lo que la historia le tenía reservado. Según la conseja, Lilibet —la expresión familiar que ella misma creó al no poder pronunciar correctamente su nombre, Elizabeth, y que su abuelo eligió para llamarla—, le comentó a sus hermana menor nacida en 1930: “Yo soy tres y tú eres cuatro”. Confundida, Margarita respondió: “No, yo tengo tres años y tú tiene siete”.

Margarita no captaba que su hermana mayor no hablaba de edades, si no de sus respectivas posiciones en el orden de sucesión después de su abuelo —George V—, el tío David, uno; papá, dos; y Lilibet, tres.

Cuenta Robert Lacey, el historiador y biógrafo británico, en su excelente libro Majesty, Elizabeth II and the House of Windsor, que la “historia de su reinado es la historia reciente del mundo… De su mano, la monarquía británica se ha modernizado y transformado. Los últimos años han sido particularmente tormentosos para ella que ahora sufre por los escándalos de carácter sexual que golpean a su hijo Andrew, el alejamiento de su nieto Henry y por el fallecimiento, el 9 de abril de 2021, de su esposo, el casi centenario duque de Edimburgo, que durante 73 años fue su “fortaleza y permanencia”.

Desde 1952, su vida ha estado dedicada al servicio de la corona como Jefa de Estado, garantizando estabilidad y continuidad en los momentos más complejos del país. Compartiendo la suerte del Reino Unido de la Gran Bretaña desde un año antes de ser coronada como Elizabeth II, con 14 primeros ministros de distintas ideologías, incluyendo dos mujeres —las únicas que han llegado a tan importante cargos en la historia británica—, que en orden cronológico han sido: el legendario Sir Winston Leonarda Spencer Churchill —en su segundo mandato de 1952 a 1955–; Antony Edén, de 1955-1957; Maurice Harold Macmillan, de 1957-1963; Alexander Douglas-Home, de 1963-1964; James Harold Wilson, de 1964-1970 y de 1974-1975; Eduarda Richard George “Ted” Heath, de 1970-1974; Leonard James Callaghan, de 1975-1979; Margaret Hilda Thatcher (la primera británica en este puesto que, por cierto, fue la primera ministra que duró más en el cargo en el siglo XX), de 1979-1990); al morir la señora Thatcher, en el mes de abril de 2013, Elizabeth II asistió a sus funerales, lo que no hacía excepto cuando falleció Winston Churchill en abril de 1965. John Roy Major, de 1990-1997; Anthony Charles Lynton Blair, mejor conocido como Tony Blair, de 1997-2007; con Blair le tocó sortear la trágica muerte de la princesa Diana, que fue la esposa del príncipe Charles, el heredero del trono. Fue Blair quien la convenció de que debería ofrecer unas palabras de duelo por el fallecimiento de la madre de dos de sus nietos. En un acto impulsivo de autodefensa, la reina se recluyó con su familia en el castillo de Balmoral en Escocia después del accidente de Diana en París. La década de los 90 del siglo pasado no fueron los mejores días de Lilibet, tanto así que en 1992 —cuando cumplió 40 años de reinado—, lo llamó en un latín macarrónico annus horribilis (su año horrible) en el que habían fracasado los matrimonios de tres de sus cuatro hijos. Siguió el laborista James Gordon Brown, de 2007-2010. Y llegó el conservador David William Donald Cameron —considerado uno de los Primeros Ministros británicos más impopulares de la historia, responsable del Brexit—, de 2010-2016. Theresa Mary May (la segunda mujer británica en ocupar el cargo), de 2016-2019; y, actualmente el extravagante conservador cuya suerte política está en un tris, Alexander Boris de Pfeffel Johnson, que todo mundo conoce como Boris Johnson,  desde 2019. Hasta ahora son estos los Primeros Ministros con los que ha debido tratar Elizabeth II. La lista todavía no se cierra. La nonagenaria monarca británica, que disfruta de los vestidos y los sombreros coloridos, se dobla, pero no se troncha.

Como mera referencia personal, comento con el lector que gracias a mi ya larga carrera de analista internacional, en México y en el extranjero —iniciada desde 1967–, he escrito reportajes sobre los primeros ministros británicos desde James Harold Wilson hasta el actual Boris Johnson. Cuando empecé esta interesantísima labor, la reina Elizabeth II ya había tenido acuerdos con cuatro Primeros Ministros británicos, empezando, nada menos, que con Winston Churchill.

Sin embargo, aunque es famoso su autocontrol incansable así como la solemnidad que le ha dado al desempeño de sus obligaciones reales, Elizabeth Alexandra María de Windsor ha dado señales de cansancio. Algo natural en los seres humanos que rebasan los 90 años de vida. A sus casi 96 años de edad, sin embargo, no ha pronunciado la palabra “abdicar”, en alguna ocasión se refirió a que sería Reina “hasta la muerte”.

Pero, es evidente el hecho de que el heredero al trono, el poco simpático Charles,  Príncipe de Gales, de 73 años de edad, y el segundo en la línea de sucesión, el príncipe William, de 39 años, tienen cada vez más peso en la toma de decisiones. Padre e hijo fueron clave en las reuniones que se han mantenido para evaluar las últimas crisis de la corona británica. Porque el escándalo de Andrés, no es el único. El sonado “megxit” —en el que Henry y Meghan Markel acusaron a la familia real de racismo—, hizo temblar los pilares del Palacio de Buckingham.

Asimismo, el casi calvo William y su esposa Kate Middleton, junto con sus tres hijos, han tomado un papel aún más protagónico en la Casa Real, con una inusual familia idílica, el hijo mayor de Diana con su pareja se han convertido en un estandarte de la monarquía británica, asumiendo cada vez más funciones. Son los duques de Cambridge —jóvenes, guapos y discretos—, a los que realmente se considera el futuro de la casa reinante británica.

¿Cuántos años más estará Elizabeth II en el trono? Es un tema delicado. Hacen falta arúspices romanos para conocer el futuro de la monarquía británica. Meses, años, aunque no muchos. El paso del tiempo cobra sus cuotas. Los monárquicos británicos tienen la obligación de pensar en la sucesión. Hay analistas que prevén que el trono de Carlos podría ser uno de los más breves y grises del Reino Unido. Al ser personaje central en la década más convulsa de la monarquía británica, la de 1990, debido a sus divorcio con Lady Di y la muerte de ella en extrañas circunstancias —aún no aclaradas a satisfacción de todos—,  en una capital extranjera, en París, el pueblo (la gente) del UK aún no le perdona su matrimonio (civil) con Camila, al señalarla como la responsable de la desgracia. Por todo esto, la popularidad de Charles es baja, por lo que llegado el día —si alguna vez es coronado rey—, los propios ingleses esperan que en poco tiempo le pase la batuta a su hijo mayor, William, con el que se daría el cambio generacional necesario”.

En la saga de la familia real británica, todo influye, hasta la popularidad de la serie de televisión The Crown. No obstante, mientras son peras o manzanas, Elizabeth II continúa al frente del “negocio”. Pero a nivel de la calle, tratándose de la línea de sucesión, la sociedad británica, en general, espera un mejor desempeño de parte del príncipe William “por su personalidad más estable y una vida más acorde a los cánones de la familia real”.

Para terminar, hay que referirse al escudo de armas del monarca británico que también se usa como blasón nacional del Reino Unido: en una cinta de color blanco o azul, con las armas de Inglaterra, Escocia e Irlanda, entre una rosa heráldica, una flor de cardo y un trébol, escrita en francés, dice: “Dieu et mon droit” (“Dios y mi Derecho”). VALE.

 

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