¿De nuevo la Marea Rosa?

Las elecciones, de 2018 a la fecha, más las que tendrán lugar en próximas fechas, hacen pensar que América Latina contará nuevamente con gobiernos de izquierda en los países más importantes y en muchos otros de la región. Que reaparece la Marea Rosa, como se llamó a los gobiernos latinoamericanos de izquierda -socialdemócratas- de la época del “superciclo de las materias primas (commodities)”, 2001-2014, y los jugosos con China.

Terminado el auge de las materias primas, concluyó el período de crecimiento sostenido en América Latina y, con ello, los gobiernos izquierdistas de larga duración fueron debilitándose y perdiendo el poder. Fue el caso del kirchnerismo en Argentina, Correa en Ecuador, el Frente Amplio en Uruguay y Lula y Dilma Rousseff en Brasil.

La década recién concluida dio también cuenta del gobierno de Honduras con el golpe de Estado de 2009 contra Manuel Zelaya, la destitución de Fernando Lugo en Paraguay, la muerte de Hugo Chávez en 2013, aunque heredó el poder a su delfín y la de Fidel Castro en 2016 -ambos, el venezolano y Fidel, columna y símbolo de la izquierda que se desmoronaba en Latinoamérica.

Siguió, entonces, en la segunda mitad de la década, un período en el que la oposición a los regímenes de izquierda -o a gobiernos de otro signo- los desalojó del poder y se lo apropió. Pero, al concluir la década, en lo que va de estos años 20 y el futuro próximo muestra un mapa de triunfos obtenidos y otros previsibles, de la izquierda.

Es el caso, del presidente López Obrador, desde 2018, el panameño Laurentino Cortizo y Alberto Fernández -y Cristina Fernández- de Argentina, desde 2019, el boliviano Luis Arce, desde 2020, el presidente peruano Pedro Castillo desde 2021, y también desde el año pasado, Gabriel Boric, de Chile, así como la hondureña Xiomara Castro.

Me veo obligado a añadir las elecciones presidenciales de Nicaragua el año pasado, que el brutal Daniel Ortega y su brutal esposa, “ganaron”, teniendo a toda la oposición en la cárcel. Así como tengo que referirme a elecciones de gobiernos locales en Venezuela y a la dictadura cubana.

Añado a esta lista de políticos de izquierda -socialdemócratas- con buenas opciones de éxito, a José María Figueres, candidato en las presidenciales de Costa Rica, a celebrarse el 6 de febrero, al colombiano Gustavo Petro en los comicios del 29 de mayo y al incombustible Inacio Lula da Silva en Brasil, en la elección del 2 de octubre. Omito reseñar elecciones legislativas, de gobiernos locales -excepto la que mencioné de Venezuela- y otras justas electorales.

Esta irrupción de presidentes, congresos, gobiernos locales, etc., con carnet de identidad de izquierda -socialdemócratas o más de izquierda- está haciendo que buen número de adeptos, en todos los niveles, echen las campanas al vuelo y celebren, eufóricos, el “retorno de la Marea Rosa”.

Por el contrario, hay en Estados Unidos y también, por supuesto, en Latinoamérica, quienes no celebran este “retorno” y encienden alarmas:

The New York Times cita el caso de Evan Ellis, profesor de la Escuela de guerra del ejército de Estados, quien afirma que nunca había habido una América Latina “tan dominada por una combinación de líderes izquierdistas y antiestadounidenses populistas”.

Asimismo, a Simone Tebet, senadora brasileña de centroderecha que planea postularse para el cargo de presidenta, que dice: “Si miras a Brasil y América Latina, estamos viviendo en un ciclo de extremos aterrador, el radicalismo y el populismo imperan”.

Sin embargo, el retorno de la Marea Rosa no es tan evidente, porque los votantes, ¿la mayoría?, no necesariamente dan su apoyo a la izquierda, aunque voten por ella, sino expresan su rechazo al gobierno, castigan al oficialismo, rechazan a las élites hegemónicas y votan por algo distinto, sea de izquierda o de derecha. Las opciones de centro son impopulares.

Es interesante, por cierto, que, entre los triunfos de candidaturas oficialistas, que también los hubo, los analistas del Real Instituto Elcano consideran que el del partido del presidente Nayib Bukele, de El Salvador, fue “el más claro y contundente”. Porque, fijémonos bien, el personaje hizo de la elección un plebiscito sobre su figura y “ha convertido su gestión en una plataforma para atacar y desacreditar a la oposición”.

Es, asimismo, muy pronto para calificar las elecciones que están teniendo lugar como giro a la izquierda u otro espacio del espectro político. Los procesos y contiendas electorales se extenderán al 2024, de manera que ahora lo único claro es que en el escenario de la política latinoamericana hay indignación de la sociedad civil contra los gobiernos ineficientes y corruptos, la decisión de votar por las oposiciones, de derecha o izquierda, según sea el caso -el mencionado Bukele y Guillermo Lasso, presidente de Ecuador derrotaron a la izquierda: los exguerrilleros salvadoreños y Rafael Correa en el país sudamericano.

El reto, pues, para la izquierda que regresa o la derecha, es hacer política, negociar, pactar, conceder al centro al menos el papel de bisagra. Gobernar.

 

Política internacional de la Marea Rosa

La izquierda latinoamericana, a pesar de haber llegado más como castigo a gobiernos ineficientes y corruptos, y tener como prioridad el gobernar bien, “hacia adentro”, hacer política interior, se enfrenta a una realidad internacional llena de desafíos y de oportunidades, está obligada -los gobiernos que la conforman- a hacer política exterior.

En un escenario que no sabemos si será bipolar o multipolar, pero en el que destacan Estados Unidos y China, en competencia y en pugna; y que, como sucede en la pugna entre Rusia y Estados Unidos, en el tema de Ucrania, y la “amenaza” de Moscú de enviar tropas a Cuba y a Venezuela, respecto a China el tema crucial es Taiwán y Nicaragua, El Salvador y Honduras ya se alinearon con Pekín.

Adicionalmente a estos actos amistosos hacia China, Nicaragua y El Salvador fortalecen su alineación con el gigante asiático. Managua se apoya en él como reacción a las presiones y sanciones estadounidenses, así como los juicios adversos y el rechazo a la dictadura neosomocista, por parte de la Unión Europea y entre los países latinoamericanos.

Bukele, por su parte, ha dejado de ser socio confiable de Estados Unidos, por su deriva autoritaria, que lo ha llevado a destituir a magistrados, entre otras varias acciones reprobables. A tal grado que se le compara con Hugo Chávez. De suerte que le viene muy bien el cobijo chino, que incluye el compromiso de invertir 500 millones de dólares. Además, se habla de un complejo portuario, así como un nuevo corredor transoceánico, con recursos de Pekín, que beneficie a El Salvador, Nicaragua y Honduras.

En estas circunstancias, Pekín tendrá una fuerte presencia en Centroamérica, que se complementa con el plan de cooperación bilateral que firmó con Cuba para promover el desarrollo de la Ruta y la Franja -la impactante Nueva Ruta de la Seda, que colma las ambiciones comerciales y políticas de China en el mundo.

Queda por comentarse el papel -el liderazgo- de México en la política latinoamericana, que requiere, vuelvo a decirlo, que sea conducido por expertos diplomáticos de carrera. Un liderazgo, en primer lugar, hacia nuestro espacio natural de relación: Centroamérica, a fin de desarrollar, además del sur sureste mexicano, al Triángulo del Norte -Guatemala, Honduras y El Salvador.

Diplomacia mexicana con los gobiernos de los tres países, complicada con la vecina Guatemala y sus gobiernos corruptos, así como con El Salvador y su pretencioso y autoritario presidente, resentido, por complejo de inferioridad, con México.

Diplomacia fácil en cambio, con Xiomara Castro la presidenta hondureña, de buenas vibras izquierdistas con México -además, vale la pena recordar que, en agosto de 2009, a un mes de que los militares derrocaran a Manuel Zelaya, presidente izquierdista esposo de Xiomara, el derechista mandatario mexicano Felipe Calderón, lo recibió, con los honores de jefe de Estado, en la Ciudad de México.

Diplomacia de altos vuelos, con la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris, quien tiene a su cargo el programa migratorio y de desarrollo -el mini Plan Marshall- para América Central.

El otro liderazgo hacia todo Latinoamérica requiere de la habilidad negociadora de diplomáticos mexicanos de carrera con sus homólogos brasileños, expertos y arrogantes -esperemos que en el Brasil de Lula. A fin de trabajar en armonía

Continuar, asimismo, en sintonía con Argentina, el otro gran país hoy en manos de la izquierda, que hoy ejerce la presidencia pro tempore de la CELAC, nuestra OEA sin Estados Unidos, que a México le interesa revitalizar y que tendrá que echar a andar el Plan de Acción Conjunta China-CELAC que impulsó el gobierno mexicano.

En sintonía, finalmente, con Chile, el gobierno de Boric y un equipo de jóvenes izquierdistas de todos los matices, que deberán hacer gala de pragmatismo para responder a los retos nacionales y latinoamericanos. Chile está interesado, como México deberá estarlo, en aprovechar la valiosa plataforma de la Alianza del Pacífico.

México deberá aglutinar a otros gobiernos de izquierda y, en el caso de Venezuela, impulsar el diálogo de gobierno y oposición que se estaba llevando a cabo en nuestro país, con el “acompañamiento” de Noruega. “Invitar” al gobierno de Biden a restaurar el apoyo y presión diplomáticos de la época de Obama, a Cuba, para que de pasos sólidos hacia la democracia política y la economía de mercado. Tener diálogo permanente con la Unión Europea -por la vía de España- y con el apoyo, valiosísimo, del “canciller” comunitario, Josep Borrell, que entiende, por obvias razones de nacionalidad e ideología, a Latinoamérica.

Mantener México, contacto -y dar apoyo cuando lo requieran- con otros líderes de la Marea Rosa: Evo Morales y Luis Arce, bolivianos, el peruano Pedro Castillo, etc.