Joe Biden, sin duda, vive uno de los periodos presidenciales más difíciles de la historia estadounidense y la mayoría de ellos han sido situaciones extraordinarias, nunca pensadas y mucho menos esperadas, es cierto, que al tomar posesión (enero 2021) la pandemia por el Covid-19 estaba presente, pero sus alcances, afectaciones y duración también eran desconocidos y poco, muy poco, es lo que le ha salido como lo había anunciado durante su campaña y en su discurso inaugural.

Era difícil imaginar, por ejemplo, que los contagiados con este virus estuvieran en rumbo a los 80 millones y que los fallecimientos se acercan al millón de personas y que la pandemia estuviera en su tercer año, como era impredecible el profundo daño en la economía. La deuda pública superó por primera vez en la historia los 30 billones de dólares (basta recordar que mil millones de millones representan el billón), según datos del Departamento del Tesoro, un aumento de 7 billones en los últimos dos años. La administración Biden envió millones de cheques a sus ciudadanos para ayudarlos a superar la crisis económica, además, aumentó sustancialmente los beneficios de desempleo y otorgó ayudas directas a las empresas.

El pasado 16 de diciembre, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, firmó una ley que suspendió el techo de endeudamiento público y evitó que el país incurriese en una suspensión de pagos de su deuda nacional por primera vez en la historia. La ley amplió en 2.5 billones de dólares los fondos para hacer frente a las deudas ya contraídas lo que permitió a su gobierno mantener su capacidad de endeudamiento hasta 2023.

En su discurso de toma de posesión frente al Congreso, Joe Biden, habló en la necesidad de “curar el alma del futuro” de la nación, pero consideró que conseguirlo “requiere de mucho más que palabras”, “requiere la más esquiva de todas las cosas en democracia: unidad”.

Estados Unidos vive una confrontación social sin precedente que mostró su máxima expresión hasta el momento, el 6 de enero, días antes de que su relevo en la Casa Blanca tomara las riendas nacionales, desde entonces, Biden sólo ha tenido que restañar las profundas diferencias y diseñar la mejor ruta para la reconciliación y es que los Estados Unidos, primera potencia mundial, ¿es un país más dividido tras la reciente presidencia del republicano (y controvertido) Donald Trump? La respuesta es clara: Sí, pero es necesario comprender cómo se ha llegado a esta división y para ello hay que analizar con profundidad la presidencia del magnate de Nueva York.

Lo que es cierto es que este febrero 2022, los Estados Unidos son un país más dividido tras la presidencia de Trump. Sus políticas respecto a la migración, las minorías étnicas, los derechos y libertades, el sistema de separación de poderes, ha influido sin duda en esa división. Pero ¿recae toda la responsabilidad de esa división en su presidencia? La respuesta es clara también: No, el actual inquilino de la Casa Blanca tiene mucho que ver, por voluntad u omisión.

Además de estos obstáculos Biden en su administración aún siguen contando, las diferencias económicas, financieras y comerciales con China, sólo parecen aplazarse, pero lejos está una solución definitiva recordemos La Orden Ejecutiva del 2 de agosto pasado, donde se endurece la postura contra el gigante asiático y 59 importantes compañías, por ejemplo, Huawei y 3 de las mayores compañías de telecomunicaciones de aquella nación. Situación que expertos han llegado a calificar de una “nueva guerra fría”.

Los problemas se acumulan en el escritorio de la Oficina Oval. El proyecto del pais que pensó, diseñó y anunció el equipo del presidente Biden, ha tenido otro gran obstáculo en el Congreso, donde las negociaciones políticas no han dado los resultados esperados y las diferencias entre republicanos y demócratas han dado otro rumbo a lo propuesto, ahí está, por ejemplo, la Reforma Migratoria, que resultó aprobada de manera parcial y no sólo no ha resuelto el problema, sino que lo ha incrementado.

Ahora la Casa Blanca, tiene que sumar un elemento más en contra, la noticia de que el senador Ben Ray Lujan, sufrió un accidente cerebrovascular durante el fin de semana y tuvo que ser sometido a una operación en el cerebro, lo que ha generado, una real preocupación entre los demócratas porque les recuerda la fragilidad de la mayoría con la que cuentan en el Senado.

La oficina del demócrata que representa Nuevo México informó al final de la tarde del martes sobre el estado de salud de Lujan, de 49 años, aunque destacó que “se espera que tenga una plena recuperación”.

Lo cierto es que su previsible ausencia de Washington D.C., puede complicar los esfuerzos del presidente Joe Biden y el líder del Senado, Chuck Schumer, de aprobar lo más rápido posible a la candidata que vaya a nominar para sustituir al renunciante, Stephen Breyer, en la Corte Suprema de Justicia y es que los demócratas tienen 50 puestos en la Cámara Alta y los republicanos los otros 50. La mayoría la garantiza la vicepresidenta Kamala Harris, quien es la presidenta del Senado y cuyo voto sólo se usa para romper los empates que puedan presentarse durante votaciones.

Los votos en el Senado son presenciales, por lo que la ausencia de Lujan deja a demócratas y republicanos igualados porque el voto de Harris sólo serviría para evitar que una propuesta sea derrotada, aunque, con mitades iguales tampoco implicaría que sea aprobada. El líder Schumer ha dicho sobre su compañero, “esperamos tu pronto regreso al Senado y creo que el Senado será capaz de seguir adelante con sus asuntos”.

Joe Biden, el presidente 46 de los Estados Unidos, no ha tenido una administración fácil, pero lo malo es que la situación no parece que pronto mejorará, lo que nos lleva a preguntar; ¿le alcanzará a los demócratas para mantener la frágil mayoría legislativa y la presidencia? sobre todo, si consideramos que este parece ser un presidente, sin mucha suerte.

@lalocampos03