Paseo por el amor y la muerte (A Walk with Love and Death, Estados Unidos, 1969) de John Huston (5 de agosto de 1906, Nevada, Misuri, Estados Unidos-28 de agosto de 1987, Middletown, Rhode Island, Estados Unidos), con Assi Dayan y Anjelica Huston.
Drama romántico medieval de sugestivo título, homónimo del libro de Hans Koning, quien escribió el guion, con Dan Wasserman y el realizador John Huston. Lo interesante es que, aparte las interpretaciones de los debutantes Assi Dayan (en el papel de un estudiante-poeta que emprende, partiendo de París, una caminata con el propósito de conocer el mar, una forma de significar la búsqueda de la libertad, contra dogmas medievales, lo que nunca logra) y Anjelica Huston (en el papel de la hija de un señor feudal asesinado por campesinos rebeldes y, en la vida real, hija del realizador) que se enamoran, pasando por una serie de vicisitudes, y muriendo, poéticamente, después de haber consumada su auto-unión religiosa, por siempre, más allá de la vida, en una época de revueltas campesinas regionales contra los nobles, acaecidas en 1358, al iniciada de la guerra de cien años, entre Francia e Inglaterra, lo interesante, repito, es que John Huston interpreta un pequeño papel, como Señor Feudal, tío de la heroína, partidario de las revueltas campesinas, haciéndome recordar un fotograma de la película, en donde se le ve, elegantemente ataviado, con una copa llena de vino, en una extravagante pose (página 36, del Tomo 1 de EL CINE (enciclopedia del 7º arte), dedicado al Cine de Aventuras).
El Señor Feudal, interpretado por John Huston, le dice al estudiante-poeta: “Come viajero, come. Como buen soldado llena el estómago. Vomítalo y vuélvelo a comer. Puede que no tengas otra ocasión”. El hijo del Señor Feudal le dice al estudiante-poeta: “No te enoje con mi padre. Tiene modales de oso”. “Modales de viejo soldado”, replica el Señor Feudal. Claudia la heroína le comenta: “Tío, mi padre solía contarme tus batallas”. “Nuestras batalla, Claudia. Nos defendíamos el uno al otro, luchando hombro con hombro. Añoro a tu padre. Era mi camarada cuando sólo importaba la lealtad a Dios. Dios le ha vuelto la espalda al mundo y los pilares se han roto”. Claudia contesta: “Serán restaurados”. “Me temo que no. El hombre tenía su cometido, su razón de ser y su premio. El campesino, su alimento; los curas, nuestra salvación; el hombre noble les defendió a todos. Ahora, los nobles, tu familia y la mía que nacimos para ser pastores, nos hemos vuelto lobos. No defendemos a los campesinos, abusamos de ellos. ¿Quién puede culpar a esos hombres que siempre han sido justos, de rebelarse contra nosotros?” Claudia pregunta: “¿Estás justificando el asesinato de mi padre?” El Señor Feudal contesta: “Parece cruel, pero la razón está de su parte”. Claudia pregunta: “¿Y por qué no te unes a ellos?” “Lo he hecho. Ya lo he decidido, voy a salir al alba”. Ella se indigna. El Señor feudal comenta: “Claudia, antes de que tú nacieras, tu padre…” Ella lo interrumpe: “No oses hablar de mi padre. ¡Tú le has matado!”. La heroína sale de la sala. Fin de la secuencia.
Después de tanto tiempo, por fin pude ver la película, en YouTube. Al inicio del texto que acompaña al fotograma se lee: “Marilyn Monroe dijo de él: “Estoy loca por este hombre. No entiendo que todas las mujeres que se le acercan no se enamoren de él”.
Una vez, mi amigo, el gran Alberto Bojórquez Patrón (1 de enero de 1941, Motul, Yucatán, México-14 de julio de 2003, Ciudad de México), me pidió que lo acompañara a una reunión insólita. Había trabajado con él, en la organización del Ciclo de Cine: En Defensa del Cine Mexicano, de 1980 a 1982, para la Dirección de Difusión Cultural del Instituto Politécnico Nacional, de la que Julio Téllez García era el Director, y en parte de la realización del documental Los jornales de azúcar. México, 1983), como asistente de dirección. Nos habíamos salvado de morir en el incendio de la Cineteca Nacional, el 24 de marzo de 1982, que se encontraba en Churubusco y Tlalpan. Nos proponíamos escribir un libro sobre el cine de Emilio “Indio” Fernández. Ya contaré con más detalle nuestro proyecto frustrado.
Nunca olvidaré aquella memorable borrachera (¡Cómo les, cómo nos, gustaba el trago!) que nos pusimos en aquella reunión insólita, Emilio “Indio” Fernández, John Huston, Beto y yo, en la Casa Fuerte del “Indio”, en Coyoacán, cuando el realizador norteamericano vino a realizar Bajo el volcán (Under the Volcano, Estados Unidos-México, 1984). Me sentí grande entre los grandes. Yo nomás los escuchaba hablar, entendiendo a medias lo que decían, en su limpio inglés. Don Emilio, con su suave voz, lo pronunciaba muy bien y Don John tenía una voz tan celestial que se le entendía todo. Beto intervenía, de vez en vez, preguntando y preguntando, en inglés, por supuesto. Ni una foto, ni un escrito. Todo quedó en mi memoria hipnotizada.
¿Cómo no me iba a sentir fascinado, si me encontraba, gracias a Beto, conviviendo con dos monstruos del cine mundial? Sabía que, como a Emilio “Indio” Fernández, a John Huston le entusiasmaban el alcohol y las mujeres hermosas. Que le entusiasmaba la aventura, dentro y fuera del cine. ¿Cómo no me iba a sentir fascinado, si de aquel hombre, angelical y enérgico a la vez, ya había visto su clásico film noir El halcón maltés The Maltese Falcon, Estados Unidos, 1941)), con el mítico Humphrey Bogart y Mary Astor, y A través de Pacífico (Across the Pacific, Estados Unidos, 1942), también con Humphrey Bogart y Mary Astor, Key Largo (Estados Unidos, 1948), con el mítico Edward G. Robinson, Humphrey Bogart y Lauren Bacall y El tesoro de la Sierra Madre (The Treasure of the Sierra Madre, Estados Unidos, 1948), con el mítico, su Señor Padre, Walter Huston y Humphrey Bogart. Las cuatro por la televisión. Ahí me tenían, pues, fascinado, escuchando en silencio su conversación, intuyendo lo que decían esos dos monstruos del cine mundial. Ahí me tenían escuchando al autor de La jungla de asfalto (The Asphalt Jungle, Estados Unidos, 1950), La reina africana (The African Queen, Estados Unidos, 1951) y Moby Dick (Estados Unidos, 1956).
A mis 31 años, tuvo el gusto y el placer, gracias a mi amigo Beto, de conocer y escuchar al gran Emilio Fernández con el gran John Huston, cuando se encontraba en nuestro país realizando Bajo el volcán (Under the Vocano, Estados Unidos, 1984), con Albert Finney, Jacqueline y Emilio “Indio” Fernández, en una aparición memorable, con una gallo giro entre sus manos, si no recuerdo mal. John Huston también realizó cinco impecables westerns. El mencionado El tesoro de la Sierra Madre, Medalla roja al valor (The Red Badge of Courage, Estados Unidos, 1951) que no he visto, Los que no perdonan (The Unforgiven, Estados Unidos, 1960), Vidas rebeldes (The Misfits, Estados Unidos, 1961), con Marilyn Monroe y Clark Gable, y El juez de la horca (The Life and Times of Judge Roy Bean, Estados Unidos, 1972). Cuantos recuerdos por haber visto Paseo por el amor y la muerte, recuerdos que incluyen su última obra maestra: Dublineses (The Dead, Reino Unido, 1987) que merece un comentario aparte, después de realizar El honor de los Prizzi (Prizzi’a Honor, Estados Unidos, 1985). La filmografía completa de John Huston merece una revisión más a fondo.


